Activistas de la Red Barrial Afrodescendiente muestran y explican la exposición sobre el devenir histórico del proyecto que tienen organizado en su sede Autor: Roberto Suárez Publicado: 16/06/2021 | 10:38 pm
Aquí una regla de oro para cualquier tipo de activismo: «Si eres parte de la solución, no eres parte del problema». De ello estaban (están) convencidos los miembros de la Red Barrial Afrodescendiente (RBA) cuando fundaron hace nueve años, en el consejo popular Balcón Arimao, del municipio capitalino de La Lisa, un proyecto que le va de frente a todo vestigio de diferenciación o desigualdad por el color de la piel.
¿Cómo visibilizar y abordar la cuestión racial en Cuba? ¿De qué forma combatir las huellas persistentes de la discriminación? ¿Cómo crear conciencia, entre niños y jóvenes, sobre el respeto a la diversidad? Quizá los integrantes de RBA no tienen todas las respuestas, pero saben por dónde comienza todo: la familia, el barrio, la comunidad.
En estos espacios, concebidos como ágoras para la construcción, los especialistas en Educación Popular —egresados del Centro Martin Luther King— y en otras disciplinas como Sicología, Sociología o Pedagogía imparten talleres, conferencias, charlas, realizan performances y sesiones interactivas mediante las que afincan un mensaje de destierro a los prejuicios raciales.
Desde 2014 se extendieron a otras ocho localidades de la capital, e incluso fuera de esta, cuenta Maritza López McBean, coordinadora general; RBA se asienta en lugares con complejidades sociales: Pogolotti, Zamora-Coco Solo, Jesús María, Buenavista, Palenque, Cayo Hueso, El Canal, Santa Felicia, La Ceiba, y La Marina, en Matanzas.
Pertenecen a la Comisión José Antonio Aponte, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en la que, como agradece Maritza, han podido aprender y conversar con prestigiosos intelectuales. En 2019 se sumaron al programa nacional de lucha contra el racismo y la discriminación racial, lo que les ha permitido compartir sus experiencias y buenas prácticas, sus alegrías y tristezas con altas instancias del Gobierno.
«Nos han dado, en ambos foros, libertad para dialogar y concertar modos de actuación multidisciplinarios. La preocupación y el impulso que el Gobierno ha dado a los abordajes del tópico racial nos reconfortan. Nos visitó el Presidente Miguel Díaz-Canel en nuestra sede de la casa comunitaria Paulo Freire. A partir de ese encuentro se nos han abierto muchísimas oportunidades».
Así lo reconoce Maritza y lo hace no sin antes recordar que recibieron incontables portazos en varias instituciones. Que fueron a lugares donde muchos les espetaron: «¿Racismo? Ustedes están locos al hablar del tema… y que había problemas más importantes para resolver, o que eso no existía luego de 1959».
Ella identifica como rémoras a los temerosos, los que desconocen, los incomprensivos o los que manifiestan un racismo agazapado; mas, a pesar de ello, no pierden el ímpetu y la voluntad de seguir haciendo activismo antirracista por el bien mayor de la sociedad.
Mejores personas
Los talleres de transformación, tal cual indica su nombre, buscan trastocar el rostro de las barriadas y generar nuevos entornos medioambientales, sociales y económicos, desde la capacitación y empoderamiento a los actores comunitarios, con la colaboración de los gobiernos territoriales.
Orobel Limonta Cordero es investigador social y lidera Aprendiendo a Vivir, una de las iniciativas cercanas a RBA, en la que se insiste en las actitudes y valores, a partir de potenciar la autoestima y la confianza. A diario, en sus cuatro años de servicio, él escucha diversas experiencias, algunas de superación personal y otras desgarradoras.
«Los testimonios que muchos ofrecen les permiten liberarse de los lastres de la infravaloración. También “atacamos” aquellas construcciones y frases hechas, que no por recurrentes dejan de ser dañinas: “Ella es una negrita de salir… Es negra, pero es inteligente… Si es negro es caliente… Se perdió tremenda blanca con esa negra… Negro ni en los zapatos”. Se trata de expresiones nocivas que deben eliminarse en la comunicación con otros».
Al vincularse a la red, a Kendry Daniel Morales Mora lo movió la necesidad de ayudar para lograr un país mejor. Su entonces escuela primaria Fructuoso Rodríguez queda enfrente de la sede de RBA, por lo que desde pequeño estuvo en contacto con la labor de los activistas.
El adolescente, campeón provincial de ajedrez, aunque de pocas palabras, realiza junto con sus amigos materiales didácticos para hacer conciencia en la población sobre la importancia de no «dejarse jalar» por la hostilidad del medio circundante. «Buscamos llegar a sus corazones y hacerles ver que nadie es inferior a otros por el color de la piel, por tener un pelo distinto al canon establecido o por haber nacido en un lugar determinado», explica.
A Ethan Marcos Guibert Barlón también la RBA le ha servido para despojarse de la timidez. «Acá debes tener el don de la oratoria para calar en un gran grupo de personas, para motivarlas a creer en sus capacidades y a usar estas para darle un rumbo a su camino.
«Además, he aprendido de altruismo, de voluntariedad… Estamos donde otros no quieren estar, en los barrios que algunos desechan. Uno se siente feliz cuando hay interactividad y retroalimentación en un taller que moderas, o cuando al terminar una sesión se acerca un anciano y te dice que se sintió cómodo con tu exposición. Cuando haces bien, te sientes bien», afirma Ethan.
La lucha continúa
Incorporar a más jóvenes al trabajo comunitario y a la educación popular y llegar a más comunidades y sumar otros resortes institucionales son los retos de la red barrial. Maritza López insiste en que «hay quienes cuando se les habla de racismo se echan atrás; la Revolución lo desarraigó de los cimientos estructurales y dio igualdad plena al hombre y la mujer, pero ¿y las subjetividades?
«Sabemos que hay quien se sonríe con nosotros, y detrás del rictus guarda un “no te acepto” durísimo. Al proyecto social cubano aún le queda hacer más por las personas de color no blanco. Por esto mantendremos nuestro compromiso de seguir en el activismo», asegura.
RBA no le hace guiño al patriarcado ni a las violencias basadas en género, la homofobia, la transfobia, la marginalidad o la desventaja social; defiende la no estigmatización de los practicantes de religiones afrocubanas ni de los que viven con el VIH/sida. La mejor manera de enfrentar estos y otros flagelos que perpetúan la opresión, sostiene Maritza, es manteniéndonos unidos.
Beben, al mismo tiempo, de la ciencia; participan de investigaciones junto a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, establecen diálogo interreligioso con distintas denominaciones cristianas, publican una revista llamada Afrobarriando, gracias a la cortesía del Centro Oscar Arnulfo Romero, y tejen «sororidad» con un entramado de instituciones vinculadas con la divisa antirracista, dentro y fuera del país.
Para Orobel Limonta, los medios de comunicación deben ser aliados en visibilizar con mayor fuerza las desigualdades que quedan en las relaciones interraciales. Los apellidados afrodescendientes aúpan un término que, aunque no aceptado en todos los escenarios académicos, posee un trasfondo de lucha izquierdista latinoamericana y ha cumplido una función de reivindicación.
«En la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, efectuada en Sudáfrica en 2001, tras el discurso revolucionador que dio Fidel —relata Maritza—, con aquella cosa que solo él tenía y el don que sus espiritualidades le dieron, Romero Rodríguez, un uruguayo que es amigo de la red, expresó: “En Durban entramos negros y salimos afrodescendientes”. Así que ¡afrodescendientes y bien!».