Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Experimento en curso…

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

«Echa, mira lo que lleva ese hombre en la mano. Un vinilo del “puro” que canta con Leoni Torres…». Tanto el hombre que llevaba ese tesoro como yo —que en la esquina estaba esperando la bondad de un chofer—, nos volteamos a ver quién se había expresado de tal manera.

Un jovenzuelo le hablaba así a otro que, absorto en su celular, no se había percatado del «fenómeno». También a este le llamó la atención esa carátula, «pero bueno, tú sabes, últimamente los artistas lanzan sus temas en vinilo porque siempre hay un loco por ahí que tiene un tocadiscos o se compra uno moderno». Y de ese modo continuaron los dos con sus parlamentos asombrosos… El disco de acetato mostraba el rostro de Pablo Milanés.

Quizá pueda no impresionarse usted que lee estas líneas. Estoy segura de que no es la primera vez que escucha a algún adolescente o joven de nuestro país expresar desconocimiento acerca del legado de artistas que, en cualquier manifestación, son referentes en nuestro país y en muchos casos a nivel internacional.

Si de música se trata, ya vemos que Bebeshito, el Kímico, el Taiger y otros similares siguen ganando seguidores, y lo peor no es eso, sino que sus fanáticos muchas veces no dejan espacio para conocer otras sonoridades y otra calidad en cuanto a líricas y melodías.

Para estos dos muchachos, Pablo Milanés fue solo el acompañante de Leoni Torres en el tema Para que un día vuelvas. Aún sin salir de mi asombro, el hombre que portaba el vinilo me dijo: «Por suerte escuchan a Leoni, otros ni siquiera lo conocen porque solo oyen reguetón, trap, “reparto”
y esas cosas». Y ya es harto sabido que más allá de la música, lo más lesivo de estas canciones son las letras que se cantan de boca en boca, incluso desde edades pequeñas.

¡Tantos buenos temas que pueden escucharse! ¡Tanta buena música que este país pare a diario!… ¿Cómo es posible que prolifere lo que artísticamente ningún mérito tiene? Que cada cosa tiene su público es cierto, pero precisamente es vital proveer de herramientas a quienes luego puedan discernir y emitir sus criterios con argumentos racionales.

El asunto que abordo no es nuevo, lo sé. Pero sigue creciendo. Asumamos nuestras responsabilidades. En el entorno familiar, en la escuela, en las comunidades, en los medios de comunicación… en cuanto espacio se disponga de la posibilidad de fomentar el aprendizaje y favorecer el crecimiento intelectual de cada ciudadano.

Las preferencias son individuales, y no puedo negarlo. Usted, esos muchachos y yo elegimos la música que nos gusta escuchar en cada momento, pero lo que defiendo es la tesis de que, al menos por cultura general, usted y esos muchachos, y también yo, sepamos lo que nos antecede y lo que tiene hoy un valor real. Cuba es territorio musical por excelencia y no es posible que las nuevas generaciones no conozcan nada.

Todavía no deja de asombrarme que una colega de 23 años ni a X Alfonso conozca. ¿Qué me diría si le pregunto por Elena Burke, Richard Egües, Chucho Valdés, Ernesto Lecuona o Leo Brouwer? Son solo algunos nombres, pueden ser otros. Pregúntele a los que le rodean. El experimento está en curso…

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