O.R.: Hace siete años mis padres se separaron después de un cuarto de siglo juntos. Él fue a vivir con otra. Eso afectó a mi mamá, quien se compensó arreglando la casa aunque sus depresiones continuaron. Luego sufrió un cáncer que por suerte rebasó, pero no ha encontrado pareja. Su vida se limita al trabajo y la casa. Llevo ya tres años con mi compañero y la convivencia entre los tres es buena, excepto cuando mamá entra en sus crisis depresivas y discute sin motivos. Ya no sé qué hacer. Sus crisis son mayores cada vez. Nos ahoga la situación y empiezo a deprimirme.
Debes buscar ayuda especializada para analizar qué sucede y cuál puede ser tu manera de afrontar la situación. No es repitiendo lo hecho hasta ahora que habrá mejoría. Puede que te hayas sentido en el deber de suplir la falta de tu padre y darle satisfacciones. Quizá disfrutes consintiendo a quienes quieres para recibir su amor, y ese deseo de complacer determine tus actos más de lo que supones.
Es posible que la depresión y la queja de ella te impidan sentir la gratificación esperada, volviendo inútil todo tu esfuerzo y renuncia, pero debes estar atenta porque también podrías estar usando la situación familiar como pretexto para evitar emprender otras acciones en tu vida.
Tienes una pareja con quien compartir experiencias y forjar una historia. Ello implica difíciles cambios en el modo de tratar a tu mamá. Nuestros actos nos dan gratificación aunque traigan ciertos sufrimientos; constituyen un modo de relacionarnos y están anclados en lo que creemos ser para otros en el mundo construido en nuestras mentes. Por eso considero conveniente asistir a un especialista para descubrir qué significa para ti esta depresión que junto a tu madre comienzas a padecer.
La autora es Máster en Psicología Clínica y psicoanalista.