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Trump-Cuba: Falaz y a contramano

Quizá lo más lamentable es que haya retomado el lenguaje arcaico y las letanías gastadas del discurso más reaccionario contra Cuba y, sobre todo, que pretenda reducirla con condicionamientos, lo cual para los cubanos equivale casi al empleo de la fuerza

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Como lo ha demostrado en los escasos meses que lleva de gobierno, a Donald Trump poco le importa lo que piensen los ciudadanos estadounidenses y, mucho menos, los del resto del mundo. Y por supuesto que tampoco le interesa actuar de manera consecuente con la responsabilidad del cargo que ostenta.

A contrapelo del planeta, y con pedestres argumentos de economía doméstica sacó a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, sin interesarle no digamos ya el devenir de la humanidad, que para alguien como él es mucho decir: sin sopesar siquiera cómo queda el prestigio de Estados Unidos ante el resto del planeta.

De la misma manera, y también a contracorriente de los suyos —incluso, de muchos de los ciudadanos que le dieron el voto— acaba de dar a conocer un endurecimiento de la política de su país hacia Cuba, que significa un golpe al clima de diálogo abierto en los aún cercanos tiempos de Obama, y promete un alejamiento del que ya se sabía sería un dilatado proceso de normalización de relaciones. Más bien, las enfría, y al mismo tiempo las caldea.

Quizá lo más lamentable es que haya retomado el lenguaje arcaico y las letanías gastadas del discurso más reaccionario contra Cuba y, sobre todo, que pretenda reducirla con condicionamientos, lo cual para los cubanos equivale casi al empleo de la fuerza. Durante casi 60 años, la Isla ha demostrado que ello resulta inaceptable, y lo seguirá siendo para las nuevas generaciones.

Con ello, Trump echa por tierra la pretensión de Obama de socavar el sistema político, social y económico en la Isla de manera más sigilosa. Y, en su torpeza, parece no darse cuenta de que ello constituía un reto más desafiante para Cuba aunque, ciertamente, ayudaba a la convivencia entre dos naciones vecinas con… diferencias.

Trump ha dado marcha atrás al enfoque aparentemente más racional de su antecesor que le granjeó ciertas simpatías fuera y dentro de Estados Unidos, tras décadas de quejas de representantes del sector empresarial y agrario de su país, ávidos del filón que les permitiera acceder a los mercados cubanos. Y esa avidez se ha incrementado.

Para alguien sin duda de más experiencia que Trump en la política como Ben Rhodes —quien fue el asesor de Seguridad Nacional de Obama, y todavía trabaja con él— la persecución prometida por Trump sobre los viajes y el comercio de ciudadanos y firmas estadounidenses en sus relaciones con Cuba perjudica la imagen de Estados Unidos, y representa una postura incoherente con la promoción de la democracia que Washington preconiza.

En su opinión, cumplir con lo que se avizora requerirá de recursos financieros para auditar, y la preparación de personal calificado. En fin —advirtió Rhodes antes, incluso, del discurso de este viernes—, Trump ha echado por tierra lo que como símbolo representó la apertura de Obama hacia Cuba, a cambio de lo que el asesor llama cambios «no aplicables» hacia la Isla, reseñó el portal político.com.

No debe extrañar este paso del nuevo huésped de la Casa Blanca empujado, como lo ha estado, por especímenes de la línea dura anticubana de Miami como el desacreditado representante Mario Díaz-Balart y alguien que puede considerarse un vástago aventajado de esa claque, el senador Marco Rubio. Para contentarlos dio rienda suelta a la más abyecta e ignorante retórica contra Cuba y sus líderes.

Medios estadounidenses han responsabilizado a ambos por el discurso del mandatario, que según algunos observadores en EE. UU. buscó demostrar a la Florida que el Presidente paga a los sectores reaccionarios de ese estado, el voto que le dieron en noviembre, cuando en realidad ese sufragio no fue decisivo para ponerlo en la Casa Blanca.

El mundo frente a mí… o yo frente al mundo

Por un motivo u otro, lo cierto es que el mandatario le está pasando por encima al parecer de la mayoría de los ciudadanos de su país.

En medio de la expectación creada dentro y fuera de Estados Unidos en espera de la ofensiva y demagógica alocución de este viernes, diluviaron los criterios contrarios a la actitud y la decisión asumidas por Donald Trump.

La víspera, James Williams, presidente de Engage Cuba (una organización que defiende los vínculos con la Isla), aseveró  que «la propia base política del presidente Trump no apoyaría una reversión de la política actual hacia Cuba», y advirtió que las regulaciones propuestas —que «matan» a los trabajadores y dificultan el comercio y los viajes a Cuba—cargarían innecesariamente a la comunidad empresarial estadounidense y limitarían la libertad de Estados Unidos.

Una coalición de organizaciones descritas por el sitio web de Engage Cuba como conservadoras y entre las que se cuentan defensores de la Reforma Tributaria, la Alianza de Derechos de Propiedad, Free the People y Freedom Works, envió a Trump una carta en la que criticaron la revocación de la política hacia la Isla y abogaron por el levantamiento del bloqueo al afirmar que, hacerlo, proporcionaría al sector agrícola estadounidense 365 millones de dólares en ventas adicionales a Cuba, y la creación de 6 000 empleos en EE. UU.

Una encuesta de Morning Consult aplicada a 2 000 electores en todo el país y que publicó el propio sitio web, arrojó que la mayoría de los estadounidenses, incluyendo seis de cada diez republicanos, apoyan las políticas que expandieron los viajes y el comercio con Cuba.

A tenor con el estudio, el 65 por ciento de los votantes apoya el mantenimiento de la política de Obama y solo el 18 por ciento se opone.

También el 64 por ciento de los electores republicanos respaldó mantener las cosas como estaban, frente a un 22 por ciento en contra de las relaciones.

Una juventud instruida, que habita las calles del país sin miedos, eso es lo que tiene Cuba. Foto: Calixto N. Llanes

Congresistas de Kansas, Texas y Idaho, entre otros, se manifestaron igualmente en contra de un endurecimiento de la actitud de Washington hacia Cuba, posición asumida también por el Americas Society-Council of Americas.

Cuando Trump hablaba este viernes en Miami, la representante Barbara Lee escribía en su cuenta en Twitter: «Qué mala decisión. Trabajamos muy duro para reabrir los lazos hacia Cuba. Enfermé de ver revertido este histórico progreso».

Y en un segundo tuit agregó: «Difícil de imaginar un peor acuerdo que el que hoy el Presidente Trump le está ofreciendo a estadounidenses y al pueblo cubano. No beneficia, todo perdido. #KeepCubaOpen».

Por su parte,  Jason Marczak, director de Iniciativas para el Crecimiento Económico de América Latina, había señalado que las compañías estadounidenses en telecomunicaciones, turismo y agricultura han aumentado sus inversiones en Cuba como resultado de la política de Obama, y alertó que más de 14 000 puestos de trabajo en Estados Unidos dependen ahora de los negocios con la Isla, de acuerdo con un análisis de Engage Cuba.

Ante argumentos de este corte, alguien puede preguntarse: y Trump, ¿para quién gobierna?

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