Debatir sobre sexo en una familia funcional sigue siendo un tabú difícil de superar, aunque nuevas y viejas generaciones estén al tanto de por dónde viene el asunto y cuáles son los puntos importantes a analizar
Hay que subir la montaña como viejo para llegar como joven. Proverbio chino.
Un lector holguinero sugirió el tema para el segmento Sexualmente hablando, extensión de esta página en la revista Oasis de domingo, de Radio Taíno, y el primer día de salir al aire el nuevo ciclo, una matancera escribió conminándonos: «¡Publícalo en Juventud Rebelde para llevárselo a mis hijos y nietos, a ver si logran hablar entre ellos de esos temas de una vez!».
Es curioso que debatir sobre sexo en una familia funcional siga siendo un tabú difícil de superar, aunque nuevas y viejas generaciones estén al tanto de por dónde viene el asunto y cuáles son los puntos importantes a analizar.
Según investigaciones de las últimas tres décadas, los medios de comunicación y las redes sociales son la vía más abundante de información sobre el tema, especialmente para la juventud. En la adolescencia encabeza esa lista el grupo de coetáneos, y en las edades tempranas la escuela es la mayor fuente, aunque desde aristas más enfocadas en la identidad o los afectos, no en lo erótico, al menos de manera intencional.
Aunque la familia está presente como marco de referencia en todas las edades, en muchos casos solo interactúa desde la observación acrítica de lo que hacen (o no) los adultos, y el contraste curioso entre lo que los más nuevos escuchan en la calle y la tendencia prejuiciosa de creer a los padres, y sobre todo a los abuelos, seres asexuales, desligados de un asunto que «a esa altura de sus vidas» no parece llamativo.
¿Qué pueden enseñarme si ya no tienen tiempo para eso? ¿Para qué preguntar si ahora las cosas son distintas a su época? ¿Cómo voy a contarles si luego quieren controlarme la vida, o no les va a gustar lo que tengo que decir de mis gustos?
Así responden muchos adolescentes cuando indagamos por qué con una desconocida son abiertos en sus inquietudes y anécdotas, pero no
sienten confianza para abordar el asunto con sus adultos más significativos, quienes van a estar ahí de verdad todo el tiempo, para disfrutar sus devaneos románticos o para acompañarlos en el tránsito hacia una identidad sexual con visos de estabilidad.
Sus respuestas-preguntas demuestran cuánto falta por aportar al desarrollo de familias más felices, coherentes e integrales en su educación, con técnicas de crianza positiva y propias para el debate sincero, lejos del estigmatizador hábito de callar o condenar per se los cambios en el modo de vestir, expresarse o enamorarse de quienes vienen detrás o vivieron antes.
Dejar «todo ese asunto de la educación sexual» a cargo de la escuela es un gran error (tanto como intentar erradicarlo del currículo abierto), porque, se quiera o no, el personal educativo tiende a matizarlo desde su propio sesgo ideológico y su experiencia de vida.
Si esos adultos no tienen a la mano fuentes fundamentadas en la ciencia (o no las entienden), solo transmitirán los mismos esquemas estereotipados de década atrás, que conducen a violentar derechos, sembrar desigualdades y perpetuar una visión coitocéntrica y falocéntrica de lo que significa iniciarse en el sexo, o disfrutar de él a cualquier edad.
La casa debe contrastar esa influencia, amoldarla a su propia filosofía familiar, y cuidar que en cada etapa llegue el conocimiento con el ropaje adecuado, sin pacaterías, pero sin violentar etapas y derechos, tal como sugiere el concepto de autonomía progresiva, incluido desde 2019 en nuestra Constitución.
Dentro de esos retos educativos, uno de los más difíciles es poner límites a la realización práctica de determinadas fantasías, de las cuales es preciso hablar para darles el lugar que merecen y ayudarles a tomar decisiones.
Un buen punto de partida para ese debate es la serie Calendario, que cada domingo nos acerca a esa mirada sin prejuicios, y a veces sin límites de la sexualidad adolescente.
Entiendo que los oyentes de Oasis... que me escribieron no quieran para sus hijos y nietos ciertos bandazos que dan los protagonistas de la entrega televisiva cubana. Pero a partir de cierto punto en la vida, no estará en sus manos evitarlo.
La solución, ahora y siempre, es prevenir, hablar antes y modelar a tiempo las alternativas. La próxima semana explicaremos algunos recursos para romper el hielo, a partir de las técnicas de crianza positiva y la visión holística que promueve la educación de la sexualidad en nuestro país.