A menudo las personas, y en particular los jóvenes, se exponen a elevados volúmenes de música durante actividades recreativas. Ahora no lamentamos los efectos de esta práctica, pero el tiempo es implacable. Autor: Roberto Suárez Publicado: 21/09/2017 | 05:08 pm
No hay nada que replicar. Lo afirmó la Organización Mundial de la Salud (OMS): el 76 por ciento de la población que habita en los grandes centros urbanos del planeta está afectada por la contaminación acústica. Y, por tanto, en su calidad de vida.
Con poca bulla y muchas «nueces», este miércoles —27 de abril— se celebró el Día Internacional de Conciencia por el Ruido. No fue por gusto. Constituyó uno de los contaminantes más agresivos del siglo XX. Y lo sigue siendo en este.
Estrés, irritabilidad, hipertensión, dolores de cabeza, taquicardia, ansiedad y alteración del sueño, son algunos de los padecimientos a su cuenta.
Constituyen enfermedades provocadas por la invasión sonora debido a la actividad humana. El ruido es un contaminante invisible, tanto, que las personas a veces no reparan en él. Lo toman como algo natural, inevitable, a menos que sea tan alto y reiterado que se convierta en algo verdaderamente insoportable.
En las páginas de nuestro diario, y en el resto de los espacios de los medios informativos, con frecuencia se da cuenta de estos fenómenos. La prensa cubana denuncia mucho, por ejemplo, los excesos en discotecas, cafeterías, restaurantes y demás centros nocturnos; áreas de «recreación», cervecerías improvisadas…
Mas dan por normal el ruido de los automóviles, los que emanan de labores de construcción y reparación en calles y vecindades, avenidas y centros comerciales, y el traqueteo en fábricas y talleres.
Ciudad bulla
Según un reporte del sitio digital de la Radio y Televisión Española (www.rtve.es), para la OMS el exceso de ruido en las ciudades europeas provoca 50 000 infartos anuales. A esto se suma la pérdida cada vez más prematura de la audición.
Dicen los expertos que la merma acústica debido a la edad, que ocurría décadas atrás a los 60-65 años, ahora se adelanta: ya la sufren quienes tienen 50-55 años de vida.
La OMS —continúa el despacho— recomienda que el ruido ambiente no supere los 65 decibeles; sin embargo, en las grandes ciudades es común que el escándalo alcance picos de hasta 80 decibeles. Se dice fácil, mas esta cifra es precisamente el límite en el que el oído humano sufre daños.
Según un nuevo estudio publicado en la revista British Medical Journal, y del que da cuenta la revista Muy Interesante, las empresas ruidosas duplican el riesgo de los empleados de padecer enfermedades cardiacas.
Así lo concluyó un estudio de la universidad canadiense British Columbia. Según este, quienes trabajan en un lugar con mucho ruido tienen dos o incluso tres veces más posibilidades de contraer graves problemas cardiacos en comparación con quienes laboran en espacios con sonidos moderados.
Los laborantes en factorías bulliciosas tienen, así, mayor riesgo de sufrir angina de pecho, infarto de miocardio e hipertensión. Es decir, concluyó la investigación: el ruido es un asunto de salud ocupacional importante que merece especial atención.
Nadie escapa
Las fuentes emisoras de ruido son muchas. Están en las calles, las casas, las escuelas, las factorías, las tiendas, la gastronomía… El tránsito vehicular es uno de los más «patógenos». Según la OMS, el ruido provocado por este constituye «la segunda enfermedad por motivos medioambientales»; solo le supera la contaminación atmosférica.
El primer Informe mundial sobre las consecuencias negativas derivadas del ruido provocado por el tráfico de vehículos, también a cargo de la Organización Mundial de la Salud, indica que este deriva en insomnio, problemas de aprendizaje, crisis cardiovasculares e incluso en la enfermedad de tinnitus o acúfenos —es decir, oír ruidos cuando no hay una fuente sonora externa.
Tales patologías aparecen en quienes están expuestos constantemente al paso de coches, motos, camiones, trenes y aviones.
Según el documento —también reseñado en www.elmundo.es—, el 1,8 por ciento de los ataques al corazón en los países europeos de elevados ingresos se puede atribuir a niveles de ruido del tráfico superior a los 60 decibeles.
Como consecuencia del ruido ambiental, solo en Europa se pierden 61 000 años debido a enfermedades isquémicas, 45 000 años por daño cognitivo en los niños, 903 000 años por problemas de sueño y 22 000 años por tinnitus.
Canta canario
Y no solo de seres humanos se trata. Hasta las aves sufren.
Según un artículo de la revista Behavioral Ecology reseñado en el sitio digital www.publico.es, los pájaros urbanos dedican más tiempo que el que debieran a cantar para compensar el ruido. Y ni siquiera reparan en sus depredadores.
La investigación tomó como indicadores a los verdecillos, pequeñas aves canoras que han colonizado las regiones urbanas europeas y que emplean hasta el 60 por ciento del tiempo en cantar para tratar de equilibrarse emocionalmente ante tanto ruido que las rodea.
Este estudio, al cual Juventud Rebelde hizo referencia en su edición de este jueves, menciona el interés creciente sobre la posible respuesta de los organismos a los cambios globales derivados de la influencia de los humanos en el funcionamiento del planeta.
Hablando bajito
La pérdida de audición es una de las experiencias más aislantes por las que puede atravesar el ser humano, según señalaban varias notas de prensa al recordar este 27 de abril el surgimiento del Día Internacional de Conciencia por el Ruido.
Es una iniciativa que se remonta a 1995, cuando la Liga para la Discapacidad Auditiva (League for the Hard of Hearing) acordó celebrar anualmente una jornada mundial para sensibilizar sobre los trastornos que implica el ruido excesivo en las sociedades contemporáneas.
Pandemia mundial, la contaminación sonora amenaza con convertirse en nuestra compañera indeseable por el resto de nuestras vidas. Aquí les dejamos seis recetas para intentar combatirla. Las tomamos del sitio digital www.noticias.com y las adaptamos a nuestra realidad.
Son recomendaciones valederas. No obstante, hay una clave maestra para evitar el ruido. Es única y perfecta: no convertirnos nosotros mismos en sus emisores. Y también sería útil persuadir a los miembros de nuestro núcleo familiar, vecinos y amigos para que tampoco sean fuente de ruido.
Recetas para disminuir los daños por contaminación sonora:
•Reducir el tiempo de uso de auriculares para oír música. Estos provocan un impacto directo en el conducto auditivo y derivan en daños en este y en una mayor secreción de cerumen.
•Utilizar protectores auditivos para trabajar en ambientes ruidosos, escuchar música en conciertos o discotecas, e incluso para dormir en ambientes con contaminación sonora.
•Bajar el volumen de la música o del televisor si no se pueden oír conversaciones cercanas.
•Cerrar las ventanas para protegernos del ruido exterior.
•Asegurarnos de que los equipos electrodomésticos, máquinas herramientas y otros equipos que adquiramos para la casa o el taller particular no sean excesivamente ruidosos.
•Concientizar a nuestros compañeros de trabajo sobre los daños que provoca la contaminación sonora para la salud propia, del resto de los colegas y en las comunidades aledañas.