El presidente Raúl Castro dijo, en la clausura de la Asamblea Nacional, lo que todos, con excepción de los pillos, querían escuchar: poner fin a una especulación desbocada que realmente no aguanta más. Y al aplauso que retumbó, tras sus palabras de «son problemas a los que hay que buscarles explicación; pero más que la explicación, es solución, aunque sea transitoria», se unió toda esa Cuba laboriosa.
El traído y llevado tema de la oferta y la demanda se ha convertido en un pretexto utilizado, hasta la saciedad, por los inescrupulosos para ganar más y más. En realidad asumen un mutuo pacto entre ellos para imponer precios de monopolio.
Ese fenómeno, desde hace rato el pueblo lo viene denunciando en las asambleas de circunscripciones del Poder Popular, también en la prensa y es motivo de observación cotidiana, lo mismo en una parada de ómnibus, que en parques o pasillos de los centros de trabajo. En fin, ese agujero contra los bolsillos constituye el tema más recurrente e irritante del día a día del cubano.
De manera contundente y sencilla, el diputado Israel Pérez, del municipio de Yaguajay, en Sancti Spíritus, echó por tierra la teoría de que el problema radica en una oferta menor que la demanda, cuando afirmó que los productos agropecuarios se comercializan hasta cuatro veces más caros del precio al que los vendió el campesino. Ahí radica la verdadera razón de este encarecimiento artificial.
Cómo resulta posible que, a pesar de una mayor área en explotación de tierras con el fin de producir alimentos, ahora casi todo, para no ser absolutos, valga más caro. Qué explicación tiene que aumente la producción y, en igual medida, los costos al comprador, como ha pasado.
Ahora mismo, en el mercado del Sandino en Villa Clara, en la feria agropecuaria, una libra de tomates valía entre 15 y 18 pesos. Y no hablemos de los pepinos, el plátano, los ajíes, la malanga y la lechuga...
Se trata ahora de buscar, aunque sea de manera transitoria, ni más ni menos, un justo equilibrio sin perjudicar las ganancias de los vendedores, pero evitando también el fin desmedido de lucro a costa del consumidor.
Por otra parte, no resulta inédito que el Gobierno intervenga para buscar una solución adecuada a los problemas de los altos precios de las mercancías agropecuarias. Es una práctica internacional para proteger a los consumidores de los especuladores o acaparadores. Y el anuncio ha sido recibido con una ovación multitudinaria de oriente a occidente.