Acuse de recibo
Ahora que efectuamos las elecciones de delegados del Poder Popular, en las cuales hubo una alta participación, es vital elevar la eficacia de nuestro Gobierno, sopesando criterios como el de Daniel Morales, vecino de calle 3ra. No. 29825, entre 298 y 300, Santa Fe, Playa, La Habana.
Piensa Daniel que el trabajo del Poder Popular en la base se ve lastrado porque muchas respuestas a los electores carecen de objetividad. «Si no hay recursos para cumplir —dice— hay que buscar variantes, pero no irse por la tangente de la justificación».
Entiende que los Consejos de la Administración Municipal (CAM) deben bajar a la base más a menudo, y ayudar más al delegado en su gestión. De acuerdo con su experiencia, en las reuniones de rendición de cuentas deberían participar —aunque sea una vez en el mandato— el presidente y demás miembros del CAM y de la dirección de la Asamblea Municipal, así como los presidentes y vicepresidentes de los Consejos Populares. De ese modo, comprobarían el funcionamiento de las asambleas, escucharían directamente a los electores. Y ante los planteamientos, podrían hacer allí aclaraciones útiles y no esperar para dar respuesta.
Daniel destaca el alcance que tiene la burocracia para frenar la operatividad y la agilidad para hallar soluciones, problema que daña tanto al Poder Popular. Y ese pensamiento burocrático se refleja también en la falta de acción ante múltiples entuertos y planteamientos de los electores. «Para gobernar —señala—, quienes lo hacen deben sentir ese ejercicio como propio: debe ser una cualidad del delegado, como de los dirigentes y funcionarios del CAM y de la Asamblea Municipal, que no escatimen tiempo y sacrificios para ello, además de poseer capacidad, sencillez, humildad y saber escuchar, entre otras cualidades».
Felicita Aldana (calle U, edificio E-14, apto. 20, Guatemala, Mayarí, Holguín) es obrera de la brigada de procesamiento del ostión de la unidad empresarial de base (UEB) Pesca Guatemala. Cuenta que hace cuatro meses Salud Pública visitó el salón donde laboran y ordenó cerrarlo por dificultades constructivas.
Entonces, el Director de la UEB planteó que en una semana se le daría solución al problema. Pero cada vez que los trabajadores se acercan a los directivos, les dan una justificación diferente. «¿Por qué —cuestiona ella— no nos declaran interruptos, y no como paro de trabajo? Ya llevamos cuatro meses sin laborar y sin cobrar un centavo (...) La granja está abarrotada de ostión, y este se va a perder.
«No se ve intención alguna de reparar el salón, y no se nos ha realizado ningún cambio de labor ni nos han ofertado otras opciones. Tenemos familias que mantener. ¿Qué va a pasar con nosotros?»
El pasado 27 de octubre, Carlos Moreno (Saco 2, Bayamo, Granma) viajó en el tren Bayamo-Grito de Yara, un transporte de utilidad pero que deja muy mala impresión, según sus palabras.
«Es un túnel de ruido, donde hay que hablar a voz en cuello. Salud Pública podría paralizarlo a primera vista. Para quien considera contemplar el paisaje, ni lo sueñe: cristales desvencijados y sucios lo impiden por completo. Y ni hablar de la suciedad ya proverbial de este tren de quién sabe qué categoría. Los baños emulan con ventaja con el peor chiquero. Y la gente no se inmuta.
«En ese tren instalan bancos, no muy cómodos, como asientos. Puede que aumente el número de pasajeros sentados y los del pasillo, pero es una solución truculenta que no tiene en cuenta la comodidad del viajero. Y —gran asombro— no tiene el tren asideros para los desafortunados que no alcancen banco.
El lector también describe otra situación cuya solución requiere, a su juicio, más sensibilidad que recursos. «Aquí en Bayamo, en las inmediaciones de la terminal de ferrocarril, hay una plazoleta donde se parquean los cocheros a tomar pasaje y dejan una suciedad imposible de disimular; todo eso en la proximidad del sitio llamado “Candonga”, donde se expenden alimentos. Es un paso muy transitado. Pero nada, se convive con la basura».
Señala Carlos Moreno que desafortunadamente estas situaciones son más comunes de lo que se cree. Y las soluciones no dependen en ocasiones de mejoría económica o recursos inexistentes. Bastaría un poco de voluntad, responsabilidad e interés, concluye.