Pensar como país. A esto nos ha llamado Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Lo reiteró en su discurso del viernes último por el Día de la Rebeldía Nacional, en el mismo lugar donde el Comandante en Jefe presidió su último acto nacional por el 26 de Julio, en la misma tierra en la cual despertaron las ansias de convertirnos en patria, hace más de 150 años, cuando hacendados, esclavos y campesinos quisieron despojarse del yugo colonial.
El mandatario cubano significó la responsabilidad que recayó sobre él, en representación de la nueva generación de dirigentes de la Isla, consistente en pronunciar las palabras centrales de tan trascendental fecha, tarea que siempre asumían personalidades históricas. Fue otra señal de que Cuba no está inmóvil, de la confianza de Fidel y Raúl en la juventud, comprometida en continuar lo que fue una autodefensa, un programa revolucionario sin ambages o retrocesos, que dignificaba al ser humano, bastante relegado en la neocolonia impuesta como sistema político.
Volvió sobre el papel de la historia, recordando unos cuantos lugares como Bayamo y otros cercanos, en cuyos parajes comenzamos a expresarnos cual nación. Mencionó las aguas del Cauto, las lomas rebeldes de la Sierra Maestra o los confines de playa Las Coloradas, por donde desembarcó la esperanza, en forma de yate, de aquella generación del Centenario que tenía proezas pendientes, pues en el Moncada y en el Carlos Manuel de Céspedes habían encendido el motor pequeño, pero el tirano Batista seguía en el poder y el imperialismo era dueño de media Mayor de las Antillas y un poco más.
Me llamó la atención su pronunciamiento de que las fuerzas barbudas habían derrotado «a uno de los ejércitos mejor armados del continente». Y fui a los especialistas, y ellos me ratificaron que sí, que Estados Unidos les suministró armas a los batistianos hasta muy avanzada la contienda, y que los hombres de Fulgencio Batista opusieron resistencia, incluso en las fechas finales de 1958. Eso engrandece la victoria, porque el oponente era serio, aun padeciendo de desmoralización y mando incapaz en sus altas esferas. Nunca supo descifrar el enemigo la guerra de guerrillas, diseminada primero por el sur del oriente y luego bajada hasta el llano y llevada al mismo Columbia, cuartel donde embajadores y sargentos «jugaban» a injerencia y entreguismo, fórmula macabra de aquella etapa gris.
Esa última reflexión dice mucho del grupo de civiles que dejó atrás cualquier comodidad para cambiar el estado de cosas, para pelear una libertad arrebatada en plena Guerra Necesaria y después en el conflicto tripartito (en el que muchos han querido minimizar el rol mambí), y en los albores de nuestra República, nacida encadenada al gigante de las siete leguas, que todavía sueña desempolvando la Doctrina Monroe, teoría que más anexionista no puede ser.
Díaz-Canel se solidarizó con la Venezuela bolivariana, asediada inclusive hasta por Gobiernos de algunas tierras que aquel Libertador resuelto le quitó a la metrópoli española. Con Estados Unidos volviendo sobre sus bloqueos, cercando cualquier signo progresista, ignorando las normas internacionales de convivencia y respeto.
Ahora Trump y sus descerebrados consejeros andan detrás de los tanqueros petroleros, buscando hundir a la nación sudamericana y a su amiga caribeña, que son una sola bandera (como en vida de Fidel y Chávez), como se dejó escuchar en la 25ta. edición del Foro de Sao Paulo, desde las voces a la izquierda del mundo, congregadas en un haz de varas al cual también se refirió Díaz-Canel, en el caso de la unidad que debe caracterizar a los cubanos.
Y habló el Presidente de cuánto hay que hacer para resguardar nuestras inversiones y avances sociales, «de espantar el egoísmo, la vanidad, la desidia, la chapucería y el no se puede», de construir una relación civilizada con Estados Unidos y de las nuevas medidas por aprobarse en próximos días. De la Helms-Burton, surgida para matar (no lo duden). Con un poema y resistencia cerró, porque la mañana de la Santa Ana continúa convocándonos al sonido del clarín.