Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Amazonía: tan lejos y tan cerca

Autor:

Nelson Rodríguez Roque

 

Prendió la Amazonía. Dicen que ocurre por estas fechas debido a muchos factores. Y a medida que ha crecido el fuego, contabilizado en miles de focos, también han aumentado las expresiones de preocupación de las personas en todo el mundo. A veces no se es lo suficientemente consciente de las llamadas riquezas naturales hasta que ocurren situaciones como estas.

Todavía hay quien desconoce cuán impactante para el planeta es el llamado Pulmón Verde, región que ocupa nueve países, aunque es Brasil el de mayor área territorial selvática. Gracias a la influencia audiovisual, muchos lo asocian, apenas, al grandioso Amazonas, a algunas zonas venezolanas de extraordinaria belleza, a pirañas y jaguares, y a historias canibalescas.

Particularmente, pienso que la primera globalización, en su buen sentido, proviene de la naturaleza, pues el dióxido de carbono se ha filtrado en grandes cantidades, desde el inicio de la contaminación humana, en la zona en cuestión, proporcionándole beneficios al planeta.

Para los cubanos el siniestro, aunque ocurra a miles de kilómetros de nuestras costas, no nos resulta ajeno. Nuestra gente se ha unido a la denuncia que ha tomado protagonismo en los últimos días en las redes sociales con hashtags y marcos de perfiles personales. Artistas, celebridades, políticos, líderes e intelectuales han alzado sus voces, en pos de defender el terreno quemado, el cual año tras año le resta foresta y fauna a una de las regiones de incomparable biodiversidad del globo y hogar de indígenas que llegaron ahí antes que los colonizadores, cuya resistencia es digna de admirar, pues rebasa hasta el ámbito cultural.

Asocio el verde de la bandera brasileña a la Amazonía, pues su Gobierno es responsable de casi el 70 por ciento de los siete millones de kilómetros cuadrados. Es una nación privilegiada, cuyo verdor debería desprender oxígeno y no humo, como sucede ahora, cuando algunos de los ricos quieren socorrerlo. Sin embargo, el daño ya está hecho. A la crisis climática se le abrió la herida más aún. La huella de 2019 tardará en «apagarse» en toda la extensión de la palabra.

El problema de la Amazonía rebasa a un fondo internacional para protegerla, a una veintena de millones de dólares. La solución es hacer conciencia en que se está destruyendo una de las siete maravillas naturales del mundo, el más grande bosque tropical de la Tierra, un acuífero de agua dulce formidable, se deteriora la vida humana, que incluye a nativos y otras personas. Se privilegian a ganaderos, madereros, mineros y agricultores… Y a sus economías, esencialmente. Leí que, mientras se combate el fuego, todavía seguían autorizándose las quemas para cultivos en Brasil -¡cuánto barbarismo!–, inclusive ubicadas fuera del perímetro amazónico.

Lo había afirmado Fidel en 1992, precisamente, en Río de Janeiro, alertando lo que sobrevendría si seguíamos descomponiendo «nuestra casa». Y lo escribió luego en sus Reflexiones, con fundamentos que daban la medida de cuánto tiempo había dedicado al estudio de esa anomalía.

Los árboles colosales, el delfín rosado, el oso perezoso, el clima terráqueo, las etnias ancestrales, todos pagaremos la culpa de la voracidad destructiva. Por suerte, todavía no se extingue la solidaridad, esa que aflora en medio de la catástrofe desde todas partes del orbe, esa que nos une en pos de salvar la Amazonía, mediante el pensamiento y la acción.

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