Transformar estilos de vida hacia mejores formas de gestión desde la comunidad no es el último grito de la ciencia; ya lo han experimentado con éxito asentamientos en varios puntos del planeta y el denominador común siempre fue, es y será la participación ciudadana.
Muchos son los recursos destinados por el Estado a fortalecer el sistema de Salud cubano. Cada año, las inversiones crecen, los mantenimientos no se detienen, se inauguran salas y se cierran otras. En todo esto hay un elemento que, aunque nos pueda parecer lejano, por desgracia está más cerca de lo que pensamos.
Si existe una asignatura en los programas académicos que se presta de maravillas para narrar, describir y amenizar, esa es Historia. Poco importa si es de Cuba, de América, del mundo o de la misma Conchinchina. Un docente conocedor e ingenioso para contar puede hacerla atractiva si apela a opciones didácticas extra que su impartición favorece.
Entre las auditorías de conflictos subyacentes de nuestra sociedad que la actual crisis sanitaria proyecta hacia un primer plano, está uno para observar. No es porque sea mayor o menor con relación a otros. Este al que nos referimos es molesto. Irrita. Alarma. Llena de desconcierto. Pero, por sobre todas las cosas, entristece.
Nunca me he topado en mis andanzas con un «hachepé» que hable mal de las madres. Ojalá nunca aparezca, porque en vez de mentarle la suya —la peor ofensa en aquella lejana libertad de mi infancia— maldeciría para siempre su ingrato corazón y esa atrofia espiritual de insultar la matriz de la vida.
En los dolorosos tiempos de la República neocolonial, cada 8 de mayo rendíamos tributo a Antonio Guiteras, víctima de una infame traición cuando intentaba embarcar hacia México desde el Morrillo para organizar en el país vecino un movimiento insurreccional destinado al logro de la total y definitiva independencia de Cuba.
Los prejuicios son lobos. Hunden sus fauces en la ignorancia. Son ciegos, sordos. Por eso, siempre me persiguió, me punzó el final de aquella cinta mexicana de los cuarenta, María Candelaria.
Ella se plantó cuando quisieron derribar el laurel que sembró 20 años atrás. Una guajira natural de Chambas, que ha salvado tantos animales y conoce los secretos de las plantas, no podía permitir que talaran lo que le hizo reverdecer por encima de los conflictos de la vida.
Los cubanos no pierden tiempo en ponerle al mal tiempo buena cara. El humor, puede demostrarse científicamente, es parte esencial del espectacular arsenal de «resiliencia» —palabra tan sofisticada como resiliente ahora mismo— de los habitantes de este archipiélago.
Considerado factor decisivo para el rescate de la plena soberanía, el impulso al desarrollo de la ciencia tuvo primacía en el diseño de la estrategia revolucionaria desde las etapas iniciales, aun cuando en el momento de la arrancada se disponía de una cobertura educacional pavorosamente baja.