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Lo imprescindible

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El Duende

Una amiga de las que llegan sin pedir permiso y se instalan en las querencias más hondas, envió este correo. Me conmovió tanto que preferí no guardármelo. Sus palabras deben flamearse como tercos avisos del horizonte posible. Le pido perdón a ella y comparto:

Mi casa está en peligro de derrumbe. Se van a caer el techo y la pared del frente, y como es lógico no podemos estar ahí. Por el momento estamos viviendo con unas amistades pero no podremos estar por más días. No hay respuestas de si nos van a dar albergue y no hay por el momento materiales para reparar nada porque son muchos los que tienen derrumbes totales y ellos son prioridad.

Por ahora, sigo con mis cosas guardadas aquí y allá, donde pueda, con una mochila al hombro con lo necesario para sobrevivir un día más sin perder la calma, porque a fin de cuentas para qué voy a quejarme de que no tengo zapatos cuando hay quienes no tienen pies.

Lo que realmente me duele no es la casa en sí, no son las cosas perdidas ni las que se perderán, lo que realmente me duele son los «Personal Belongins». Esos objetos que te cuentan tu historia, que te dicen lo que fuiste y lo que fueron tus antepasados.

Es muy difícil vivir sin un rinconcito de la casa donde fuiste muy feliz o lloraste mucho. Quedarte sin el sillón donde te mecieron desde niña. Tener que guardar en cajas tus libros favoritos, los que lees cada noche, porque no los pones nunca en un librero lejos de ti. Lo que duele es aquel papelito donde alguien te escribió cuán importante eras para él; o la postal, la primera postal del Día de las Madres que le hiciste a tú mamá y que ella aún conserva.

No puedo vivir muchos días sin pasar por esos recuerdos, siempre estoy buscando en ellos motivos de alegría. Cada vez que he tenido que recoger mis cosas para un ciclón —y créeme que han sido muchas, porque mi barrio se ahoga al primer aguacero—, socorro primero esas cosas imprescindibles y que ahora para salvarlas debo dejarlas con extraños que quizá no entiendan de qué se trata.

(...) Una vez Guillermo fue el gran horcón que supo mantener mis ilusiones vivas. Hoy tengo muchos motivos para alegrarme: tengo dos o tres amigos de verdad; unas compañeras de trabajo magníficas, que viven para hacerme la vida feliz.

Tengo un hombre claro, «que amo y me ama sin pedir nada, o casi nada, que no es lo mismo pero es igual». Tengo unos cactus, un pino en miniatura, un par de begonias y una cinta, una gata con tres gatitos que a pesar de mi inconformidad se me colaron al cuarto; mi colección de Teclas, dos o tres poemas, algunas fotos imprescindibles, una canción por género.

Tengo una madre excepcional, que solo porque es muy mía en su anonimato se dice que seguimos el ejemplo de Mariana. Tengo una hermana menor que por ser menor me da los mayores problemas. Tengo un nuevo amigo, que llegó para salvarme del pesimismo y ocuparme en ternuras que desde hacía tiempo había dejado truncas. «Tengo, vamos a ver, tengo, lo que tenía que tener».

Ciego de Ávila, La Habana y UCLV

Nacerá otra tertulia ocurrente este sábado en Ciego de Ávila. El domingo: los habaneros tendrán su encuentro en hora y sitio habituales. Y en la UCLV, la «duendada» es el próximo miércoles.

Semilla

Nada es el hombre en sí y todo lo que es él lo pone en él su pueblo. José Martí

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