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Nueva trompeta en la Casa Blanca

Unas 900 000 personas estarán en Washington para la investidura, sin contar a los cientos de miles de manifestantes previstos el sábado, porque no todos en EE. UU. creen en ese juramento, y el reclamo de ilegitimidad ha marcado la nueva presidencia

Autor:

Juana Carrasco Martín

Sobre dos biblias jurará Donald Trump este viernes 20 de enero de 2017 como presidente número 45 de Estados Unidos, en la ceremonia presidida por el titular de la Corte Suprema de Justicia, John Roberts: una fue de Abraham Lincoln; la otra, un regalo de su madre cuando terminó la primaria en 1955.

Unas 900 000 personas estarán en Washington para la investidura, sin contar a los cientos de miles de manifestantes previstos el sábado, porque no todos en EE. UU. creen en ese juramento, y el reclamo de ilegitimidad ha marcado la nueva presidencia.

Las estimaciones de asistencia, decían agencias de noticias, no se basan en encuestas, sino en reservas de hospedajes y datos logísticos. Es que el espectáculo cuatrienal es también proveedor de ganancias, y estas mueven el sentido de Estados Unidos y se hacen enfáticas en el equipo que administrará los destinos de la poderosa nación en los próximos cuatro años.

Sin embargo, unos 50 representantes demócratas habían anunciado que no asistirían a la ceremonia, en protesta contra las políticas de quien, hasta ahora, era identificado más como «el magnate multimillonario neoyorquino».

A partir de este viernes, resuena en la Casa Blanca quien dejó atónitos a los estadounidenses y al mundo desde que anunció su aspiración —tanto por sus comentarios agresivos, xenófobos, punzantes, iconoclastas y poco ortodoxos, como por las victorias que fue obteniendo hasta alcanzar la nominación republicana y luego los 306 votos electorales, el 8 de noviembre, que le garantizaron la presidencia, a pesar de que su rival Hillary Clinton obtuvo casi tres millones de votos populares más.

Este hecho, que sería insólito en cualquier lugar del mundo, pero corresponde a las normas constitucionales estadounidenses, dio pie a manifestaciones en importantes ciudades bajo el lema Trump no es mi presidente, mostrando una nación dividida.

Todos aguardan, expectantes, si los hechos que vendrán se ajustan a las altisonantes «notas vocales» de Trump, que tuvieron expresión primera en el equipo ejecutivo que le acompaña, integrado más por expertos en negocios que en administración pública —al decir de NPR (Radio Pública Nacional), y que ha sido descrito como «el dream team del conservadurismo». Al menos así dijeron Políticos y la CNN, y coincidieron en calificarlo Newsweek, Los Angeles Times y The Hill, entre otros importantes medios estadounidenses.

Están a favor de la desregulación administrativa y, paradójicamente, varios de los nominados se han opuesto a los departamentos federales que ahora encabezarán. Los ceros a la derecha de los dígitos de sus fortunas personales le hacen, de conjunto, el Gabinete con mayor riqueza, y al menos cinco en ese círculo más estrecho que se completa con los asesores de la Casa Blanca, provienen de Goldman Sachs, por tanto Wall Street está presente, quizá de manera más evidente que en otros gobiernos.

También pudiera decirse que el personal que ahora dirigirá desde la mansión de la Avenida Pennsylvania es el de mayor experiencia militar, incluso con participación directa en los escenarios bélicos que Estados Unidos ha abierto en este siglo XXI, aunque son otros los sectores políticos que están organizando desde hace rato y presionando a una Rusia que Trump no ha tildado de «enemigo principal», ni ha sido quien la intenta cercar con ejércitos y sanciones.

Con el 2017 comenzaron las funciones del 115 Congreso de EE. UU. —en cuyas dos alas domina el Partido Republicano— enfrascado en auditar a «los hombres del Presidente» —son muy escasas las mujeres en cargos decisores—, en buena parte muy controversiales y a los que todavía les falta la credencial de «aprobado».

La incertidumbre predomina, tanto entre los estadounidenses como en el resto del mundo, y llega hasta el mismísimo Wall Street. Los más recientes comentarios de Trump pusieron en números rojos a los principales indicadores de las Bolsas de Valores, cuando dijo que el dólar «está demasiado fuerte» frente al yuan por lo que «Nuestras compañías no pueden competir»…, comentarios que afectaron la actividad de los inversores, que tampoco saben cuáles serán concretamente las medidas económicas de la era Trump, y algunos medios se atrevían a pronosticar una mayor inestabilidad en los próximos días, tras esta semana de números en rojo.

Sin embargo, en las jornadas inciertas previas a la toma del poder, gigantes en sus sectores como General Motors y los supermercados Walmart se «sometían» a los requerimientos del hasta hoy presidente electo y anunciaban inversiones multimillonarias en EE. UU. y con ello la posible generación de miles de empleos, en concordancia con la visión proteccionista.

Por la vía de Twitter, que nadie sabe si la mantendrá, Trump les enviaba el visto bueno: «Gracias General Motors y Walmart por empezar a devolver grandes empleos a EE. UU.» y se adjudicaba «logros» aún sin sentarse en el Despacho Oval: «Con todos estos puestos de trabajo que estoy devolviendo a EE. UU., con todas estas nuevas fábricas de autos que retornan a nuestro país y con las masivas reducciones de costos que he negociado en las compras militares y más, creo que la gente está viendo “grandes cosas”».

Pero la vida, y los negocios también son un cachumbambé, unas veces arriba, otras abajo, y el proteccionismo que preconiza y parece será la tónica de su gestión, pondrá a otros —allende fronteras— en mayores apuros. Precisamente la industria automovilística, que invertía en naciones vecinas con mano de obra más barata, abrirá puertas al norte, pero las clausurará en el sur.

Esa noria económica verá su expresión social, si en el sur se pierden más empleos, será cuestión para miles el saltar un muro más alto, el que también ha prometido, enfáticamente, el neófito mandatario. A la vera del obstáculo habrá más represión y la deportación de irregulares promete ser mayor que la realizada por Barack Obama.

¿Qué otros augurios depara el republicano? Las revisiones de políticas y órdenes presidenciales precedentes como el Obamacare, las regulaciones migratorias, y los acuerdos con otros países; se encontrará con los planes del Pentágono de enviar tropas de combate a Siria; pudiera aumentar el gravamen a la importaciones o los aranceles a las industrias estadounidenses inversionistas en el exterior; y también renegociar los tratados de libre comercio como el TLCAN (con México y Canadá) y el Tratado TransPacífico…. «No se dejen provocar», recomendaban al Primer Ministro canadiense.

Mientras, en el Foro Económico de Davos, donde están reunidos los poderosos del mundo, y en la agenda figura el enfrentamiento al proteccionismo, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz pronosticaba el fracaso de la política económica de Trump, porque podría provocar una guerra comercial y acrecentar el déficit comercial.

El compás de espera se abre ante el que asume como el presidente menos popular de los últimos 40 años, según un sondeo de Washington Post-ABC News, publicado la víspera, que le da 40 por ciento de aceptación. «Sondeos arreglados», tuiteó Trump, aunque esa misma encuesta señala que la mayoría de los estadounidenses confía en que mantendrá sus promesas de reactivación económica y de lucha contra el terrorismo.

La víspera enarboló una vez más su lema Hacer a Estados Unidos grande otra vez y ha prometido que su administración servirá para «unificar» al país y promover el progreso de los «olvidados». Todo está por ver.

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