Los estrechos vínculos comerciales con el Norte le garantizan a México el andar, pero también le sitúan en entuertos. Autor: Twitter Publicado: 13/05/2020 | 05:57 pm
Que los Estados se preocupen desde ya por la recuperación económica y la vuelta a la normalidad para cuando venzamos la Covid-19 no solo es un deber razonable, sino sabio.
Lo que podría no ser tan lógico ni de tanta sapiencia, sería asegurar la salud económica arriesgando la de los humanos. Menos, si el ánimo está provocado por intereses mezquinos.
Sin embargo, las tempranas experiencias de «recaídas» después que en muchos lugares podía pensarse que había pasado lo peor, resultarían una advertencia acerca de que no es menester apurarse demasiado. Todavía no está demostrado que país alguno haya infligido al virus una derrota absoluta y total…
Cada decisión es propia y obedecerá a la cada realidad nacional. Lo que sí se siente repudiable es que alguna potencia presione para que la ciudadanía de otra nación quede expuesta.
Tal es la amenaza que ha planeado sobre México, otra vez atenazado por una administración vecina que sigue pensando más en los intereses políticos que en las personas. Los estrechos vínculos comerciales con el Norte le garantizan a México el andar, pero también le sitúan en entuertos como el provocado por Donald Trump el año pasado, cuando amenazó al ejecutivo de al lado subir los aranceles a los productos mexicanos que tienen mercado en EE. UU., si no se hacía cargo de los migrantes provenientes de Centroamérica.
Ahora, el líder del partido en el poder (Morena), Alfonso Ramírez Cuéllar, ha acusado al ejecutivo sentado en la Casa Blanca y, personalmente, a su embajador, Christopher Landau, de querer forzar a México para que retome las actividades productivas.
«La presión ejercida por un grupo de senadores y por el Embajador norteamericano en México resultan inaceptables», dijo Ramírez Cuéllar quien, según la versión, no desconoció la importancia de reabrir las fábricas para aminorar las negativas consecuencias económicas y sociales ocasionadas por la pandemia; pero también estimó que se debe privilegiar la salud de los trabajadores mexicanos.
Con tono injerencista, en una conferencia de prensa dictada el viernes en The Wilson Center, el representante diplomático estadounidense dijo sentirse preocupado por el manejo que México estaba haciendo de la reapertura de las cadenas internacionales de suministros, y criticó que no lo decidiera de manera «coordinada» con Estados Unidos.
Y Washington, ¿con quién coordina?
El afán electoralista de Trump ya sabemos que no repara en nada. Y ahora ha anunciado también la medida inédita e insólita de cerrar las fronteras totalmente a los migrantes, dice que para salvaguardar los puestos laborales de los suyos en momentos en que con la Covid-10, estallan todas las crisis. Incluso analistas de su patio aseguran que se trata de otra estrategia con vista a su deseo de reelección, y para lo cual ha echado mano al que fue su caballo de batalla en las elecciones de 2016: la migración.
También hay empujones desde adentro, como los de las maquiladoras, precisamente, de Estados Unidos, principalmente las del sector automotor, asentadas en estados limítrofes norteños como Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila y Nuevo León donde se afirma que, además, el avance del contagio ha sido más fuerte.
Una breve pero bien documentada nota del sitio web El Economista explica «el problema» con las maquilas en el sector automotriz: esa industria en Estados Unidos tiene una alta dependencia de partes fabricadas en México. Y EE. UU. es el tercer mayor fabricante mundial de vehículos de motor... Pero eso no da derechos.
México ya tiene sus propios avatares en virtud de los daños económicos ocasionados por la enfermedad. Un estudio de la consultora PWC publicado por los diarios Por Esto! asegura que el 31 por ciento de las empresas mexicanas tendrán que despedir personal y al menos seis de cada diez cancelará o aplazará inversiones, como resultado de las restricciones que el Gobierno debió dictar desde el 24 de marzo a las actividades no esenciales, y el estado de emergencia sanitaria emitido desde el 30 de ese propio mes.
Sin embargo, los llamados de atención estadounidenses no obedecen a tanto a la preocupación por el impacto económico que la paralización de la industria está acarreando a ese país en sí mismo, como a su repercusión en el electorado y los comicios de noviembre.
No han faltado tampoco los amagos anti-Obrador de la propia derecha mexicana, aprovechando la coyuntura. Pero en México, advirtió Ramírez Cuéllar, «las actividades deberán retomarse una vez que la salud de los trabajadores esté garantizada, no antes; no dependiendo de intereses económicos».
Así lo ha confirmado este miércoles el presidente Andrés Manuel López Obrador, al dar a conocer un plan de retorno a lo que ha llamado «la nueva normalidad» —nada, dice, será como antes— que se implementará de forma «gradual, ordenada y cauta», como lo calificó la Ministra de Economía, y cuya aplicación será voluntaria, atendiendo a las decisiones de cada Estado o localidad, anunció el mandatario.
El plan consta de tres etapas que arrancan el 18 de mayo por los allí denominados «municipios de la esperanza»: 269 territorios donde no se han reportado casos de contagio, los que, además, deberán cumplir la condición de no colindar con otro donde existan positivos, en un país extenso donde se registran hasta hoy más de 38 500 casos.
Trascendidos a los que tuvo acceso JR apuntan la buena receptividad del plan en la ciudadanía mexicana… Al fin, es la que cuenta.