Su mamá (a la izquierda), el doctor y el resto de su familia ansían que Joel comience el regreso a una vida normal. Autor: Ana María Domínguez Cruz Publicado: 21/09/2017 | 05:18 pm
«Vine con el periódico en una mano y las esperanzas en la otra y sé que esos calzoncillos nuevos que traje en el maletín ni me los voy a estrenar, porque llegué así, pero tengo fe en que regresaré a Jovellanos siendo otro… Seguro que sí».
Pocas veces, para no decir que excepcionalmente, se conoce a alguien como Joel de Jesús Peña Sterling, un matancero jovial y jaranero, de 43 años, que con cerca de 800 libras de peso ocupa nada menos que dos camas, las 17 y 18, en una de las salas del Instituto de Endocrinología, en La Habana.
Mi cuerpo está enfermo, dice él, pero su mente muestra estar sana, optimista, desde que el pasado 20 de febrero llegó a la institución capitalina.
Joel espera que los análisis y exámenes previos arrojen buenos resultados para que pueda someterse a la cirugía bariátrica, y con esta reducir su peso corporal. Ese fue el motivo por el que se trasladó desde su pueblo hasta acá, siguiéndole la pista al doctor Antonio Portie Félix, de cuya existencia conoció en el trabajo publicado por esta reportera en JR con el título ¿Cambio de vida?, el 2 de noviembre de 2010.
«Aquí tengo recortada la hoja del artículo —dice—, y lo muestra. Con esta busqué al doctor y le hice todas las preguntas. Él puede operarme, me explicó, y después me toca a mí seguir sus orientaciones al pie de la letra. Ahora espero lo que tenga que esperar con tal de que todo salga bien y pueda volver a tener una vida normal.
«Mire, venir en una ambulancia fue casi imposible. Mi familia, mis amigos y los vecinos me montaron en una camioneta, en la que por la puerta cabe un tanque de 55 galones.
Aun así fue difícil, la gente gritaba que me echaran grasa en la barriga para poder entrar, y al final inventaron hasta un mecanismo similar a una polea, y con unos cantos en la puerta, me subieron. Todos los que estaban mirando aplaudieron y me gritaron cosas buenas. Por eso les dije que se fijaran bien en mí, que cuando regresara de La Habana no me iban a reconocer.
Origen de un asombro
Cuenta Irene Teresa Sterling, la mamá de Joel, que aunque siempre fue un niño con libritas de más, nunca pensó que pudiera engordar tanto.
«Era un muchacho de peso promedio, ni flaco ni obeso. Con 18 años pesaba 140 libras, aproximadamente, cuando viajó a Angola. Allá integró la Compañía de Infantería Motorizada, una banda de música y sirvió como chofer. Todo pudo hacerlo sin impedimento físico», detalló Irene.
El problema «gordo» vino después, comenta su tío Cirilo Sterling, pues Joel estudió Construcción civil y luego de un tiempo de trabajar en ese especialidad, decidió abrir una pizzería como negocio por cuenta propia. Al principio él era quien cocinaba, pues le gusta mucho.
«En esos días comía hasta diez pizzas diarias, además de la comida. Me trasladaba en el carro si tenía que hacer alguna gestión, y como tiempo después tuve una computadora, incursioné bastante en el mundo de la informática, que es un trabajo muy pasivo», narró Joel.
Sin el ánimo de hacer ejercicios ni de controlar su alimentación, aumentaba su peso con rapidez. «No le hacía caso a mi mamá ni a nadie que me alertara por todo lo que comía; me descuidé demasiado. Hace un año estaba por las 650 libras, que fue la última vez que pude pesarme, y desde entonces hasta acá he hecho mi vida así».
Hace igual tiempo debutó como diabético insulinodependiente y con otras afecciones, sobre todo respiratorias, añade su mamá, quien especifica que a partir del 19 de mayo del año pasado la situación de su hijo empeoró.
«Él mantenía una vida sedentaria, y además de eso, comía mucho. En esa fecha tuvimos problemas familiares y Joel se deprimió bastante. Como consecuencia, sus pies ya no pudieron sostenerlo. Su vida se limitó entonces a permanecer en cama y cuando más, en el butacón cerca de esta, sin dejar de comer; así, más complicaciones le fueron apareciendo y dado su aumento progresivo de peso, estimamos que esté ahora alrededor de las 800 libras», agregó.
No fue hasta que leyó el trabajo ¿Cambio de vida? que realmente Joel asumió su estado como el de una de esas personas que tiene en la cirugía su única salvación, refiere su amigo Irán Rodríguez.
«Nos demoramos de todos modos, porque él siempre pensó que las cosas podían solucionarse, pero ya su vida se ha deteriorado mucho. Por eso, con el teléfono en la mano, las gestiones pertinentes en camino y su estado estable, decidimos que había que sacarlo de Jovellanos y que hasta aquí no nos paraba nadie», añadió.
