Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Temores vs. afinidades

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Podemos temerle a todo, o a casi todo… hasta un día, hasta que aparezca una «Cristina». Y una «Cristina» puede ser una circunstancia determinada, que nos pone al límite de nuestras inseguridades, o una persona que nos empuja lo suficiente como para que nos percatemos del potencial que tenemos para algo y cuánto lo hemos
desaprovechado. Incluso un llamado interior que nos exige, de repente, despertarnos y dar todo de nosotros.

Afinidades, la primera película codirigida por Jorge Perugorría y Vladimir Cruz —el dúo actoral de Fresa y Chocolate—, e inspirada en la novela de Reynaldo Montero, Música de cámara, nos invita a pensar en ello, a poner a prueba nuestros temores, aspiraciones y sueños.

Propone el filme —sin garantizar el éxito— desde una visión desinhibida y erótica, la búsqueda de soluciones —o de la mayoría de estas— a nuestros dilemas contemporáneos en el mundo de los instintos, en el que el sexo, desde tiempos de Freud, ha aflorado siempre como una de las opciones más socorridas para lograrlo.

¿Puede serlo? Los protagonistas de la historia confían en que sí. Por eso marchan los cuatro a la idílica Laguna del Tesoro, queriendo intercambiar los roles de pareja, los patrones sexuales establecidos y hasta, ¿por qué no? sus vidas, como vía de escape ante un posible desempleo, en el caso de Carlos (Vladimir Cruz); un eterno estado de represión, en el caso de su esposa Magda (Gabriela Griffith); una insatisfacción poco aparente, pero latente, en el caso de Cristina (Cuca Escribano) y una impotencia desmedida de su marido, Néstor (Jorge Perugorría) por lograr libertad de cambios, desde su puesto de poder.

Pero el sexo y lo que nos provoca es efímero, e intentar hallar en él y en la manera de hacerlo sin ningún tabú las respuestas que necesitamos no pueden garantizarnos nada, aunque de repente se les pierda el miedo a las arañas y a las sonrisas abiertas; a pasarse el día sin colores en el rostro y con labios intensamente rojos; a la sobrevaloración de la libertad y de los penes, como dicen, y a la impredecible fuerza que pueden generar las partículas del núcleo atómico más pequeñas del mundo, los quartz.

La película nos conduce por una paz inigualable hasta una «locura taína» desenfrenada, pero nos lleva al mismo lugar: a la necesidad urgente del ser humano de sentirse feliz, de transgredir barreras, de superarse a sí mismo a cualquier precio.

No importa si vamos en el asiento trasero o delantero de un auto, como compara Néstor la trayectoria de la vida al final de la cinta, o si la espiritualidad domina aún al cuerpo, o si los cimientos de una relación quedan apostados para siempre y pendientes de un hilo. La existencia humana será la misma.

Entonces, ¿dónde está la respuesta? La novela cubana actualmente en transmisión, Sábados de gloria, puso sobre la mesa —entre otros temas— el mismo asunto, aunque quizá sin que medien tantos conflictos existenciales como los que vivían los personajes de Afinidades. Pero ahí está Paloma, con su novio y su amigo, en la búsqueda de ¿lo mismo?

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