No se sabe hasta dónde las grietas que empiezan a verse en la pared conformada por lo que llamamos Occidente, pudieran dañar las posiciones comunes con que esos países sostienen el injusto orden internacional.
Las contradicciones en este instante, son ostensibles. Han surgido en torno a la búsqueda de una solución al conflicto en Ucrania, y van tan lejos que la Unión Europea se reunía este lunes de emergencia para adoptar una posición conjunta, luego de que la administración republicana comandada por Donald Trump renunciara a la política de respaldo incondicional a Kiev que siguió su predecesor Joseph Biden, y estableciera un diálogo con el presidente ruso Vladímir Putin, del que ha dejado a la UE fuera.
Europa, que como parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) fue artífice, junto al Washington liderado por Biden, del respaldo militar a Ucrania para usarla como punta de lanza contra Rusia, no se resigna a un segundo lugar que la quiere mantener sin voz en las que no solo se ven como posibles sino, además, cercanas negociaciones para una salida al conflicto.
De hecho, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, ha confirmado que delegaciones de alto nivel de su país y Estados Unidos se reunirán este martes en la capital de Arabia Saudita, para iniciar conversaciones encaminadas a restablecer los nexos bilaterales. También, afirmó, alistarán las eventuales negociaciones. De cara a ello, se prepara la que parece próxima cita cumbre entre Trump y Putin.
De parte de la Casa Blanca pesa el declarado deseo del mandatario de terminar con una ayuda financiera y militar a Kiev que esta administración siente como un lastre, en tanto dice que quiere cesar toda entrega de ayuda extranjera, y centrarse en la «eficiencia» doméstica.
Pueden ser solo palabras pero, y contra todo pronóstico, Trump también parece convencido de que Rusia no representa un peligro per sé para la seguridad de Europa, como insisten en afirmar los Gobiernos del bloque más reticentes a un diálogo con Moscú, y que han aspirado a infligirle una derrota militar hasta ahora inalcanzable.
Son los mismos Gobiernos que junto al de Joe Biden auparon un rosario de medidas punitivas contra Rusia a las que se han opuesto algunos dentro del conglomerado, sabedores de que, como ha ocurrido, las sanciones serían un tiro en el pie que ha dañado más a sus naciones que a Moscú.
Así, las posiciones de Washington y Bruselas apuntan en este momento a un inédito tránsito por dos senderos encontrados. Trump ha iniciado el camino de las conversaciones con Rusia, y el bloque de la UE intenta una posición común que se erige en respaldo a Kiev y, supuestamente, en busca de una seguridad europea que pudiera exigir dejar pertrechada a Ucrania… y más presupuesto de la UE para el renglón de la defensa.
En tal sentido fue el discurso que lanzó el vicepresidente estadounidense J. D. Vance en la reciente Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich: nuevas heridas al amor propio de Europa, y motivos para la frustración.
En una posición de superioridad expresa tampoco vista, Vance no solo acusó al bloque de limitar la libertad de expresión y, por ende, de falta de democracia. Además, le tiró de las orejas por permitir la entrada de inmigrantes a sus países, según consideró, y le exhortó a hacerse cargo de su propia seguridad para que Estados Unidos pueda ocuparse de… otros asuntos.
Eso es lo que trataba de consensuar este lunes la Unión Europea convocada por el presidente francés, Enmanuel Macron. Pero el Viejo Continente no dispone de fondos para sostener el maratón de dinero que ha entregado la Casa Blanca a Kiev.
También fuera del juego duro, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quiere un representante de quienes identifica como sus socios europeos en las posibles negociaciones. El vice estadounidense se reunió con él a propósito de la cita de Múnich aunque, obviamente, no fue suficiente.
Zelenski tendrá que ser llamado a opinar (¿y a firmar?) cuando las pautas del proceso que se aguarda, estén listas. Y ya habrá una manera de tranquilizar a Europa. Las fisuras deberán hallar solución porque de eso depende, en mucho, el poder que Occidente ha ejercido hasta hoy sobre la periferia del mundo.