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José Rodríguez Feo: Orígenes de un ciclón

Quienes le conocieron, saben de su temperamento impredecible, de sus arranques y majaderías, y también de su humor brillante, y de su generosidad hacia el talento ajeno

Autor:

Norge Espinosa Mendoza

Su fallecimiento, el 22 de diciembre de 1993, no le permitió asistir al evento que ya se anunciaba para celebrar los 50 años de la revista Orígenes, de la cual fue gestor y fundador, mano a mano con José Lezama Lima. Venía de una familia acaudalada, estudió en Harvard, y regresó a Cuba para encontrarse con su idioma y el color auténtico de un país al que comprendió en términos de modernidad. José Rodríguez Feo era ese joven que cedió parte de sus recursos a la revista que dio a conocer no solo al grupo de poetas que Lezama consolidó, sino también a músicos, pintores, críticos de valía, al tiempo que publicaba textos de firmas tan relevantes como T. S. Eliot, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda o María Zambrano. Aunque no falte quien diga que su labor se limitaba a aportar el pago de la publicación, basta revisitar ese mundo inagotable que es Orígenes para descubrir a Rodríguez Feo como traductor y reseñista lúcido, insistiendo en acercarnos a lo mejor de la literatura y el arte de su tiempo.

Quienes le conocieron, saben de su temperamento impredecible, de sus arranques y majaderías, y también de su humor brillante, y de su generosidad hacia el talento ajeno. En 1954 se distancia de Lezama, y junto al gran beligerante que fue Virgilio Piñera desata otra revista: Ciclón, con la que aspiraba a combatir a los origenistas. Se rodeó de nuevos escritores, impulsó a Severo Sarduy, Antón Arrufat, Calvert Casey, Guillermo Cabrera Infante, Luis Marré o Manuel Díaz Martínez, para demostrar que no se había adormecido. Publicó ahí artículos violentos y necesarios, urgentes y útiles, denunciando la doble moral y las flaquezas de varias plumas respetadas, con un ímpetu que aún sorprende, escandaliza y divierte. Ciclón no pudo borrar a Orígenes de un plumazo, como prometió; pero hace que la lectura de ambas revistas, creadas por la misma persona, nos conceda un retrato más provechoso de su carácter y de su época.

La Revolución también marcó un cambio radical en la vida de José Rodríguez Feo. Su vivencia como alfabetizador le otorgó una imagen, para él inédita, de la realidad nacional que lo reafirmó como cubano. Donó algunos de sus cuadros (tuvo por nuestra pintura moderna un gusto inocultable, al igual que por el béisbol y el cine), dejó su penthouse de 23 y 26 y se mudó a un modesto apartamento en 27 y N. Se ganó la vida, a partir de ahí, mientras su familia se alejaba del país, como editor, traductor, antologador. Desempeñó esos tres roles con eficacia absoluta, y sin alarde de lo que había fundado, recogió sus ensayos en el volumen Notas críticas, donde puede encontrarse más de una sorpresa, en 1962. Cuentos ingleses, Cuentos norteamericanos, Cuentos de horror y de misterio, Aquí once cubanos cuentan, Temas norteamericanos, son otras páginas de su catálogo.

Pero, indudablemente, el aporte mayor y más consultado es Mi correspondencia con Lezama Lima, el fabuloso epistolario que recoge las cartas en las que se revela el diálogo entre aquel joven emprendedor y el poeta de Trocadero. Ahí están las claves que organizan cada entrega de Orígenes, las confesiones y esperanzas, dudas y sacrificios de quienes se confabularon para crear “la mejor revista de la lengua”, como dijera Octavio Paz. Radiografía y autorretrato, ese volumen nos devela a un José Rodríguez Feo que piensa a Orígenes junto a Lezama, y lo reta y lo empuja a nuevos cardinales. Un libro excepcional en la memoria cultural de la Isla, tan poco pródiga en epistolarios o autobiografías.

Cuando le conocí, ese conjunto de cartas se estaba presentando. Recuerdo su porte y sus maneras, su mirada penetrante en la tarde en que se pusieron a la venta los primeros ejemplares, en el Palacio del Segundo Cabo.

La vida me regaló otro par de diálogos con él, en los que aprendí a entenderlo como un gestor y un ser humano inolvidable. Ese recuerdo me ha guiado para organizar el evento que entre el 11 y 12 de noviembre le sirvió de tributo, en la sala Lorca del Centro Dulce María Loynaz, y en otros espacios. Varios amigos y especialistas, jóvenes y consagrados, hablaron sobre los mundos que Pepe Rodríguez Feo nos reveló, contrastando recuerdos, ideas y memorias.

Una tarja ahora insiste en recordarlo, en la biblioteca de la Uneac donde pudo encontrársele casi hasta la fecha de su muerte, y que lleva su nombre. Y en la Ciudad Celeste, la casa de Mantilla que fuera de Juan Gualberto Gómez y a la que Virgilio Piñera rebautizó de ese modo, celebramos la aparición de la multimedia que por el centenario del autor de La isla en peso, acaba al fin de aparecer por Ediciones Cubarte. Quiero agradecer a todos los que nos acompañaron en este Orígenes de un Ciclón, para tener a Rodríguez Feo como una fuerza más entre nosotros. Como ese huracán fundador y persistente, impredecible y necesario, que en la cultura de la Isla dejó sus iniciales, en una cifra de cultura y provechosa trascendencia.

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