Fernando, acompañado por dos de sus seres más entrañables, su mamá y su esposa. Autor: Archivo de JR Publicado: 21/09/2017 | 05:12 pm
Como cada 18 de agosto de los últimos 12 años, la lejanía le impide a Fernando González Llort celebrar su cumpleaños felizmente. La injusticia y el odio de Gobiernos norteamericanos son los principales culpables de que este cubano no pueda compartir tan especial momento de su vida con la familia, los amigos, su pueblo. También las rejas físicas de la cárcel de máxima seguridad en Oxford, Estados Unidos, donde se encuentra, y las mentales que le rodean, cercenan ese derecho, pero nunca sus sueños.
Al despertar hoy recordará, de seguro, cumpleaños anteriores. Esbozará en la memoria las imágenes radiantes de la reunión familiar, en la que Magaly, su madre, repartía el cake con sus hermanas y sobrinos, mientras relataba con nostalgia cada detalle de aquel día de 1963, en el que su hijo varón llegó a este mundo.
Tal vez cierre los ojos y piense en los miles de planes que, para celebrar sus 48 años, se había propuesto. Brindar con sus amigos, caminar por el Malecón habanero, bañarse en el mar, abrazar a los suyos. Los abrirá y constatará que aún no puede realizarlos, porque todavía la filosa doble moral del imperio hace de las suyas, a pesar de tantas manos unidas en el mundo que luchan contra ella.
Fernando, uno de los cinco luchadores antiterroristas cubanos presos en cárceles norteamericanas, por defender a Cuba, sabe que miles de voces aquí y desde distintas latitudes lo felicitarán este nuevo 18 de agosto. También lo harán, del modo en que les sea posible, René, Antonio, Gerardo y Ramón, sus compañeros de batalla en estos 12 años. Y será con tanta fuerza y apoyo a su causa que esos sinceros deseos de paz, alegría y armonía les llegarán como el impulso necesario para continuar, a pesar de las violaciones, las arbitrariedades, el odio, el silencio y la lejanía.
Fernando —como René, Ramón, Gerardo y Antonio— es un hombre extraordinario. Cubanos de espíritu vertical que por amor a los suyos lo han dado todo. La justicia ha de imponerse.
Hoy no tendrá 48 velitas para apagarlas y pedir un deseo. Pero con certeza lo hará cuando esté en Cuba, con su familia, con su Rosa Aurora, y con todos. Porque la libertad para él y sus compañeros, llegará.