Acuse de recibo
Lo más triste de todo es la imperdurabilidad de tanto que un día se inauguró con fastos, la incapacidad para mantener lo que un día refulgió. Así mueren las cosas que debían prevalecer por su utilidad social. Y lo peor es que se marchita la confianza de la gente.
Daniel Conde Jacomino vive en Cuarteles 120, apto. 2, entre Avenida de las Misiones y Habana, en el municipio capitalino de La Habana Vieja. Sus ventanas prácticamente dan al parque infantil que se encuentra al lado de la Organización de Pioneros José Martí.
El área infantil, a solo unos metros del edificio de la Asamblea Provincial del Poder Popular en Ciudad de La Habana, apenas es ya la sombra de lo que un día fue. Refiere Daniel que el citado parque es hoy centro de reunión de jóvenes de 15 años en adelante, y de elementos antisociales «que lo han destruido, de tal forma que está totalmente inservible». De día, esos concurrentes gritan y perturban la paz de los vecinos.
En la noche no tiene iluminación y lo utilizan de baño público. La fetidez y las moscas llegan a las ventanas de los edificios adyacentes. En las sombras, concurren parejas que allí se «desplayan», sin importarles el respeto a los vecinos.
Como si fuera poco, en el área se encuentra ubicada una cisterna de agua, que abastece a quienes residen en las calles Cuarteles y Compostela, y puede contaminarse en medio de esos abandonos.
Daniel propone la clausura del parque, «por antihigiénico, por no tener las medidas mínimas para que un niño pueda jugar, por molestar a los vecinos…». Y sugiere crear allí un jardín cerrado que traiga belleza y paz al entorno, o un parqueo.
Comparto la preocupación central de Daniel, pero no la sugerencia. Lo más fácil sería «botar el sofá»; lo más sensato, recuperar ese parque, cercarlo y crearle protección para que los niños vuelvan a disfrutarlo. Pero al final, lo inaceptable es que continúe siendo un «tumbadero» de lo peor.
Bárbara Riol (Luz Caballero 1-G, entre Concha y Carlos Rojas, Colón, provincia de Matanzas) lo ha pensado más de una vez para decidirse a pasar días en un campismo popular, con su niña de cuatro años. Y la razón es comprensible: la pequeña padece una inmunodeficiencia celular, y requiere de atenciones diferenciadas y especiales.
Pero Bárbara se arriesgó un día. Decidió disfrutar con su familia en la base de campismo popular Victoria de Girón, en la Ciénaga de Zapata, aun con el presentimiento de que tendría que irse.
Sin embargo, cuando llegó y conversó con el director, Justo García Bacallao, se percató de que siempre hay un ángel de la protección y la cordialidad dondequiera, por más golpes que nos dé la vida.
«Justo, una persona muy modesta y sencilla —señala—, me brindó todo su apoyo y puso en función a su colectivo, que no puedo dejar de mencionar».
Bárbara no quiere obviar a ninguno de los trabajadores que tuvieron la delicadeza de distinguir la situación muy particular de su nena: Dionisio Sánchez, Ariel Medina, Douglas Sánchez, Eleidis Pico, Odalis Sotolongo, Alberto Santana, Armando León, Yoniel González, Julián Barrera, René Anturia, Jorge Luis Travieso, Ernán Raúl, Ramón Sardina y Osmani Alonso.
Felicidades a ese colectivo, por la sensibilidad para arrimar mucho más el corazón a su servicio, y distinguirse de tantos mediocres que pululan por ahí, sin mirar con detalles, sin distinguir al prójimo ni crecerse para buscar la felicidad ajena.