La ancianidad no está reñida con la búsqueda de la ternura y la felicidad. Autor: Roberto Morejón Guerra Publicado: 21/09/2017 | 04:51 pm
El primero de septiembre se celebra el Día Internacional del Anciano, instituido por la Organización de las Naciones Unidas en memoria de Emma Godoy, escritora mexicana que dedicó su vida a trabajar incansablemente a favor de ese segmento poblacional.
Especial significación tiene esa efeméride en la actualidad, pues el mundo vive un proceso acelerado de envejecimiento.
Cuba no escapa de tal fenómeno, que se ha producido con mayor rapidez que en otros países como consecuencia de múltiples factores, entre ellos, su elevada expectativa de vida, que ya sobrepasa los 75 años.
Según expertos nacionales, la Isla se ubica entre las naciones más envejecidas poblacionalmente de América Latina y en una fecha no tan lejana como el 2025, uno de cada cuatro cubanos tendrá más de 60 años.
Esto se debe, entre otros aspectos, al desarrollo científico técnico alcanzado en el campo de la medicina y del sistema de salud, gratuito y al alcance de todos.
Pero si importante deviene alcanzar una edad avanzada, más necesario aún es llegar con una buena calidad de vida, resultando independientes y útiles, sin constituir una carga para la familia y la sociedad.
Por tal motivo, es imprescindible que los ancianos emprendan proyectos nuevos, se relacionen con otras personas, se ejerciten, reinicien su vida sentimental y laboral cuando lo consideren, acciones que de seguro harán más placentera la vejez.
El gobierno cubano, desde el propio triunfo de la Revolución en 1959, ha venido acrecentando sus esfuerzos en aras de lograr, desde el punto de vista social, legislativo y de asistencia médica, mejorar la existencia de los adultos mayores.
Se creó el Programa Nacional de la Tercera Edad que ha extendido su trabajo al interior de las comunidades, con el objetivo de mantener, prolongar y recuperar la funcionalidad física, mental y social de los ancianos.
Poco a poco, asimismo, se han ido implementando en el país diferentes iniciativas de impacto social, entre ellas, los círculos de abuelos, que exploran el universo de posibilidades locales para la utilización de su tiempo libre.
Otro de los espacios lo constituye la Cátedra del Adulto Mayor, la cual favorece la educación continua y permanente de las personas longevas, crea hábitos saludables y promueve la actividad física como opción para el disfrute.
Desde sus aulas, los Joven Club de Computación, insertados en el proyecto de la universidad del adulto mayor, familiarizan a ese segmento poblacional con la nuevas tecnologías y contribuyen a elevar su cultura.
Todas esas actividades no les permiten a los ancianos sentirse solos, tristes o aburridos; les aportan conocimientos, una existencia más agradable y el disfrute de una vejez sana.
La atención a los ancianos resulta un logro de la sociedad cubana que debemos mantener. En ello la familia desempeña también un rol decisivo, ya que desde su seno debe inculcar respeto, amor y sensibilidad hacia esas personas, quienes en algún momento fueron el sostén del hogar y que ahora, requieren atención.
Los ancianos deben ser asumidos en la sociedad como lo que son, seres humanos que han tenido la dicha, la satisfacción y la oportunidad de tener una larga vida.
La vejez debe verse como una etapa de la vida en la cual, aunque ocurren cambios y se sufren pérdidas importantes, se puede continuar creciendo como seres humanos. Llegar a la tercera edad es un orgullo y no un infortunio.