Acuse de recibo
Esta sección no olvida los casos que acoge, y les da seguimiento por consecuencia elemental. Por eso la queja de Néstor Madruga (Camilo Cienfuegos No. 14, entre Maceo y Martí, Yaguajay, Sancti Spíritus) ya ha generado dos otras aproximaciones, y no sabemos aún si a esta de hoy, la tercera, va la vencida.
La primera fue el 28 de marzo pasado: Néstor contaba que el vecino centro recreativo Tres Palmas, una pista a cielo abierto para instalar discotecas itinerantes con música mecánica, luces danzantes y animación, atormenta al vecindario por su estridencia. Vibran puertas, ventanas y objetos en las casas. Y desde 2008 él lucha contra tal daño sonoro, que incluso promueve en los jóvenes un ambiente de insubordinación, hasta con pleitos y conflictos.
El 11 de septiembre pasado respondía la doctora Tania Guerrero, jefa del Departamento de Atención a la Población del Ministerio de Salud Pública, que un grupo de trabajo del Centro Provincial de Higiene y Epidemiología (CPHE), presidido por su directora, la doctora Norma Rodríguez, visitó el centro y midió los valores de ruido dentro de la instalación —que sobrepasaban los niveles permitidos— y en el frente de cada una de las viviendas afectadas. También las entrevistas con vecinos confirmaron el daño sonoro. Acotaba que al centro se le dejaron recomendaciones, y aseguraba que el CPHE le daría seguimiento a su cumplimiento.
Y es Néstor quien nos actualiza esta vez: «Para mí resulta incómodo y penoso insistir tantas veces sobre un mismo problema, el cual sería de fácil solución con seguimiento, disciplina y exigencia», expresa el lector, quien agrega que las instituciones responsables en el territorio —Salud, Medio Ambiente, Gastronomía, Cultura y el Gobierno— no han resuelto la situación.
«En este lugar nadie ha controlado nunca el ruido», asevera Néstor categóricamente. Y va más allá: se permite sistemáticamente la violación de lo normado por parte de los «dueños» de las discotecas itinerantes, y así se perturba el orden y la tranquilidad ciudadana con el argumento de que la gente necesita recreación y esparcimiento.
«No tiene justificación que con una pista vacía comiencen a sonar a las tres, cuatro, cinco o seis de la tarde a todo volumen hasta la una o dos de la madrugada; y que ni tan siquiera el administrador del lugar les llame la atención. No tiene otro nombre que impunidad, blandenguería, compromiso, o vaya usted a saber qué otro calificativo», concluye Néstor.
Lucía Chapelli (San Juan No. 37-A, Guáimaro, Camagüey) es clienta de Cubacel y desde hace dos meses su saldo desaparece del móvil sin que haya tenido tiempo de utilizarlo. Y no encuentra respuesta en sus gestiones.
En Atención al Cliente de la sede territorial le dicen que en el sistema aparecen registradas dos llamadas al exterior, y ella asegura no haberlas hecho; tampoco aparecen en su equipo. En la oficina comercial donde recarga, han confirmado que el saldo «desaparece», pero no encuentran explicación para ello.
Ella fue a las oficinas de Cubacel en Las Tunas, los técnicos revisaron su móvil y le dijeron que el mismo se está comunicando «solo» con el fabricante. Y que la única opción es desecharlo y comprar uno nuevo.
El argumento no la convence: «Mi móvil lleva conmigo casi un año, y el problema es de hace solo dos meses. ¿Es posible que mi teléfono se comunique por sí mismo con el fabricante, y no registre la llamada? Si es así, ¿quién repone mi saldo y responde por mi dinero?», concluye Lucía.
Alain Finalé (Santa Ana No. 667, apto. 15, entre Panorama y Oeste, Nuevo Vedado, La Habana) hace un tiempo compró un inalámbrico Beetel, que funcionó bien más o menos un año. Y ahora la batería ya no aguanta mucho tiempo de carga.
Él ha visitado puntos de venta de Etecsa en la capital, y su mamá lo ha hecho en Matanzas. Y no aparece esa batería. Conoce de otros casos en la misma situación. Y recuerda que hace un tiempo, aquí mismo en esta columna, aparecía una queja similar con los teléfonos Panasonic, y Etecsa respondía que esos teléfonos ya no se fabricaban, eran muy viejos.
Pero, según Alain, ese no es el caso de los Beetel, que se vendieron hace muy poco en la red comercial de Etecsa. «¿Dónde están las baterías?», pregunta.