El Oscar entre polémicas y exclusiones. Autor: LAZ Publicado: 10/02/2025 | 08:33 pm
La entrega de los Premios de la Academia de Cine de Hollywood, más conocido con su apelativo de Oscar, celebran este marzo (10) su entrega número 97, y a juzgar por las nominaciones, se trata de un momento inclusivo y plural, en la misma línea de aquel año cuando triunfó la coreana Parásitos (2019, Bong Joon-ho), para disgusto de Donald Trump, quien hubiera preferido la reedición de un filme en el estilo de lo pronorteamericano de Lo que el viento se llevó. Este año puede repetirse la subida al podio de una película muy, muy distante de las coordenadas habituales del cine norteamericano, lo cual supongo que volverá a disgustar al Presidente.
Puede ser que Trump esté demasiado ocupado entre guerras, amenazas a otros países, deportaciones y subidas de aranceles y apenas tenga tiempo para descalificar, si es que gana, a Emilia Pérez, un musical escrito y dirigido por Jacques Audiard, filmado en Francia y ambientado en México, con la historia de un traficante transexual (el disgusto de Trump se multiplicará exponencialmente) y su predestinación a la violencia y la desintegración. El filme francés concursa nada menos que en 13 categorías, un triunfo que lo convierte no solo en el más nominado del año, sino en la producción no hablada en inglés con más nominaciones en la historia del Oscar, pues superó a la china Tigre y dragón, de Ang Lee, en 2000, y a la mexicana Roma, de Alfonso Cuarón, en 2018 (ambas ostentaban el récord anterior de diez menciones cada una).
Además, Emilia Pérez se ha visto envuelta en interminables polémicas sobre los temas de representación sobre la realidad mexicana (que algunos juzgan frívola y hasta ofensiva) y sobre el personaje de un narco que transiciona a mujer. Las redes sociales están colmadas por los excesos de la excelente actriz trans española Karla Sofía Gascón, que en su búsqueda, tal vez comprensible pero desaforada de visibilidad y notoriedad, ha provocado la ira y el odio insano de una legión de homófobos, machistas y chauvinistas interesados en aprovechar la más mínima ocasión, incluidas las nominaciones a cualquier premio, para verificar el linchamiento no solo de la actriz trans, sino, por extensión, de esta película osada y singular que reconcilia las innegables trivialidades de un musical multicultural con los códigos de un thriller marcado por la predestinación a la tinieblas.
Tan lejos ha llegado el rechazo casi histérico de los odiadores que algunos la detestan solo porque la dirigió un francés y su nacionalidad lo invalida para hablar sobre Méxicok, porque el elenco es mayoritariamente extranjero, y además consideran que banaliza y manipula el tema de la violencia, sin reparar en que se trata de una trama conscientemente inverosímil y disparatada. Tan lejos ha llegado el rechazo de la multitud cuestionadora que algunos especialistas, en Francia, aseguran que hubiera sido mucho mejor enviar como representante galo ante el Oscar a la despampanante pero convencional El conde de Montecristo, propulsada por la academia nacional con 14 nominaciones al premio César, el equivalente galo de los Oscar.
Debe decirse también que alcanzaron diez nominaciones el drama histórico sobre un arquitecto húngaro emigrado en Estados Unidos titulado El brutalista, y el musical fantástico de contenido antirracista llamado Wicked, que recicla El mago de Oz. Ambos filmes tienen posibilidades de ganar en las principales categorías en tanto significarían un tipo de voto más conservador y cercano a las tradiciones de Hollywood. En el tercer escalón figura, con ocho nominaciones, la producción británica Cónclave, dirigida por el alemán Edward Berger, quien ha sido excluido de la categoría Mejor Dirección, tal vez porque en 2022 fue ampliamente reconocido, incluso en el Oscar aquel manifiesto antibélico llamado Sin novedad en el frente.
Seis menciones conquistó el cuento de hadas posmoderno que es Anora, donde el director Sean Baker revisa el averno prostibulario de Nueva York y Las Vegas, a través de una narrativa episódica, semidocumental, y de apariencia juguetona que a veces pareciera, muy en el fondo, una comedia romántica sin romance. La protagonista es una joven trabajadora del sexo convencida de que encontró el paraíso cuando pesca al heredero de una familia de millonarios rusos. La segunda mitad de la película se convierte en sórdido reflejo de la primera parte, y sin dejar de ser divertida e inteligente, el filme se remite, simbólicamente, a ciertas trascendentales redenciones espirituales que relataron las novelas de Tolstoi o Dostoievski.
