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Del Sol y sus tormentas

Las tormentas solares, geomagnéticas o ionosféricas son fenómenos naturales con los que convivimos desde que el Sol y la Tierra existen. Pueden ocasionarse afectaciones en ciertas estructuras tecnológicas que poseemos, pero la humanidad no está en total peligro por ello

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Abril 23 de 2023. Poco más de cuatro meses faltan para que ocurra la gran tormenta solar, hecho sin precedentes, que llevaría a la humanidad a la Edad de Piedra. Y esta información, sin ninguna confirmación avalada por expertos en temas espaciales, se multiplica en las redes sociales, ocasionando una mirada apocalíptica sobre nuestro futuro. Se ha vuelto viral el temor a quedarnos sin internet, sin comunicaciones de otro tipo, sin electricidad, sin la vida tal y como la conocemos.

¿Cómo se puede creer así tan fácil en una publicación en Facebook o Twitter, un meme o un post catastrófico sin fundamento? Una tormenta solar no puede ser pronosticada con tanta exactitud y, en todo caso, las agencias espaciales hubieran advertido seriamente sobre el hecho.

Cierto es que la actividad solar se incrementa, y que una tormenta solar, como las que han ocurrido en otros momentos, puede perturbar las señales de radiofrecuencia y sistemas telefónicos, elevar el nivel de las mareas o generar otras afectaciones. Pero disponemos de científicos prestigiosos que encauzarían investigaciones contundentes para demostrarlo.

Tomamos el asunto como pretexto para hablar de la actividad solar, su impacto en las variaciones climáticas, la posibilidad de la ocurrencia de tormentas solares y la mirada de Cuba al respecto.

María Elena Muñiz Sánchez. Foto: Tomada de su perfil de Facebook

Se impone entonces conversar con la especialista para la Ciencia, la Tecnología y el Medio Ambiente María Elena Muñiz Sánchez, quien atiende las Relaciones Internacionales del Instituto de Geofísica y Astronomía de Cuba (IGA) y permanece vinculada con el Departamento de Geofísica Espacial, en lo relacionado con el geomagnetismo.

«Las tormentas solares son fenómenos periódicos relacionados con los ciclos solares, y ocurren justo después de que ese ciclo, cuya duración es de 11 años, llegue a su punto de actividad magnética más fuerte.

«Se producen las fulguraciones solares, que son esos puntos de intensidad, cuando ocurrieron explosiones de plasma y partículas cargadas, las cuales provocan las eyecciones de masa coronal, que son erupciones solares masivas. 

«En esos casos se expulsa viento solar, referido a gas y partículas de plasma que viajan a través del espacio. Pueden alcanzar una velocidad de 1,6 millones de kilómetros por hora (Km/h), y cuando impactan en nuestro planeta, se produce el fenómeno conocido como tormenta geomagnética, cuya radiación puede alterar las redes de electricidad y los satélites y, por lo tanto, tecnologías como la del GPS».

La especialista precisa que las tormentas solares provocan las tormentas geomagnéticas y tormentas ionosféricas y son estas últimas las que también afectan la ionosfera terrestre, es decir, la zona donde se propagan las ondas cortas de radio.

«Las tormentas solares afectan al planeta de manera global y pueden durar hasta días. Aunque sus consecuencias se muestran simultáneamente, es en los puntos con mayor latitud donde se observan más intensamente.

«Pudiera mencionar como efectos visibles las auroras boreales del hemisferio norte y las auroras australes del hemisferio sur. Según el gas de la atmósfera con el que interactúa, el color de las auroras varía.

«Sin embargo, además de este efecto atractivo a la vista, es cierto que puede incidir negativamente en otras cuestiones, como en la aviación. De ahí que los recorridos aéreos son desviados cuando una tormenta solar ocurre para evitar que los aviones sobrevuelen las zonas polares, donde los efectos de las tormentas solares son más intensos.

Insiste Muñiz Sánchez en que sobre todo en latitudes altas, si la tormenta es muy fuerte, puede afectar las redes de transmisión eléctrica, los gasoductos y oleoductos y, al mismo tiempo, puede provocar la afectación a los sistemas satelitales, que suelen ser dañados momentáneamente o de forma permanente, y quedar inservibles.

«Existen estudios que vinculan las tormentas solares y geomagnéticas con los seres vivos, y las más estudiadas aquí son las relacionadas con la producción de miel y la  incidencia en los trastornos cardiovasculares y en la productividad pesquera».

Recuerda Muñiz Sánchez que, en colaboración con el Instituto de Investigaciones Apícolas, se observó que las abejas produjeron más miel cuando hubo una mayor perturbación magnética ocasionada por la actividad solar.

Al parecer, según los investigadores involucrados, estos insectos asumieron esa incitación externa como un estrés que les indicó preparar más reservas.

