Acuse de recibo
Me atrevo a afirmar que entre todos los problemas que encara la capital urgen con prioridad los de Mirtha Tundidor.
Allá en calle 5ta. No. 251, entre Segunda y Tercera, en el popular barrio de Mantilla, la mujer sigue esperando por un balón de oxígeno que la ayude a respirar, porque es asmática crónica grado III hace mucho tiempo. Y está padeciendo ya de broncoestasia-enfisema, por lo cual ha tenido que ser internada varias veces en el hospital Julio Trigo.
Los médicos que la atienden en ese centro asistencial determinaron que ella debe vivir con un balón de oxígeno en su casa y lo debe gestionar por su área de salud. En consecuencia, la doctora de la posta médica, con el resumen de historia clínica de Mirtha, le dio el certificado, el cual fue valorado por el Director del policlínico y la trabajadora social.
El siguiente paso fue cuando, el 16 de febrero pasado, Mirtha llevó los documentos requeridos a la farmacia de La Palma, en Calzada de Managua, entre Calzada de Bejucal y Porvenir. Pagó el servicio y le dijeron que esperara.
Mirtha llama frecuentemente a la farmacia y le dicen que todavía tiene que seguir esperando, sin que le orienten qué otra alternativa puede utilizar. No se entiende una respuesta vaga ni la lentitud en estos casos, porque es cuestión de vida o muerte. Dígame usted si no es prioridad…
Consuelo de la Cruz cría ganado bovino y ovino como miembro de la Cooperativa de Crédito y Servicios Roberto Macías Gallego, ubicada donde mismo ella vive: Altos de Quintero sin número, en Santiago de Cuba.
Ella tiene un pesar desde que en 2009 se levantaron cien petrocasas contiguas a su finca. En el movimiento de tierra y demás acciones, se derribó la cerca perimetral de Consuelo, y se anexaron parte de sus tierras para la ampliación de una avenida y la construcción de una central telefónica; a más de que se barrió con un jardín de rosas.
También se zanjeó para una conductora de agua de un metro de diámetro, en uno de cuyos veriles se despeñaron y mataron dos bovinos de la productora ganadera.
Asegura ella que todo se hizo sin pedirle permiso, «pues creían que las tierras eran estatales».
Consuelo reclamó, y en el mismo 2009 la visitó una comisión del Gobierno provincial, presidida por la Subdirectora de Inversiones de la Vivienda en el territorio. Fueron al terreno y verificaron los daños con sus propios ojos. Se acordó, a petición de Consuelo, y teniendo en cuenta que su casa estaba en pésimo estado y la de su hijo a medio hacer, que se le construyera una a la madre y se le terminara a él la suya. El compromiso incluía el alambre y las grampas para restituir la cerca derribada.
A propuesta de Consuelo, se acordó que ella y su hijo pagarían a los inversionistas el total del valor de las obras. «O sea, que no estábamos cobrando con ello las afectaciones hechas», apunta. Y lo aclara porque, según sus propias palabras, «nunca ha sido nuestra intención cobrar nada a la Revolución. En 1959 donamos media caballería para la construcción de varios albergues y una cocina-comedor, para el Plan de Becas de la Universidad de Oriente. En años posteriores se han realizado, con nuestro consentimiento y sin cobro alguno por los daños, las obras de cinco conductoras de agua de un metro de diámetro y una red eléctrica de alta tensión que atraviesan la finca, con las correspondientes afectaciones».
Consuelo se entrevistó con el Director de la Unidad Provincial Inversionista de la Vivienda (UPIV), quien le planteó que busque ella quien asuma la obra y ellos hacen el contrato de ejecución. Ha hecho esas gestiones sin resultado alguno. A mediados de 2010 habló con el Subdelegado Provincial del MICONS que atiende la construcción de viviendas para que ejecutaran la obra, y él le planteó que no tenía posibilidad.
No han faltado cartas a las autoridades provinciales. Pero todo sigue igual. La palabra empeñada se ha diluido. ¿Cómo es posible?