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El Rincón del Lector

Más allá de vender libros, el propósito de una librería (algo sui géneris) en Ciego de Ávila, es uno bien sencillo: buscar lectores, según el narrador, dramaturgo y poeta Arlen Regueiro Mas

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

CIEGO DE ÁVILA.— Además de narrador, dramaturgo y poeta, una de las pasiones de Arlen Regueiro Mas (Ciego de Ávila, 1972) es la de promotor literario. Y, dentro de la promoción, el libro y la lectura se llevan una buena parte de todos los trofeos posibles. Quizá esa sea una de las razones más fuertes que lo condujeron a crear El Rincón del Lector, una librería de volúmenes usados; pero con una intencionalidad algo peculiar.

En un espacio apretado, en la entrada de una vieja casona ubicada en calle Libertad No. 164 entre Simón Reyes y José María Agramonte, donde se encuentran, además, Ediciones Ávila y la sede provincial de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, radica esta librería en la que se realiza una promoción de la lectura tan intensa que abarca un canal en Telegram, una página en Facebook con un grupo incluido y presencia en la radio, en tanto se espera llegar a otros medios de comunicación.

Desde ahí se divulgan títulos, autores (estén o no en el catálogo de venta), efemérides de la cultura cubana y universal, pensamientos o personas que compran alguna obra en El Rincón... con la ayuda del joven escritor Lionesky Buquet Rodríguez, quien trabaja como librero en el local.

«Un lugar como este sirve para muchas cosas —dice Arlen, mientras toma dos volúmenes de un estante—. Una de ellas es esta (y enseña los materiales): para conservar y poner en circulación, que es darles de nuevo vida, a las ediciones príncipes de El Gran Zoo, de Nicolás Guillén, y La cantidad hechizada, de José Lezama Lima».

—Arlen, ¿cómo surgió esta idea?

—Lo primero que debo aclarar es que, contrario a lo que algunos puedan pensar, no se trata de un negocio privado. El Rincón... es una librería del Centro Provincial del Libro y la Literatura. Surgió de una idea que venía armando a pedazos y que poco después de regresar de mi misión en Venezuela se pudo concretar con algunos contratiempos.

—¿Cuáles fueron esos contratiempos?

—El primer espacio que nos dieron fue la porción de un local del Centro Provincial de Artes Plásticas, donde funcionaba una oficina de divulgación. Ahí armamos el primer rincón. Después tuvimos que cerrar porque lo pidieron. Yo me deprimí un poco, ya habíamos logrado algo. Un tiempo después, la dirección de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) nos prestó un barcito sobre ruedas y ahí montamos la librería hasta que apareció este espacio. El bar-qiosco se mantiene como una opción permanente.

—¿En qué te inspiraste para armar El Rincón del Lector?

—Bueno, en una serie de lugares que conozco solo por internet. En París, desde hace mucho tiempo, existe la Shakespeare Company, de Sylvia Beach, la primera editora que tuvo la novela Ulises, de James Joyce. Ya no es la original, por supuesto, pero ahí se venden libros de uso. En Escocia está The Book Sleep, que ha logrado desarrollar un festival de libros de uso. ¿Qué tienen en común esos lugares? Que no son solo librerías, sino espacios de encuentro de personas con un amor hacia los libros.

—¿En Cuba no existen lugares así?

—Por supuesto, el escritor Lorenzo Lunar tiene uno parecido. En Santiago de Cuba se encuentra el proyecto Claustrofobias, que ha logrado un nivel muy interesante. En La Habana funciona La Tertulia, de Alejandro Mainegra. Pudiera mencionar otros; ahora bien, la diferencia está en que nosotros queremos que este sea un lugar no centrado en los autores, sino en el libro y los lectores.

—¿Por qué? ¿Los otros no tienen esa perspectiva?