En el caso del sistema cardiovascular se realizó un estudio en cinco hospitales habaneros, y se detectó que durante los períodos de mayor actividad solar o geomagnética se registraron más casos de alteraciones cardiovasculares en personas que tenían una predisposición mayor a tener un infarto.

«Sin embargo, se debe profundizar en estos estudios y ampliar en sus estadísticas para ofrecer información más completa sobre el tema, porque en realidad no se han podido establecer las causas de la relación entre la actividad solar y sus efectos en aquellas personas con trastornos cardiovasculares».

—¿Cabe una mirada catastrofista en torno a las tormentas solares?

—El mundo no se acabará a causa de una tormenta solar, del tipo que sea, porque desde que el sol y nuestro planeta existen, estos fenómenos naturales ocurren y convivimos con ellos.

«Claro que actualmente, con los servicios tecnológicos que poseemos, una tormenta severa sí produce afectaciones en los satélites, por ejemplo, y ello incide en la sociedad. Es el riesgo que se corre, digamos, pero la humanidad no está en total peligro por ello».

Destaca la experta que es mejor pensar en los beneficios del Sol como fuente de toda la vida que conocemos sobre la Tierra.

Su energía es la que mantiene en funcionamiento la atmósfera, y aunque sus radiaciones pueden ser perjudiciales si nos exponemos a ella de manera indiscriminada, realmente el calentamiento por el aumento de los niveles de gases de efecto invernadero producidos por el hombre es más fuerte que cualquier efecto en el clima originado por las recientes variaciones en la actividad solar.

—¿Qué aporta Cuba al estudio del sol a nivel internacional?

—Cuba forma parte de una red mundial que observa y registra los diferentes parámetros de la actividad solar. Participamos en el servicio de monitoreo del sol, monitoreo del campo magnético y de la ionosfera.

«Cuando los datos de los observatorios cubanos (magnético, ionosférico y radioastronómico) se recogen, se tributan a los centros mundiales de datos geofísicos para ponerlos a disposición de la comunidad internacional, como nosotros nos servimos de los datos ofrecidos por otras naciones.

«Es muy importante acceder a esta información porque permite alertar a operadores de satélites, astronautas, controladores oficiales de aerolíneas y a los que administran las grandes redes, con horas de antelación sobre cualquier perturbación proveniente del sol.

«La estación radioastronómica de La Habana, que monitorea el sol en ondas de radio, está modernizandose. El observatorio geomagnético se trasladará a una nueva ubicación en la Sierra del Rosario, en la Reserva de la Biosfera, donde no existirá desarrollo urbanístico que entorpezca la actividad. También se reparará la estación ionosférica, que fue donada hace un tiempo, con cierto uso».

—¿Puede revelar alguna investigación reciente asociada con el tema?

—En estos momentos, en la parte de geomagnetismo, se desarrolla un proyecto dentro de un programa sectorial de reducción de riesgo de desastres, que es el Levantamiento geomagnético de Pinar de Río.

«Es necesario realizarlo porque el campo magnético de la Tierra varía con el tiempo, de ahí proviene la terminología variación secular, y es importante porque los valores, en especial, el ángulo de declinación magnética, son los que se utilizan para actualizar las cartas náuticas y las topográficas como parte de la orientación marítima y terrestre.

«Cuando ocurre una tormenta, se afectan los satélites, las mediciones introducen errores y este error, en el posicionamiento varía en metros, no uno ni dos, sino en una decena de metros. Por eso es importante conocer el valor de la declinación magnética y actualizar las cartas, que son utilizadas por el Instituto de Aeronáutica Civil, el Ministerio de las Comunicaciones, las FAR, el Minint, entre otras entidades.

«Al mismo tiempo, otros componentes del campo magnético pueden estudiarse y se recogen los valores que se obtengan de esos levantamientos, para ser utilizados en levantamientos de prospección de minerales como petróleo y gas».

La más famosa

La tormenta solar más famosa de la historia, por su magnitud, ocurrió en 1859. Es conocida también como evento Carrington, debido a que el astrónomo inglés apellidado así fue el primero en observarla.

Se produjo una gran eyección de masa coronal o llamarada solar, y a partir del 28 de agosto se observaron auroras boreales que llegaban hasta el norte de Colombia, como primeros indicios del fenómeno.

El pico de intensidad fue en los dos primeros días de septiembre, y provocó el fallo de los sistemas de telégrafo en toda Europa y América del Norte.

Los capitanes de barco cubanos registraron en los cuadernos de bitácora la aparición de luces cobrizas cerca del cenit.

En marzo de 1989, una tormenta solar mucho menos intensa, provocó que la planta hidroeléctrica canadiense de Quebec  se detuviera durante más de nueve horas, con daños económicos estimados en cientos de millones de dólares.

Además, se registró con cierta intensidad la tormenta solar de 1994, que causó errores en dos satélites de comunicaciones, afectando a los periódicos, las redes de televisión y el servicio de radio en Canadá.

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