Acuse de recibo
En un país que requiere urgentemente elevar la producción agrícola, es imperdonable —diría que muy perturbador— el que las entidades estatales estén dilatando sus deudas con los productores de alimentos.
Historias al respecto las cuento cada vez que me llegan. Y los lectores recordarán la denuncia, reseñada aquí el 15 de marzo pasado, de Andrés Reynoso, criador de cerdos de la localidad tunera de Manatí.
Entonces, Andrés contaba que el 27 de diciembre vendió una cerda de 272 libras a la Empresa Porcina Las Tunas, mediante la Unidad Económica de Base (UEB) Porcina Manatí, a 10,60 pesos la libra de carne, y 3,5 kilogramos de pienso por kilogramo de peso del animal. A los dos días, el productor recibió el cheque para cobrar el dinero, pero no el pienso correspondiente. Y como él, estaban en la misma situación otros productores.
A pesar de que la compra se debe realizar contra pienso en existencia de almacenes, le instaron a que aguardara hasta el 15 de enero, cuando entraría el alimento animal, y se le entregaría.
El 20 de enero Andrés fue a la UEB Porcina Manatí, y aún no había pienso. El 27 de enero volvió y la misma respuesta para él y otros acreedores. Habló con la directora, quien le dijo que había una lista de pago del pienso con más de seis meses de atraso, y en esos momentos se saldaba la deuda con los productores afectados desde septiembre de 2011 y meses anteriores. Que debía esperar su turno.
Andrés fue a la Porcina varias veces, y sin respuesta. El 13 de marzo volvió y le respondieron que aún no sabían nada del pienso. «Es una falta de respeto engañarnos con el pago de la deuda, manifestaba él; pues en ningún momento han dejado de recoger cerdos en lo que va de año».
Al respecto, responde Estíncer López Cabrera, presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular de Manatí, que Andrés tenía toda la razón en su demanda. Existía una deuda de pienso contraída con los productores, debido a que la empresa productora de ese insumo en Santiago de Cuba incumplió sus planes de entrega pactados.
A la productora de pienso, explica, se le hizo la reclamación comercial, y no respondió. Y en tal sentido hubo que establecer formalmente contra ella demanda por daños y perjuicios.
Así, los dos primeros meses de 2012 fueron críticos en la entrega de piensos y materias primas a Las Tunas. En el caso de Manatí, en febrero recibió 107 500 toneladas métricas de pienso B, insuficientes para cubrir las demandas. Por ello, se priorizaron los convenios de ceba en proceso, los de ceba terminal para producción de carne y el pago de la deuda a 39 productores. Así se fue liquidando lo pendiente con los productores del municipio.
Pero a Andrés Reynaldo vinieron a pagarle el pienso en abril pasado. Y durante la investigación correspondiente, se comprobó que, junto a los problemas reales de suministros del insumo, un control gerencial de la empresa provincial arrojó problemas subjetivos en el proceso de dirección y de atención a los productores porcinos en Manatí.
Como consecuencia de ello, fueron separados definitivamente de sus cargos y de la entidad, la directora, el subdirector económico y el jefe de producción de la UEB Porcina Manatí; mientras que a la facturadora y al técnico territorial se les aplicaron descuentos, de un 25 y un cinco por ciento, respectivamente, de sus salarios correspondientes a un mes.
Agradezco al presidente del Poder Popular de Manatí la respuesta, y la activa participación que tuvo el Gobierno local en la investigación del asunto, al punto de que el vicepresidente del mismo para el Consumo y los Servicios, fue quien presidió la comisión investigadora.
La historia de la deuda del pienso con los productores de Manatí, deja tres lecturas a favor:
Primera: Lejos de parapetarse en justificaciones, los Gobiernos locales deben estar en el centro del control y la exigencia por los asuntos económicos del territorio. Segunda: Es más fácil concentrar la culpa en factores externos inevitables; pero suele suceder que, camuflados y recostados en estos, subsisten desatenciones y problemas de dirección internos. Tercera: la soga no tiene que romperse por el lado más débil.