Reto inigualable
Las personas de entre 18 y 60 años que padezcan una obesidad severa o mórbida, como Joel, o incluso una menor durante más de cinco años, sin origen endocrino, y que hayan fracasado en su intento por bajar de peso, ya sea por tratamiento farmacológico, higiénico-dietético o por ejercicios, reúnen los requisitos para aspirar a la cirugía bariátrica.
Así explicó el doctor Antonio Portie Félix, jefe del Grupo Multidisciplinario de Cirugía Bariátrica del Hospital Calixto García, quien insiste en que el paciente no debe padecer alcoholismo crónico, trastornos psiquiátricos ni drogadicción.
«La cirugía bariátrica se realiza por métodos tradicionales y su objetivo es disminuir el peso corporal del paciente mediante la reducción de la capacidad del estómago con cortes o plicaturas, la actuación sobre la absorción de los alimentos o la combinación de ambos procederes, lo que la hace una cirugía mixta.
«Pueden emplearse técnicas simples o complejas, entre estas el by pass, la derivación gástrica y la derivación biliopancreática. Forman parte de esta última las técnicas Portie I y II, creadas y patentadas por el especialista, que toman en cuenta las especificidades de cada paciente», explicó el cirujano.
Ambas técnicas —añadió— reducen la capacidad estomacal, sin cortar, para que se ingiera menos comida, y se realiza una separación del intestino delgado en dos partes, una de las cuales se une al estómago para transportar los alimentos, y la otra se limita a los jugos pancreático, biliar e intestinal proximal, con lo que se evita el paso de los alimentos a través de una gran parte del estómago y el duodeno.
«Las dos partes separadas del intestino se unen en la parte terminal del intestino delgado a través de una Y de Roux, a una distancia de entre 50 y 120 centímetros del inicio del intestino grueso, uniéndose de esta forma los alimentos con los jugos digestivos. Así se reduce la absorción de grasa y de otros nutrientes, tanto con la Portie I como con la II. La diferencia solo se establece en que en esta última, realizada en pacientes cuyo grado de obesidad no es tan grave, no se realizan pliegues de la curvatura mayor del estómago», puntualizó Portie Félix.
En el caso de Joel, apuntó el especialista, a quien no se le ha podido determinar aún su grado de obesidad mediante el cálculo del Índice de Masa Corporal, es decir, dividiendo el valor de su peso corporal en kilogramos, entre el valor de su estatura en centímetros, al cuadrado, es incuestionable que amerita una técnica quirúrgica Portie I.
«Joel es un gran desafío quirúrgico y biológico, por muchas razones. En la literatura universal consta que las personas que arriban a este peso generalmente no sobrepasan los 40 años, pues fallecen antes debido a diversas complicaciones relacionadas. En mi caso, todavía no he intervenido a ningún paciente con esta situación».
—¿Es la cirugía bariátrica su única opción?
—Es incuestionable que sí es su única alternativa, pues solo una de cada diez personas con obesidad mórbida es capaz de perder peso mediante dietas y ejercicios; el resto presenta efectos muy inestables y debe recurrir a esta.
«Todavía debemos esperar a que los compañeros de Electromedicina nos ayuden, pues no contamos con una mesa de operaciones capaz de soportar el peso de Joel durante la intervención. Ellos elaborarán unos aditamentos que permitirán colocarlo en las tres posiciones de altura y lateral necesarias.
«Sin embargo, y eso Joel lo sabe ya, la intervención quirúrgica no es mágica. Si no respeta las indicaciones postoperatorias, es decir, un régimen de vida basado en una dieta restringida y balanceada y ejercicios físicos que la complementan, con el objetivo de perder de uno a dos kilogramos diarios en el primer mes, y luego solo uno al día en los meses posteriores, no habrá valido la pena tanto esfuerzo», enfatizó el doctor.
Después que Joel recupere su peso saludable podrá someterse a una cirugía reconstructiva o de rescate para eliminar los excesos de piel en el cuello, brazos, piernas, muslos… que le dificulten la movilidad y el desempeño de sus actividades. Volverá a tener una vida normal, productiva y social, y quizá lo piense mejor antes de excederse en las cenas de fin de año o en alguna que otra celebración.
—¿Tendrás la fuerza de voluntad que necesitas para cumplir con esas restricciones?, le pregunto a Joel.
—Por supuesto… Ya le digo, periodista… Con usted se me abrió el camino y aquí estoy. Cuando vea a un tipo gordo parecido a mí, ¡mírelo bien!, porque ese no voy a ser yo.
«La fuerza de voluntad que no tuve antes ya la tengo de sobra. Me han ayudado mucho, me han tratado muy bien, y la fe que necesito me llena, que así sí que es saludable», afirmó Joel.