Acuse de recibo
El pasado 8 de septiembre, reflejé la inquietud del consumidor Israel Romero, de Nuevitas, Camagüey, acerca de irregularidades con los envases de cuatro, cinco y 20 litros de aceite El Cocinero, de la Empresa Ecasol, que se venden en las tiendas de divisas de su localidad.
Aseguraba Israel que, en su andar de comprador, comprobó en 20 envases de cada tipo, que a los de cuatro y cinco litros les faltaban 250 mililitros; y a los de 20 litros, mil mililitros.
Lo preocupante, según el consumidor, era que intentó llamar reiteradamente a los teléfonos plasmados en las etiquetas del producto (204-7554 y 204-7555) y la operadora digital le respondía que no están asignados a ningún abonado. No obstante, Israel llamó a Etecsa y le dieron un número que es el que aparece registrado (207-9995). Lo marcó en diferentes horarios y nadie salía al teléfono.
Al respecto, responde Carlos Alberto Castelló, director general de Ecasol, que se visitó a Israel Romero, quien en su momento no presentó la queja al punto de venta donde adquirió los envases de referencia para que le dieran el tratamiento previsto y se hicieran las comprobaciones de volumen necesarias, con los instrumentos adecuados para ello. En tal caso, afirma, la cadena comercializadora podía presentar a Ecasol la reclamación correspondiente.
Apunta el director general que Israel no presentó a la visita correspondiente envases sin abrir que pudieran ser objeto de comprobación y prueba de su planteamiento. Y tampoco existe evidencia de las mediciones realizadas por el reclamante.
Agradezco la respuesta, pero situándome en el lugar del director general de Ecasol, reconocería sobremanera que alguien me alertara de que en envases sellados contentivos de aceite, había faltante considerable del producto, aun cuando el reclamante no pudiera presentar pruebas. Eso me pondría en alerta, para cortar cualquier repunte del desvergonzado engaño o robo al consumidor.
Y en torno al proceder de Israel, la historia ratifica que el cubano debe ser mucho más exigente, consecuente e inflexible en la defensa de sus derechos como consumidor.
Así, mis amigos, hay que reclamar cualquier barbaridad de este tipo en el sitio donde se registra, con las pruebas en la mano. Y también hay que conservar la evidencia de los hechos para, si no hay respuesta allí, seguir reivindicando el respeto a nuestros bolsillos más arriba.
Carlos Montó Fernández (Calzada de Managua Km. 15 ½ s/n, Granja Bolivia, Las Guásimas, Arroyo Naranjo, La Habana) cuenta que hace años la Empresa Eléctrica cambió el cable de distribución secundario del transformador que le brinda servicio a su familia.
Pero, apunta, el cable nuevo es de aluminio, y la acometida de la casa es de cobre. Además, el trabajo no quedó bien hecho. Constantemente hay fallas, o se interrumpe el servicio.
Carlos cuenta que ha reportado el problema varias veces. Y van, resuelven aparentemente y se retiran. Pero la solución es efímera como un remiendo; su efecto no dura ni dos horas.
«Soy ingeniero eléctrico, afirma, y conozco que la solución es tan sencilla como instalar conectores bimetálicos.
«¿Cuándo el ciudadano común se podrá defender de los errores de las grandes empresas? ¿Hay que esperar que se me queme el refrigerador y el televisor para que la Empresa Eléctrica me ponga en la lista, y algún día, cuando pueda, me los reponga?».