Acuse de recibo
Para vergüenza cubana, las pérdidas y sustracciones de bultos postales siguen empañando la imagen de Correos de Cuba, por más loables intenciones que tengan sus directivos y buena parte de sus trabajadores.
Regularmente, Correos de Cuba responde a esos casos reflejados aquí, en los cuales se comprueba desde la sustracción o modificación del contenido de los paquetes, hasta la pérdida total de los mismos. Cuando se detectan los autores de esas tropelías, toman severas medidas, que incluyen la acción de los tribunales. Pero no siempre se logra determinar los responsables de tales vilezas.
Correos de Cuba se disculpa con los clientes y los indemniza, de acuerdo con el peso del bulto, según el Manual de Procedimientos que rige esa actividad.
Pero los indemnizados están inconformes con esa valoración, que tarifa según kilogramos y no por el valor de los bienes que se «extravían», muchas veces adquiridos en CUC. Así, a manera de ejemplo: por unos zapatos de marca, un reloj Omega y un medicamento costosísimo y escaso pueden pagar la décima parte de lo que ofrecerían por un paquete con 20 libras de arroz.
Ada Elba Matos, de calle 78 número 1703 altos, entre 17 y 19, municipio capitalino de Playa, es una de esas víctimas que cuestiona la tarifa: Se extravió el bulto postal 001921615 que fuera impuesto el 21 de julio de 2006, en Imías, Guantánamo, y cuyo destinatario era la propia Ada Elba. Ante su reclamación, Correos de Cuba se excusó, y la indemnizó con 345 pesos. Sin embargo, los bienes contenidos en aquel paquete —ropa, calzado y artículos de tocador— estaban valorados en 315,95 CUC y 82,50 pesos.
Ella considera injusta e inadmisible la indemnización de Correos de Cuba a los clientes, teniendo en cuenta los sacrificios que, en un país con dualidad monetaria, debe hacer el ciudadano para adquirir y poseer esos productos.
Y lo peor es que se produzcan tales fechorías, que afectan la confianza de los clientes en una institución tan importante, con una gran mayoría de honestos trabajadores, justos que pagan por esos pecadores con manos sueltas.
Si el mal no se neutraliza definitivamente, Correos de Cuba seguirá concitando inconformidades con sus reglas para la indemnización, a más de la secuela ética y moral que ello va dejando.
Yusner Nueva, de la CPA 17 de Mayo, en Candonga, municipio santiaguero de Palma Soriano, cuenta que su hermana impuso un bulto en el correo de Candonga para Zoraida Peñate, en Boca de Camarioca, Matanzas, el 8 de agosto de 2006. Y el 24 de julio pasado aún no había arribado a su destino.
Ángel Isaac Sánchez, de U-304, apartamento 7, Micro 9, Distrito José Martí, de Santiago de Cuba, envió un bulto el 18 de mayo pasado con destino a Pinar del Río. Contenía dos pomos de aceite, una bolsa de leche, una de chocolate, una lata de leche condensada, una de pimientos y otra de atún, una lata de galletas, dos jabones de lavar, un pomo de aceitunas, una cortina de baño y un paquete de detergente Radiante. Solo sobrevivieron el chocolate, la lata de pimiento y algo más. La indemnización fue de 35 pesos.
Guillermina Reyna Arévalo, de Edificio 12, apartamento 2, comunidad Nicaragua, en Jimaguayú, Camagüey, cuenta que el pasado 13 de junio recibió un paquete enviado desde el Tercer Frente, en Santiago de Cuba. El mismo, al momento de su imposición, contenía un par de chancletas de 3,40 CUC, diez latas de carne prensada y cuatro paquetes de almohadillas sanitarias Íntima.
Solo llegaron las «Íntimas». Le extrajeron el resto, y en su lugar pusieron un mango grande y dos plátanos que, lógicamente, llegaron podridos; tan podridos como la catadura de quienes perpetraron tal suceso. Han pasado más de dos meses y aún ella no ha tenido respuesta.
Eloísa Melián, de calle 184 número 28907, Lutgardita, municipio capitalino de Boyeros, envió el 22 de mayo pasado un paquete a Aida Guerra, en Finca Coronado, Limonar, Matanzas. El contenido eran bolsas de colostomía para su cuñada que está operada y se le dificulta conseguirlas. El pasado 13 de agosto, cuando me escribió, aún no había arribado a su destino el bulto postal. Hasta bolsas de colostomía, que una enferma requiere. ¿Hasta dónde y hasta cuándo?