La épica de ciencia ficción Dune: Parte 2, del canadiense Denis Villeneuve, y La sustancia, producción hablada en inglés dirigida por la francesa Coralie Fargeat, alcanzaron cinco nominaciones cada una. Llama la atención que una vez más fue desairado Villeneuve, como también le ocurrió con la primera parte de Dune en 2022, con Blade Runner 2049 en 2018, y con la memorable Incendies, de 2011, las tres ignoradas en la categoría de Mejor Dirección. Respecto a La sustancia, puede decirse que intenta engrandecer el cine de horror con un tema trascendental, del mismo modo en que trata de hacerlo Emilia Pérez con el musical. El resultado ha despertado admiradores y detractores en todas partes, sobre todo, gracias a una media hora final delirante, casi humorística, a fuerza de exagerada, y al regreso de Demi Moore, que se prefigura como ganadora si predomina el sentimentalismo de la actriz mayor que al final de su carrera entregó una actuación memorable.
Sorprendieron las tres nominaciones ganadas por ese examen pormenorizado de los años de dictadura militar brasileña que es Aún estoy aquí, dirigido por el consagrado Walter Salles (Estación Central, Diarios de motocicleta). El filme brasileño clasificó en las categorías de Mejor producción, Mejor filme de habla no inglesa y Mejor actriz protagónica, gracias al desempeño de la excelente Fernanda Torres, quien causó conmoción en Cannes y La Habana, hace 40 años, con Yo sé que te voy a amar. Favorito en la categoría de Mejor largometraje internacional, el filme brasileño debe vencer no solo a la francesa Emilia Pérez, sino también a esa maravillosa animación procedente de Letonia que se llama Flow.
Gran parte de los cinéfilos latinoamericanos esperan que gane Fernanda Torres, pero su triunfo, si ocurre, hubiera sido mucho más atractivo si los académicos hubieran reforzado la competencia final con la nominación de Julianne Moore y Tilda Swinton, las dos protagonistas de El cuarto de al lado, lo más reciente de Pedro Almodóvar. También desdeñaron el trabajo indiscutiblemente meritorio de Angelina Jolie en su espectacular encarnación de la cantante de ópera Maria Callas, en Maria, eficazmente dirigida por el chileno Pablo Larraín. Todas quedaron fuera, de modo que el premio se inclinará por Fernanda Torres o Karla Sofía Gascón, y si a algunos les parece demasiado el talento latino reconocido este año, siempre quedará la posibilidad de premiar a Cynthia Erivo por Wicked, para tratar de demostrarnos que el Oscar ya no es racista.
En cuanto a los actores, ya se sabe que hay tres postulados con mayores posibilidades: Adrian Brody por El brutalista; el sobrevalorado Timothée Chalamet por Un completo desconocido, la biografía de Bob Dylan, y si gana uno de ellos dos, quedará al campo una vez más el siempre extraordinario Ralph Fiennes por Cónclave. Conste que al actor británico se lo deben desde La lista de Schindler y El paciente inglés. Y de las exclusiones en esta categoría, la más notoria es la del también británico Daniel Craig por Queer, del italiano Luca Guadagnino. La película, excluida por completo del Oscar pero premiada en el Festival de Venecia, se ambienta en el México de la segunda posguerra donde Craig interpreta a un escritor, drogadicto, enamorado de un joven esquivo. Se dice que resultaron demasiado «fuertes» para la Academia las escenas de sexo y los momentos surrealistas.
Muy pocos días faltan para saber quiénes en definitiva se llevan la estatuilla, y luego los excluidos serán pasto del anecdotario pre Oscar, y caerán en el olvido, rápidamente, la mayor parte de los escándalos y las polémicas, y solo nos quedarán las películas, mejores o peores, con sus grandezas y pequeñeces; aunque debo confesar que aguardo el momento en que Trump tenga que opinar sobre Emilia Pérez y su disgusto lo empuje al habitual alarde de chauvinismo, misoginia y homofobia. Que las buenas películas también tienen valor de uso para sacar fuera a todos nuestros demonios.