El desarrollo del Congreso del Partido suscita recuerdos, reflexiones y expectativas. Ahora mismo, mientras transcurren las jornadas de análisis y debate, me asalta la evocación de los años fundacionales, allá por los 60 del pasado siglo.
El 1ro. de enero de 1959, triunfaba en las propias narices del imperio un gran suceso que cambiaría el destino de América.
Robar es un verbo antipático. La decencia y la moral lo mantienen a raya, y pasan por su lado solo de puntillas y apretándose la nariz. En el orden semántico la repulsión por su significado se potencia: robar equivale a apropiarse de lo ajeno, ¡despojar a alguien de lo que es suyo! Da igual que sean unas onzas de carne o ropa birlada de una tendedera.
Al llegar a la casa, quitarse los zapatos, retirarse el nasobuco, higienizar las manos, despojarse de las ropas, bolsos y accesorios, ir directo al baño preferiblemente, bañarse… Estas fueron las acciones recomendadas por epidemiólogos y personal de Salud en general desde el comienzo de la pandemia, para garantizar que en el hogar, al menos, se respetaran con rigor.
El bombardeo se escuchó en toda la ciudad. Procedía del oeste de la capital. A toda prisa, los milicianos iban saliendo de sus casas e intentaban acudir al lugar donde parecía concentrarse el peligro mayor. Desde la ruptura de relaciones diplomáticas de Estados Unidos con Cuba resultaba evidente que la amenaza de una invasión se cernía sobre el país.
La historia de mañana tiene ya nuevos protagonistas. Hacedores de vida, luz, paz y esperanza. Han perdido sus nombres para llamarse voluntarios porque de esa forma llegan a aliviar los pesares que palpitan en las zonas rojas.
Aquella legendaria frase, con el cuño de la tribuna de la calle, de que el dinero de sus artimañas les sobraba para pagar las menguadas multas que les imponían se fue tumbando, confirmación de como en la vida todo llega sin necesidad de desesperarse.
«¿La conoces?», preguntó con disimulo el joven jefe mientras caminaban. «De vista, es una burguesita de la barriada que frecuenta mi puesto para comprar flores, pero parece buena persona», respondió el amigo con cautela. Ya frente a frente, el líder de la clandestinidad fue explícito como no acostumbraba: «Pues te presento a Vilma Espín Guillois. Ella es muy importante en nuestra causa».
Siempre que el humorista Marcos García suelta el chiste provoca una sinfonía de carcajadas en el público. Miró en cierto establecimiento un letrero que decía «Pan de Haller por la libre» y, pensando que era un preparado especial, venido de otra geografía, fue voraz a comprarlo. Pero la decepción se apoderó de él al comprobar que Haller no era algún sitio extranjero, sino la palabra «ayer» escrita con una garrafal falta ortográfica.