HANOI, Vietnam.— El camino que conduce al Mausoleo Ho Chi Minh, en esta ciudad, bordea una instalación en la que la sencillez se muestra al visitante con una belleza singular. Árboles y plantas de todo Vietnam, sembrados en número de 79, simbolizan la edad del líder de la independencia de este país cuando la muerte lo sorprendió, y acompañan el camino hasta el recinto donde descansan sus restos mortales.
El desasosiego se desencadena como si acabara de recibir la propuesta, nada más y nada menos, de que debía irse para el infierno terrenal, cuando en realidad le propusieron una atención segura bajo la lupa de médicos y enfermeros.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no ha disimulado —ni un solo segundo desde que llegó al poder—, que tiene a Cuba entre ceja y ceja. Alocuciones y disposiciones políticas han dejado claro que intenta a toda costa asfixiar a este pequeño Archipiélago.
Entre La diligencia, de John Ford y con John Wayne en el protagónico, y la película Ben-Hur, de William Wyler y Charlton Heston en la primera línea del reparto, se encuentra un elemento en común y que el tiempo no ha logrado desaparecer. ¿Saben cuál es? Los caballos. Sí, pero lean bien: no cualquier caballito, sino precisamente los que tiran de un vehículo conducido por el auriga, no importa su tipo y tamaño.
La rigidez cierra, en vez de abrir las puertas, una lección que, no por simple, siempre estuvo clara en el complejo proceso de la Revolución Cubana.
Dedico a esta columna mis ratos de asueto dominical. El lapso transcurrido entre la escritura y la publicación me aleja de la respuesta periodística a la inmediatez del acontecer. Quizá, en ocasiones me ofrezca la oportunidad de disponer de una meditación más reposada. No puedo, sin embargo, tardíamente, dejar pasar en silencio el fallecimiento de Alicia Alonso, que ha estremecido a tantos dentro y fuera de Cuba. Ha sido un genio de la danza, una de las contadas figuras universales del siglo XX. Se me agolpan los recuerdos y no puedo dejar de evocar el contexto en que se desarrolló su trayectoria.
Hace algunos años, tocada por ese amor propio que distingue a los nacidos en este país, dediqué una crónica a la «botella». Escribí entonces que en la década de los noventa del siglo XX los cubanos hicimos malabares para viajar de un punto a otro en ciudades y pueblos.
Hace unos días, camino a Pinar del Río, la guagua de Viazul que tomé en la autopista se detuvo diez minutos, como está establecido, en el centro turístico Las Barrigonas, que hace camino a la ciudad. Algunos viajeros decidieron tomar el buen aire que se respira en ese sitio, otros apostaron por un café o golosinas que se venden allí y los más necesitados utilizaron los servicios sanitarios. Hasta ahí todo bien.
En la historia de la humanidad existen muy pocos países (y afirmaría solo uno) que hayan ayudado mediante los servicios de salud a 164 naciones del mundo sin exigir nada a cambio. La altruista política internacionalista cubana se comenzó prácticamente con la victoria de 1959 y ha continuado en estos años pese a las enormes dificultades económicas que ha enfrentado el país debido al bloqueo económico y financiero que ha impuesto Estados Unidos contra Cuba por más de seis décadas.
EL dramaturgo, crítico y polemista irlandés George Bernard Shaw (1856-1950) decía: «No esperes la oportunidad correcta, créala», y ahora es uno de los mejores momentos para poner en práctica ese pensamiento, sobre todo porque el escenario cubano se torna fértil cuando a la población se le abre hasta el próximo 30 de noviembre la oportunidad de participar —voluntaria y conscientemente— en las asambleas de rendición de cuenta del delegado a sus electores.