Aunque el uso del misoprostol para interrumpir el embarazo es el proceder más usado actualmente en el país, lo verdaderamente aconsejable es la anticoncepción responsable
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La despenalización del aborto constituye un logro de las mujeres cubanas desde 1937, voluntad expresada en la Constitución de 1940, pero no fue hasta 1965 que el servicio se institucionalizó y el Estado creó todas las condiciones para facilitar su realización gratuita y segura.
Por ley en el territorio nacional se respeta la determinación de la mujer sobre su cuerpo y la decisión personal de interrumpir un embarazo en el primer trimestre, pero, precisamente por las secuelas sicológicas y a la salud reproductiva, la decisión final sobre el método recae en el personal de salud, que debe elegir según las características de cada paciente.
Aún así el mejor método es la práctica de una anticoncepción responsable que evite tener que recurrir a uno de los tres métodos disponibles para enfrentar este proceder con las mejores condiciones médico-sanitarias.
Dos de ellos requieren instrumental para entrar en cavidad uterina y raspar o absorber su contenido: el legrado o curetaje y la regulación. La tercera opción es el aborto farmacológico, conocido como misoprostol.
Este último es el más usado hoy por sus ventajas, pese a que su abuso puede traer consecuencias negativas, explicó a Sexo Sentido Lucía Raisa Menéndez López, especialista de primer grado en Ginecología y Obstetricia. «Es el menos invasivo, tiene entre un 80 y un 90 por ciento de efectividad, puede involucrar a la pareja y la familia, y no suele comprometer la salud reproductiva si no se abusa de él».
Para indicarlo, primero hay que examinar a la paciente, corroborar que el tiempo de gestación no exceda las 12 semanas y, además, descartar elementos incompatibles con el uso del medicamento abortivo, como un dispositivo intrauterino, si presenta fibromas uterinos grandes, si se le practicaron cesáreas en partos anteriores, si padece coagulopatías o daños hematológicos o si tiene antecedentes de enfermedades inmunodepresivas.
Los fibromas pequeños, la epilepsia, la diabetes y la hipertensión descompensada se analizan en el consejo médico del hospital como factores de riesgo y se evalúan si son limitantes para cada mujer en particular.
La primera dosis del fármaco se aplica en la consulta: cuatro tabletas vaginales colocadas profundamente, dos a la derecha del cuello del útero y dos a la izquierda. Luego se le explica cómo colocarse el segundo ciclo del tratamiento, seis horas después y ya fuera del hospital.
Las primeras manifestaciones del aborto deben comenzar tres horas después de la dosis inicial: cólicos uterinos, manchas o sangramiento. Debido a que el tiempo, la sintomatología e intensidad varían de una paciente a otra, se recomienda mantener un reposo relativo y, ante las primeras señales, hidratarse bien y vigilar todo lo que emane de la vagina. El tejido blanco o gris y los coágulos son característicos durante la expulsión del feto, aseguró Menéndez López.
La segunda dosis —cuatro tabletas más de misoprostol que totalizan los 1 600 microgramos establecidos— se coloca por la vía más factible según los síntomas, con ayuda de la familia o pareja. Si la paciente es muy joven o si hay mucho sangramiento o coágulos por la vía vaginal, pueden colocarse de forma sublingual o rectal, y preferiblemente la primera, porque si hay diarreas se pierde el fármaco.
Otros síntomas esperables son fiebre, náuseas, escalofríos, decaimiento y sudoraciones. Cuando aparezcan debe mantener la ecuanimidad y no trasladarse si no es por una necesidad urgente.
No obstante, la paciente debe permanecer cerca de algún servicio médico, por si llegara a ser necesario en caso de que se exacerben los síntomas descritos o se presenten muchos vómitos y sangramiento abrupto, muy abundante o con coágulos (cuadro más frecuente en los embarazos próximos a las 12 semanas).
Tras la segunda dosis, el cuello uterino comienza a dilatarse y los dolores a disminuir, quedando solo un sangramiento similar al del período menstrual, que puede extenderse hasta 14 días. Si hay dolor, lo recomendado es usar duralgina, que no contrarresta el efecto del misoprostol.
Al día siguiente de la segunda aplicación, la paciente debe regresar a consulta para comprobar, mediante ultrasonido, si concluyó el aborto, y conocer los cuidados que debe mantener, entre ellos evitar las relaciones sexuales durante mes y medio.
Si en el examen se detecta que el saco gestacional continúa íntegro o quedan restos posmisoprostol, se considera la interrupción fallida (ocurre entre un 11 y 12 por ciento de las veces). En ese caso se colocan cuatro píldoras más en la consulta por la vía más conveniente —según los síntomas secundarios—, y si no se logra la total expulsión del feto, debe realizarse un legrado.
A la consulta de la doctora Menéndez López en el capitalino Hospital Materno Infantil Hijas de Galicia —que atiende a los municipios de Diez de Octubre, Cotorro y San Miguel—, acuden entre 15 y 20 casos diarios para solicitar este proceder. En el último año el centro realizó 4 177 interrupciones voluntarias de embarazo con misoprostol.
Si bien este dato indica que más de 4 000 mujeres preservaron su capacidad reproductiva para futuras gestaciones deseadas, resulta alarmante que de cinco abortos inducidos, cuatro son en adolescentes. «La mayoría entre 12 y 19 años, pero hemos tratado pacientes con menor edad», acotó la especialista.
Ella insistió en que adolescentes y jóvenes conozcan mejor el proceder y lo tengan en cuenta ante imprevistos, pero no deben confundirlo con la píldora del día siguiente, de la que tampoco se debe abusar.
«Ambos constituyen métodos muy nobles y preservadores de la salud reproductiva, pero si se usan con intervalos de tiempo muy breves entre sí, pueden generar consecuencias dañinas para el organismo, aún en formación en esas edades. La mejor solución es simplemente protegerse para evitar recurrir a ellos», concluyó.