La efectividad de los clientes ligeros depende en muchos casos de la correcta aplicación de una tecnología que puede ser muy útil
Desde hace algunos años se han ido introduciendo en las escuelas, centros de trabajo, salas de navegación, Joven Club de Computación y Electrónica y otros espacios de la informática en el país, los llamados clientes ligeros, una tecnología que si bien no es nueva, se expande con fuerza por el mundo.
A diferencia de las computadoras principales, los clientes ligeros o livianos son terminales conectadas a un servidor central en el cual se realizan la mayoría de las funciones.
Su bajo costo económico, dada la ausencia de la mayoría de los componentes tradicionales de una computadora dentro de los chasis, así como el ahorro que significan en piezas y energía, propició que desde mediados de 2008 esta tecnología se comenzara a extender con fuerza.
Sin embargo, las opiniones y criterios acerca de su efectividad han sido muy variados, desde las alabanzas a una solución para extender el acceso a la computación, hasta quienes siguen añorando la tradicional computadora sofisticada, con cientos de gigabytes de disco duro y memoria RAM de ensueño, aunque apenas la quieran para teclear unos textos y jugar cartas en el tiempo libre.
Un cliente liviano o ligero (thin client o slim client en inglés), según la Enciclopedia Virtual Wikipedia, es una computadora cliente o un software de cliente en una arquitectura de red cliente-servidor, que depende primariamente del servidor central para las tareas de procesamiento, y principalmente se enfoca en transportar la entrada y la salida entre el usuario y el servidor remoto.
Esta definición un tanto tecnológica se traduce en terminales sencillas, que carecen de disco duro, y en ocasiones hasta de accesos a disquetes y CD-ROM, pues toda la información y los programas se ejecutan y guardan directamente en un servidor central.
Al no almacenar ellos mismos los sistemas operativos ni otras aplicaciones de software, pues lo cargan de forma remota, estas máquinas dependen del funcionamiento de una red, la cual debe estar configurada correctamente, uno de los puntos más vulnerables de esta opción.
La tecnología nació casi con la misma informática, pues desde los primeros pininos del hombre en el mundo de los bytes, se utilizó para acceder a los datos de las grandes computadoras o servidores, que entonces podían ocupar casi todo un salón.
Bancos, oficinas de correo, lugares donde se gestionan trámites, bibliotecas, salas de navegación e incluso universidades y otros centros de educación estuvieron siempre entre los principales lugares donde se instalaron, en los cuales la efectividad de los clientes ligeros se puso a prueba con resultados satisfactorios.
A Cuba llegaron algunas configuraciones en la década de los 90, si bien ha sido en los últimos cuatro años cuando su uso se ha multiplicado, especialmente como fórmula para recuperar y devolver a la vida útil miles de computadoras ubicadas en escuelas, que lógicamente por el desgaste y el tiempo ya comenzaban a fallar.
Reciclar computadoras que para algunos pueden parecer obsoletas ha sido siempre uno de los lados fuertes de los clientes ligeros, los que a su vez consumen menos energía, recursos de software y hardware y concentran y optimizan la información.
Como en un sistema cliente liviano-servidor el único software que es instalado en la terminal de cara al usuario es su interface de usuario, y si acaso algunas aplicaciones frecuentemente usadas que se quedan residentes en memoria, generalmente pueden ser computadoras reutilizadas sin disco duro, pero también dispositivos pequeños, de los cuales en el mundo ya existe una amplia gama.
Incluso en el mercado hay monitores con capacidad de actuar como procesadores de datos, los cuales han sido concebidos para trabajar en el entorno común de los clientes livianos.
Otro elemento importante de esta tecnología es que garantiza el resguardo de la información de forma centralizada, así como su seguridad, a la vez que se ahorra el pago de licencias de software y se logra una seguridad informática mayor y la actualización del software de forma unificada.
En el tema del reemplazo ante cualquier falla también son muy convenientes, pues basta con sustituir una terminal si esta da problemas, para continuar con la operatividad del resto, y el usuario nunca se verá afectado por ello, pues su información se almacena en el servidor central.
Por lo general, además, duran mucho más que las computadoras tradicionales, ya que la carencia de piezas, que sí tienen estas, los hacen menos vulnerables y más resistentes a la suciedad, el polvo, el calor y los vaivenes eléctricos, tan frecuentes.
Se calcula que si bien una computadora tradicional, debidamente cuidada, puede tener una vida útil promedio de entre tres y cinco años, en el caso de una terminal liviana se puede alargar hasta diez o más.
Ante tantas bondades, cabría preguntarse por qué existen también muchos detractores de estos.
Cargar un sistema operativo pesado o tratar de visualizar contenido multimedia desde un servidor, especialmente cuando se trata de una red poco potente y en ocasiones mal configurada, puede ser una tarea lenta, fastidiosa y molesta para muchos; de ahí que la mala fama de los clientes ligeros se haya extendido en el mundo informático.
Cuando comenzó en el país la instalación de los clientes ligeros, según datos facilitados por Copextel, se previó la instalación de unas 140 000 estaciones de trabajo de ese tipo, respaldadas por unos 10 000 servidores, cifra que se ha ido incrementando durante sucesivos períodos.
Sin embargo, uno de los principales problemas es que se montaron sobre entornos de trabajo basados en versiones del sistema operativo Windows, de pesadas interfaces gráficas y por ende lentos en cargar en esta modalidad de trabajo.
Los clientes ligeros nacieron así estigmatizados por el desconocimiento de los usuarios del trabajo con otros sistemas, incluso los basados en código abierto, más amigables y útiles, así como por la poca capacidad de las redes sobre las cuales trabajaban.
Un elemento que no se tuvo en cuenta, como ya enunciamos en un trabajo anterior sobre el tema, publicado en nuestras páginas, fue que en ocasiones no se calcularon adecuadamente las prestaciones de la máquina que actuaba como servidor, y se aplicaron soluciones totalitarias a problemas disímiles, derivados de contextos de uso diferentes.
No funcionará nunca igual una terminal liviana en un lugar donde las tareas se limitan al procesamiento de texto, navegación web o visualización de contenidos, que en aquellos donde se programa o manejan grandes cantidades de información multimedia.
Además, y por si fuera poco, debieron sufrir como propio el grave problema de las bajas velocidades de conectividad que todavía existen, no ya tan solo como país, sino incluso para los lugares específicos que tienen acceso a la red de redes.
Y a la lista hay que sumarle también las incomprensiones, medidas absurdas o poco operativas, como tener que depender de un administrador para guardar o extraer alguna información, o problemas más concretos y reales, como la baja cantidad de memoria RAM y el mal cableado de las redes, tanto en su configuración como en el tipo de cable utilizado.
Así, los clientes «ligeros» nacieron en muchos sitios cargando un «pesado» fardo de incomprensiones e insatisfacciones, si bien también existen multitud de ejemplos de que, bien concebidos y operados, son una solución magnífica para extender el acceso a la computación de forma rápida y más económica que la convencional.
En un país signado por las dificultades económicas, a las cuales se le suman obstáculos reales impuestos por el irracional bloqueo norteamericano, que dificulta el acceso a piezas y software, los clientes ligeros son y deben seguir siendo una alternativa viable para acercar la computación a cada vez más personas.
Instalarlos y operarlos adecuadamente y capacitar a los usuarios en su uso son deudas pendientes con esta tecnología que, pese a sus limitaciones, está llamada a seguir desempeñando un papel crucial en la informatización de la sociedad cubana.