Una vez más el tiro les salió por la culata. Muchos analistas lo advirtieron, pero a veces me pregunto cómo es posible que teniendo Estados Unidos tantos tanques pensantes dedicados al estudio del Oriente Medio, la Casa Blanca comete errores en esa región. Era de esperarse que las bandas terroristas, después que recibieron financiamiento de Washington y países árabes del Golfo Pérsico para derrocar por la fuerza al Gobierno sirio, estén descontroladas, y no hagan caso a sus sponsors.
Por eso, Washington y Londres decidieron suspender su asistencia militar al denominado Ejército Libre Sirio (ELS), pero solo en el norte del país en conflicto, después que una agrupación radical, Combatientes del Frente Islámico, asaltara el fin de semana unos arsenales del ELS en la frontera con Turquía y se apropiaran de armas antiaéreas y antitanques.
La actitud de estas potencias, fundamentalmente de EE.UU., responde a los temores de que el material de guerra caiga en manos de grupos yihadistas, algo que dicen han tratado de evitar desde el principio del conflicto, identificando a elementos moderados a los que ofrecerles su asistencia.
Todos sabían que esos grupos estaban allí, que llegaban desde Iraq, Libia, Turquía, el Golfo Pérsico y desde otros lugares del mundo, incluidos países occidentales, pero no les importaba porque servían a sus intereses y al objetivo de cambio de régimen.
Les dieron armas, dinero, apoyo político y diplomático…, pero ahora, algunos financiadores parecen haberse convencido de que si siguen apostando a la guerra, la situación se les puede salir de las manos. Incluso muchos consideran preferible una transición timoneada por el actual Gobierno si no se encuentra un socio fiable, antes que dejarla que sucumba en el extremismo islámico, que puede ser contraproducente a los intereses occidentales.
No obstante, la actitud de Washington y Londres no han abandonado su objetivo de derrocar al Gobierno de Bashar al-Assad. Y si ahora dicen apostar a la solución política del conflicto a través de las negociaciones de Ginebra II, como se denomina la conferencia internacional de paz que impulsan Rusia y EE.UU., es solo porque la administración Obama quiere pujar un pacto que derive en la salida de Al-Assad.
Además, el anunciado cese de la ayuda militar es solo temporal. El ELS seguirá recibiendo asistencia en otras localidades sirias, y por el momento se encarga de convencer a Washington y a Londres de que los sucesos del fin de semana fueron un «malentendido» y de que la decisión de dejarlos sin suministros es apresurada y equivocada, y por tanto, le piden tiempo hasta que «los acontecimientos se aclaren».
Así el ELS minimiza sus disputas con los Combatientes del Frente Islámico, y alega que el fin de semana no hubo ataque por parte de ese grupo, sino una acción de «apoyo» que le pidió para defender sus bases de la banda Estado Islámico de Iraq y del Levante, que junto al Frente Al-Nusra está vinculado a Al-Qaeda.
Sin embargo, lo que sí está claro es que el pasado día 3 de diciembre, el Frente islámico anunció su salida del estado mayor del ELS, arguyendo que este ya no les representaba.
El ELS no quiere quedarse sin el respaldo de Occidente, pero también saben que cuando han avanzado en la guerra contra el Gobierno de Damasco ha sido gracias a la inyección de grupos terroristas.
Washington, principalmente, está preocupado por la pérdida de fuerza de lo que denomina oposición moderada, armada también, frente al empuje de los yihadistas, y los rumores sobre la huída al exterior del jefe del Estado Mayor del ELS, el general Salim Idriss, les pone otra nota de alerta, porque si fuera verdad, poco a poco se van quedando sin fichas que presentar y legitimar como contraparte a Al-Assad.
Así se va acercando Ginebra II, sin que se despejen sus obstáculos.