La violencia es inaceptable en cualquier circunstancia. Desde la de las guerras genocidas como la que ejecuta Israel contra el pueblo palestino con la complicidad de Estados Unidos, como la de la injusticia social que somete a miles de millones a la inclemencia del hambre y el desplazamiento forzoso, o la de un individuo enajenado que masacra a niños en una escuela o asesina o lo intenta a un político en cualquier lugar del planeta.
Desde el derrumbe del campo socialista hasta la fecha, si un tema ha permanecido en la palestra pública de Cuba, ha sido precisamente el de la producción de alimentos y su impacto en los resquicios más minúsculos de la sociedad.
Solía observarlo, a sus 81 años, nadando. No lo hacía entre olas, no a contracorriente, sino en un mar sucio y público. Iba sin careta, sin tanque de oxígeno, sin miedo a que lo miraran tantas personas.
La gratificación fugaz de las pantallas es un caramelo tecnológico, una promesa de satisfacción a nuestros deseos, una rifa de felicidad sin esfuerzo ni consecuencias. De este modo se teje una cultura que permea cada aspecto de nuestras vidas.
Cada día es más importante estudiar y verificar. En un mundo marcado por el acceso a internet, donde cada ciudadano puede escribir sus propias «informaciones» y dar rienda suelta a su imaginación, las noticias falsas (fake news) suelen darle la vuelta al mundo, incluso con más velocidad que las verdaderas.
En los días de apagones, los mosquitos, cuando pican, dan calor. ¿Calor? ¿Sin los zapaticos ni las medias que me aprietan? ¿Y solo cuando pican? Bueno, tal vez. Hay personas que no sienten el pinchazo mientras duermen y al día siguiente se levantan con las erupciones. Algunos hasta cogen el gusto y se pasan el día rasca que te rasca.
El «frente único» funcionó: ante el temor, sobre bases ciertas, de que la ultraderecha llegara al Gobierno francés, el electorado reaccionó dándole su voto a la izquierda e, incluso, a la alianza en el Gobierno que lidera Enmanuel Macron, por más que el disgusto con su gestión sea evidente.
Diecisiete años atrás, el periodista Guillermo Cabrera Álvarez convocó a sus lectores de la Tecla Ocurrente a pensar en lo central en sus vidas, y a contarlo en el centro de Cuba (un pueblito llamado Guaracabulla) en el centro del día que partía aquel año (1ro. de julio de 2007).
Lo que debería ser excepción se mantiene como signo negativo en el comercio cubano actual: demasiados establecimientos niegan el derecho al cliente de usar las plataformas de pago electrónico. Y lo más lamentable es que sucede con impunidad pasmosa.
Un hecho delictivo y de corrupción salpicó de nuevo la palestra de nuestros medios de comunicación hace pocos días. Se trataba de un caso áspero e intolerante en Guantánamo, donde el afectado directo resultó, como casi siempre pasa en estos casos, el pueblo. Lamentablemente, no es la primera vez que suceden estos delitos de alta envergadura, con un desfalco que incluyó la extracción de más de siete millones de pesos en productos que nunca llegaron a su destino.