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Dejarnos persuadir por el pueblo

Autor:

Luis Hernández Serrano

El pueblo, con todos sus inagotables recursos, no puede sujetar su quehacer en la sociedad a la rutina y al facilismo, pues ello sería abandonar el ejercicio de una de las más grandes virtudes que posee: ¡su espíritu creativo!

Bajo esta idea se nos ocurre resumir la pertinencia de algunas reflexiones recogidas en el ensayo El 18 Brumario de Luis Bonaparte, escrito por Carlos Marx, entre diciembre de 1851 y marzo de 1852, y publicado en la revista La Revolución, de Nueva York, en este último año.

Dentro de las cuestiones que más impresionan de tal ensayo están las sentencias que aluden, precisamente, al ciudadano común, en lo fundamental al campesino y al trabajador.

El genio de Marx, auxiliado por Federico Engels, supo en todos sus escritos darle al pueblo de las distintas épocas el lugar que se merece. Y recalca en una curiosa metáfora en el mencionado texto que el hombre simple debe conocer que «las ventanas son para una casa lo que los cinco sentidos para la cabeza». Y, entre otros asuntos, pone de relieve que el pueblo no es tan incapaz como siempre han querido hacer ver sus enemigos de clase, y destaca que es inteligente y actúa con mucho aliento, impulsado por la herencia de las más nobles experiencias de sus antepasados.

En ese sentido, Marx enfatiza que «las tradiciones de las generaciones muertas pesan como una losa sobre las cabezas de las generaciones vivas».

Alude el gran filósofo comunista a la vinculación estrecha del campesinado con el obrero, y recuerda el origen de esta cordial relación, fundamentada en el hecho histórico de que «bajo Napoleón, por ejemplo, los intereses de los campesinos ya no se hallan en consonancia, sino en contraposición con los intereses de los capitalistas».

Y sostiene como una de las tradiciones que los más pobres trabajadores del campo —especie de obreros de la fábrica de la tierra— «encuentran su aliado y jefe natural en el proletariado urbano, que tiene por misión derrocar el orden burgués».

Marx no solo habló de la relación pueblo-Estado en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, sino que lo hizo también, con riguroso enfoque, en otras obras, como en esa joya de sus materiales teóricos que fue Crítica del Programa de Gotha, que contó con el prólogo de Federico Engels.

Marx, que supo bien que el ser humano es una de las manifestaciones supremas de complejidad de la naturaleza, reflexionó que «los hombres hacen su propia historia, pero no a su libre albedrío, bajo circunstancias elegibles por ellos mismos, sino bajo circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado».

Afirmó que «las circunstancias crean al hombre, pero también el propio hombre crea las circunstancias». Y dijo también que «la libertad consiste en convertir al Estado de órgano que está por encima de la sociedad, en un órgano completamente subordinado a ella, y las formas del Estado deben seguir siendo libres en la medida en que se limite la libertad del Estado».

Sobre la educación popular planteó que no se debe nombrar siempre al Estado educador del pueblo. «Es, por el contrario, el Estado el que a veces necesita recibir del pueblo una educación muy severa».

Justamente, acerca de un asunto tan política y humanamente sensible, hay que destacar lo comentado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el discurso de clausura de un Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, en el que lanzó una sustancial y profunda sugerencia revolucionaria, cuando dijo que en muchas oportunidades se ha tratado de persuadir al pueblo para que haga lo que los dirigentes piensan y creen que los ciudadanos deben hacer, pero valdría la pena que en determinadas coyunturas de nuestro proceso socialista el Partido y el Estado se dejen persuadir por la sabiduría y la creatividad de nuestro pueblo.

Todas estas consideraciones que he expuesto me ayudan a sostener una idea esencial para la construcción de un país que necesita seguir protegiendo y dinamizando sus bases democráticas. En nuestro pueblo habita una riqueza inagotable, una savia que es resultado de la instrucción y de la apertura de oportunidades que ha procurado una Revolución que se ha hecho «con todos y para el bien de todos». Y ese saber, con todas sus lecciones, escrutado desde un sentir colectivo, debe seguir siendo brújula y guía para encaminar y perfeccionar decisiones y políticas. Hay que continuar pegándole los oídos al pueblo, como ha advertido Raúl, y dejarnos seducir por su fuerza inmensa.

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