Mientras Estados Unidos trata de crear la falsa imagen de que el Gobierno de Cuba niega el acceso de las tecnologías, intentan, por todos los medios, torpedear el uso de estas por parte de los cubanos
«This service is not available for your country» (Este servicio no está disponible para su país). La frase anterior quizá sea una de las que con más frecuencia se encuentran los cibernautas cubanos cuando intentan descargar un programa o acceder a algunos de los más populares servicios de Internet.
El entramado de leyes y regulaciones que conforman el bloqueo norteamericano contra Cuba también está presente en el mundo virtual, en el que los nacionales sufren las consecuencias de una política irracional, de demostrado fracaso, que no solo obstaculiza el desarrollo del país, sino también el acceso de la población a estas tecnologías.
Descarga de programas, accesos a servicios y a tecnologías, compra de equipamiento, exportaciones de servicios, comercio electrónico, transacciones financieras e incluso la salud y la educación son objeto de draconianas medidas que persiguen incluso a terceras personas o a empresas que intenten suministrarlos a la nación caribeña.
Si solo tuviéramos en cuenta que cualquier computadora o dispositivo computacional puede encarecerse hasta un 30 por ciento más si va destinado a Cuba, bastaría para entender lo absurdo de un cerco tecnológico que encarece sin necesidad los servicios informáticos.
Los ejemplos, por desgracia, son abundantes y abarcan múltiples sectores, como quedó plasmado en el Informe Cubano sobre el bloqueo presentado este año a las Naciones Unidas.
Viajar a cualquier país en estos momentos, ya sea por motivos familiares, negocios o turismo, muchas veces requiere de reservaciones on line de agencias de viaje y aerolíneas.
Estas son posibles gracias a las pasarelas de pago electrónico, muchas de las cuales están vetadas para Cuba por el bloqueo, o cobran sobrecargos por el temor a ser sancionadas por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés), que como perro guardián persigue por todo el mundo a quien intente traspasar el cerco tendido contra la Isla.
Solo en el sector turístico, las afectaciones se estiman en 1 960,18 millones de dólares, constituidos principalmente por los ingresos dejados de percibir debido a la prohibición existente para los norteamericanos de acceder a los servicios turísticos cubanos.
Y la persecución, violatoria por demás de la misma libertad de movimiento plasmada como derecho inalienable en la Constitución de Estados Unidos, traspasa sus fronteras para ensañarse con aquellos que quieren visitar nuestro país.
Por ejemplo, los hoteles cubanos solamente pueden utilizar el sistema Amadeus para la comercialización del producto turístico cubano a través de Internet.
Se trata de uno de los cuatro grandes Sistemas Globales de Distribución (GDS, por sus siglas en inglés) a nivel internacional; los otros tres —Sabre, Galileo y Worldspan— pertenecen a empresas estadounidenses, por lo cual numerosos intermediarios, proveedores de estos servicios, evitan las relaciones con las entidades turísticas cubanas por temor a ser multados y afectar así sus ventas en Estados Unidos.
Otro ejemplo palpable de estas restricciones es que las empresas turísticas cubanas tampoco pueden anunciarse en los mejores sistemas de servicios en la web, como por ejemplo Google, Yahoo o MSN, por tratarse de propiedades norteamericanas.
Incluso en el aseguramiento de las comunicaciones internas del país se hacen sentir los efectos de la persecución, como se evidencia en las afectaciones por un monto de 38,3 millones de dólares, debidas fundamentalmente a la reubicación de mercados de importación de los insumos necesarios, que ha sufrido el Grupo Acinox, productor de barras corrugadas y mallas electrosoldadas para construcciones, electrodos para soldar, cables y conductores eléctricos y telefónicos, materiales refractarios y equipos para el bombeo de agua, entre otros.
Con ese monto, por ejemplo, la línea de trefilado de la Fábrica de Cables Eleka podría adquirir los insumos necesarios para producir durante siete meses y medio conductores eléctricos y telefónicos.
A su vez los grupos industriales de Bienes de Capital (GBK), Bienes de Consumo (GBC), de Refrigeración y Calderas (RC) y otras empresas cubanas enfrentan limitaciones tecnológicas al no poder utilizar programas como VmWare, necesarios para virtualizar servidores en redes de computación.
Mientras, las entidades económicas y científicas cubanas tampoco pueden utilizar el sitio sourceforge.net, una central de desarrollo de software libre que actúa como repositorio de códigos de fuente para las descargas de programas.
En el sector de las comunicaciones, las afectaciones por causa del bloqueo se valoran en 44,2 millones de dólares, resultantes de la imposibilidad de adquirir equipamiento norteamericano u otros con componentes de esa procedencia y de acceder al mercado de ese país.
También incide la prohibición de ejecutar operaciones a través de bancos norteamericanos, entre otras causas.
Asimismo, Cuba debe destinar importantes recursos a la defensa de su espectro radioelectrónico, pues las transmisiones anticubanas originadas en Estados Unidos totalizaron 2 400 horas semanales, emitidas en 30 frecuencias de radio y televisión.
La agresión contra Cuba en esta esfera viola, entre otras, las normas internacionales que rigen el uso del espectro radioeléctrico del Convenio Internacional de Radiocomunicaciones, del cual el Gobierno de Estados Unidos es parte.
Ni siquiera los dibujos animados, filmes y documentales cubanos, o los programas de televisión, escapan a la cacería virtual desatada por la Casa Blanca hace casi 55 años.
Así, el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) no tiene acceso directo a la utilización de la tecnología desarrollada por la empresa norteamericana Dolby, debido al bloqueo, por lo cual es prácticamente imposible la inserción de las producciones cinematográficas cubanas en el mercado internacional del cine.
Igualmente difícil es la comercialización de las producciones culturales cubanas mediante la web, incluso de la música, pues enfrentan sobrecargos o dificultades para acceder a las mencionadas pasarelas de pago.
El colmo de los ejemplos anteriores es lo que sucede con los sistemas operativos y programas de procedencia o con alguna relación con empresas norteamericanas.
En ese campo entran casi todos los más potentes servidores, sistemas gestores de servidores e incluso el archiconocido y utilizado Windows o el iOS, de Apple.
Así, gran parte del equipamiento informático que se utiliza en Cuba, incluso en la esfera médica o educacional, enfrenta graves problemas para ser renovado, debido a la prohibición de la importación de computadoras producidas por los mayores fabricantes mundiales, como Hewlett Packard, Apple Macintosh o incluso de firmas que se asocian con fabricantes japoneses como Toshiba o Sony Vaio.
Tal restricción se debe a que la mayor parte del mercado está controlada por procesadores producidos por la firma estadounidense Intel, debido a lo cual, para obtener el equipamiento, Cuba debe recurrir a terceros países, con incrementos de los precios que llegan hasta un 30 por ciento del precio original.
Lo ilógico de todo esto es que, mientras subterráneamente torpedean muchos de los intentos de desarrollo tecnológico, los representantes de la Casa Blanca tratan de crear la falsa imagen de un Gobierno cubano negado al acceso de las tecnologías, esas mismas que ellos intentan, por todos los medios, impedirles a los cubanos.