Acuse de recibo
Entre aguas crecientes, me escribe Graciela González Mojena, en nombre de los vecinos de Vía Monumental kilómetro 16 y medio, La Treinta, perteneciente al municipio capitalino de Guanabacoa.
Y no es para menos su alerta: cerca de ese vecindario tiene su cauce el río Aldama, que nace por la presa La Guayaba, y alimenta la de La Palma. Y ese río está en peligro, señala la lectora.
Resulta que la cantera Quiebra Hacha, por su sistema tecnológico, deposita el lodo en su propio dique. Pero, por razones desconocidas para los vecinos, hace unos días este centro comenzó a verter sus desechos al río.
Graciela señala que el impacto medioambiental de esa decisión es serio, pues con ello peligra la vida de los peces. Y en lo social no menos:
«Nos están dejando incomunicados —denuncia—. Por la ubicación del vecindario de la cantera 30, no tenemos salida a la Monumental. El único camino que tenemos está siendo cubierto por el agua en retroceso, que es por horas y no por días. Si no hay solución quedaremos como en una isla desierta».
De continuar el despliegue de las aguas, los niños no podrán ir a la escuela, ni los trabajadores a sus centros laborales, sentencia Graciela.
La segunda misiva la envía Bárbara Mendoza, del central Boris Luis Santa Coloma, del municipio habanero de Madruga. Y también es un alerta, pero de otro tipo de contaminación, que puede tener efectos más perniciosos a largo plazo.
Señala Bárbara que el pasado 27 de enero, vísperas de la conmemoración del natalicio de José Martí, y en una explanada céntrica de Madruga conocida como La Plaza, se organizó un bailable amenizado por «un conocido grupo de la capital».
Lo que sucedió allí lo describe así la remitente: «Eran de tal magnitud las malas palabras de las letras de las canciones, ampliadas en los altavoces, que muchos vecinos llamaron al Poder Popular y al Sectorial de Cultura, porque la mayoría de los asistentes a la fiesta eran jóvenes y adolescentes».
«¿Es que por ser Madruga un pueblo de campo tenemos que soportar eso? —pregunta indignada Bárbara—. ¿Qué educación le damos a nuestros hijos? ¿Estamos obligados a tolerar esta situación en nuestro propio terruño?».
La tercera misiva la envía Juan Medina Rodríguez, de Andrés Puente 19, entre Santiago y Tomás Padró, en la ciudad de Santiago de Cuba. Y es algo así como añoranza por los cines.
Relata Juan que en los 90 se cerró el cine Cuba de esa ciudad, para hacerle una reparación. En julio de 2005, y con motivo del aniversario 490 de la fundación de la ciudad, se reabrió flamante esa sala de proyecciones, para dar funciones en pantalla grande (35 milímetros) y en video.
Pero luego que tanto se divulgó esa restauración, la felicidad duró poco. Al año de su reapertura, presentaba problemas con las instalaciones eléctricas. Y estas son las horas en que el Cuba permanece de nuevo cerrado, en medio de un panorama crítico en cuanto a cines en Santiago. El Rialto también se encuentra clausurado por problemas eléctricos.
Juan solicita una respuesta de la entidad correspondiente, y este redactor le incorpora algunas inquietudes: ¿Qué sucedió con esa restauración que tan poco duró? ¿Santiago de Cuba perderá sus cines, y la magia de la pantalla ancha en la sala oscura, como está sucediendo en muchos sitios del país?
¿Habrá que ceñirse al moderno video, ese artilugio de la tecnología muy socorrido y ágil, pero incapaz de sustituir por ahora el encanto de una sala de proyecciones?