—Claro que la tienen. Sin embargo, lo que deseamos es crear un sitio donde el centro no sean los artistas que se reúnen en una librería, sino los ciudadanos comunes y corrientes que van a ella. A veces creo que las librerías se subestiman o no se tienen muy en cuenta, y ellas son el templo de la lectura gracias a los lectores. Por eso nuestra intención con El Rincón... es atraer personas que leen, atenderlos, darles un trato diferenciado, buscar los libros que quieren, orientarlos. Por supuesto, estas son ideas básicas porque el proyecto crecerá a medida que le pongamos imaginación.

¿Qién busca a Jane Eyre?

—Arlen, desde tu experiencia, los jóvenes en Cuba no leen, ¿verdad?

—¿Que no leen? Ven acá, ¿y quién compró hace unos días los dos tomos de Crimen y castigo; o quién es esa muchachita que pasó por aquí preguntando por Jane Eyre y se llevó un ejemplar? La juventud en Cuba está leyendo. ¡Ah!, si la sociedad no se da cuenta de eso, son otros cinco pesos.

—Pero desde hace mucho tiempo se dice que en Cuba hay una crisis de la lectura...

—Mira, no niego que el problema exista y que el hábito de la lectura pudiera extenderse más. Pero, primero, ¿de qué crisis hablamos? ¿Del libro de papel? Ah, es cierto: la juventud hoy no está muy motivada con ese tipo de objeto. Su inclinación es más hacia el electrónico; pero, mira, también buscan al de papel para atesorar ese tipo de libro. Eso es algo que sorprende de esta generación.

—Muchos especialistas, incluso escritores, aseguran que no se lee.

—A lo mejor el escritor Arlen Regueiro Mas asegura que en Cuba no se lee porque sus libros no se compran. Es posible; pero, ¿cómo se entiende el fenómeno Padura o Daniel Chavarría? Sus libros vuelan. La compra de títulos de y sobre José Martí se está disparando... Repito, no niego que se pudiera leer más; aunque sí hay gente leyendo y, sobre todo, en busca de qué leer.

—¿Entonces?

—Que antes de afirmar que la gente no lee, deberíamos preguntarnos primero si se oferta lo que los públicos quieren leer o si promovemos a conciencia la lectura.

—¿Y qué es lo que la gente desea leer?

—De todo. Los libros de autoayuda se demandan mucho. Los policiacos son pan caliente. Carpentier y Dulce María Loynaz no duran mucho. Los de recetas culinarias tampoco. Clásicos como, por ejemplo, Tolstoi, Charles Dickens o Balzac se venden. 

La clave precisa

—En tu opinión, ¿en Cuba se da en estos momentos un proceso de acceso y búsqueda de lecturas no visible a la sociedad?

—Tal vez. No puedo afirmarlo o decir si es masivo. Lo que sí pienso es que hay mucha gente en busca de libros y que están dispuestos a encontrarlos donde sea. Un día, en la primera sede de El Rincón..., se apareció un muchacho, un bicitaxero, detrás de El hombre mediocre, de José Ingenieros. Me quedé con la boca abierta. Este mundo da muchas sorpresas, de verdad que sí.

—Si no hay tanta promoción por la lectura, ¿entonces qué motiva hoy que los jóvenes lean?

—Creo que internet, junto con los dispositivos móviles, se ha convertido en una plataforma formidable de promoción. Por ahí circulan frases, pensamientos y cuando la juventud quiere indagar quién dijo eso, descubre a los autores y de ahí cae en los libros. Esa es la causa por la que una jovencita vino por títulos de Borges. Otra causa está en las series o las películas, que los lleva a preguntar por el libro que las inspiró. Por ahí se pudiera empezar a entender lo que sucede.

—Para lograr una mayor extensión del hábito de la lectura en los jóvenes, ¿qué haría falta?

—Que los padres se pongan a leer delante de sus hijos.

—¿Cómo...?

—Así mismo: los niños harán lo que ven a hacer a su familia. A veces los padres compran una jaba de libros infantiles y se los ponen delante a los hijos, como si fueran unos gaticos a los que les echan comida. Eso no funciona. Hay que leerles y si es desde temprano, mucho mejor; pero anota algo: que los hijos vean a los padres leyendo algo. Ahí está una de las claves.

 

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