A Mongo Treto lo conocí cuando me enamoré en Güinía de Miranda a principios de los años 90. Junto a Puro Villalobos y otros héroes, configura la esencia que inspira el personaje de Mongo Castillo y que Doimeadiós nos devuelve humano en una de las caracterizaciones de nuestro campesinado más hermosa y lograda que he disfrutado en pantalla.
La culpa cae sobre ti, director Alejandro Gil. Mira que hacerme llorar mientras veo tu filme Inocencia. Y aunque estaban las luces apagadas en el Acapulco, por si acaso, me pasé la mano con disimulo por la cara para que no vieran las lágrimas rodando algunos de mis alumnos y colegas de la Universidad de la Cultura Física Comandante Manuel Fajardo. ¡Ese machismo que me queda, cará…! Bendita la idea de haber traído a nuestros estudiantes a la proyección.
Nueve días después de la tragedia, en el discurso a Plaza llena en que nos mostró a todos la diferencia entre el dolor que se divide y el que siempre va a multiplicarse, Fidel trazó ante un millón de rostros el perfil exacto de los caídos: «No eran millonarios en viaje de placer, no eran turistas que disponían de tiempo y de recursos para visitar otros países; eran humildes trabajadores o estudiantes y deportistas que cumplían con modestia y dedicación las tareas asignadas por la patria».
En ascuas, andan los estadounidenses —incluso el mundo—, porque la grandes incógnitas de los últimos días son las respuesta a estas preguntas: ¿Está el presidente Donald Trump enfermo o no de COVID-19? ¿Es una maniobra propagandística para exhibirse como un hombre capaz de derrotar al virus y buscar los votos necesarios para mantenerse en la Casa Blanca?
Cuando el 4 de octubre de 1957 una esfera pulimentada de aluminio de poco más de medio metro de diámetro circunnavegó la Tierra, las ansiadas aspiraciones de la conquista del espacio ultraterrestre se hacían realidad, se inauguraba así con nombre ruso: Sputnik, la era espacial.
Las noticias de la pandemia, con sus estadísticas globales impresionantes en cuanto al número de contagiados y fallecidos, ocupan el centro del panorama informativo, aunque no llegan a cancelar del todo la sombra ominosa de una realidad política igualmente peligrosa.
«¡Ustedes nada más piensan en eso!». Así escuché decir, casi reprochar, a una señora mayor, refiriéndose a una pareja de jóvenes. Ellos solo sonrieron, como quien otorga la razón sin que nada importara, y continuaron en eso, tranquilamente.
Puede sentirse el punzante estampido del odio en la historia cubana desde la trágica escena de los ocho estudiantes de Medicina baleados en la flor de su candidez y de sus sueños, un 27 de noviembre de 1871.
El filme Inocencia nos devolvió, con toda la agudeza poética del cine, el dolor inm...
La noticia llega con rapidez tenebrosa: «Ha muerto Quino». En el mismo año de su amigo Juan Padrón. Cosas de La Parca, que al menos nos permite el consuelo de imaginarlos proyectando seguramente cosas maravillosas, como aquellos inolvidables Quinoscopios que hicieron juntos. Con el fallecimiento de ambos perdemos no solo a geniales dibujantes, sino gran parte del acompañamiento que nos regalaron durante muchísimos años.
Cuando se destapó el nuevo coronavirus, extendido rápidamente a la par de especulaciones y revelaciones sobre sus características y formas de comportarse, hubo una machacona revelación: las personas de mayor edad resultan las más propensas a sucumbir por su contagio.
Ese anuncio estaba avalado cient&...