Acuse de recibo
¿Qué sucede con el cobro de la tarifa eléctrica cuando la vivienda de un cliente permanece cerrada por un tiempo? ¿Es a suerte y verdad de lo que entienda la empresa Eléctrica? De alguna manera ese fue el caso de Idania Caballero, reflejado en esta sección el pasado 8 de febrero.
Idania, quien reside en calle 31 número 32003, entre 320 y 322, reparto Fraga, municipio capitalino de La Lisa, denunciaba entonces que su casa estuvo cerrada por un tiempo, y como el lector cobrador no pudo tener acceso al metro contador, se le aplicó la lectura del mes anterior, que era atípica en su promedio de gastos, pues coincidía con vacaciones.
Desde entonces, señalaba la lectora, se había dirigido en cinco ocasiones a la Organización Básica Eléctrica (OBE) correspondiente, para que le hicieran los ajustes, sin que lograra su propósito hasta entonces.
Al respecto hoy responde Israel Dixon, especialista en Atención a la Población y Daño a la Propiedad de la Organización Básica Eléctrica provincial de Ciudad de La Habana, quien señala que a raíz de lo publicado, se visitó personalmente a la clienta.
Apunta el funcionario que al investigarse el caso, se comprobó que no fue ninguna atribución del lector cobrador. Al encontrarse la vivienda cerrada, y no haber acceso al metro contador, los cobros de noviembre y diciembre de 2006 y de enero de 2007 se ajustaron automáticamente por un programa informatizado, teniendo en cuenta el consumo promedio de los últimos 12 meses, derivado de la lectura real del metro contador.
En consecuencia, precisa, se le realizó un ajuste a la clienta y se le reintegró el importe de 129 pesos con 90 centavos. Aclara Dixon que «estos casos no resultan usuales. Cuando ocurre, y se demuestra, como en el ejemplo de Idania, se reintegra lo cobrado en exceso. Le ofrecemos disculpas a la compañera por las molestias ocasionadas».
La segunda carta es también una respuesta, en este caso de la ingeniera Ana Remis Castro, jefa del Departamento de Atención al Cliente de Aguas de La Habana, a la queja aparecida aquí el pasado 22 de febrero, a nombre de Celina Elieta Gil, del edificio situado en Manrique número 2, entre San Lázaro y Malecón, en la capital.
En aquella ocasión, Celina denunciaba, en nombre de los 200 residentes de ese inmueble, la insoportable tupición de aguas albañales que sufren hace años en el sótano del mismo, ocasionada por las obras de una inmobiliaria colindante y otras obras del Plan Malecón.
Cada vez que se revuelve aquello, el agua llega hasta el foso de los ascensores y en ocasiones hasta los relojes contadores. Peligro mayúsculo. Aparece el carro de alta presión como paliativo, pero la solución definitiva no llega.
A propósito, aclara la ingeniera Remis que en visita de inspección realizada, se comprobó que a pesar de haber trabajado en el lugar, la afectación persiste.
Por ello, «se ordenó desobstruir y reparar el entronque del sótano, además de hacer un registro de inspección en la acera con el objetivo de detectar posibles obstrucciones». Tales trabajos serán ejecutados en el próximo mes de junio y serán chequeados por Aguas de La Habana hasta su total conclusión, asegura la funcionaria.
Hoy quiero disculparme con muchos lectores que, con toda razón, se impacientan porque no ven publicada o tramitada su carta con la celeridad que necesitan. Y ello incluye también las misivas de respuesta de organismos e instituciones, que demoran en revelarse en esta columna.
La razón es sencillamente un asunto de volumen. Es demasiada correspondencia para el espacio de publicación de que disponemos, y son también muchas cartas las que tramitamos a instituciones. Y todo ello lleva un trabajo de aseguramiento y dedicación de este colectivo, al que no escapa ni el mismísimo tiempo del director de nuestro periódico.