Hay «dos rubios» que han querido
ser hijos de la maldad:
uno es rubio de verdad;
el otro, por apellido.
El primero, un bendecido
de millonarios negocios,
sin moral ni sacerdocios;
el segundo, un gran tarado.
Dos rubios que han terminado
tristemente como socios.
El primer rubio dispara
su lenguaje escatológico,
y el segundo, como es lógico,
lo apoya de forma clara.
El primero se le encara
desde Twitter a la prensa;
El segundo solo piensa
contra Cuba qué va a hacer
para enseguida obtener
del primero recompensa.
No es que ser rubio sea malo,
malo es el que lo sea
y tenga la mala idea
como anuncio de regalo.
Son cuñas del mismo palo,
de pensamientos montubios,
y ya se observan diluvios
de críticas sin ambages
a estos tristes personajes
que yo nombro los «dos rubios».