Nikita Jruschov junto al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz Autor: Juventud Rebelde Publicado: 25/10/2025 | 08:18 pm
¿Había ocurrido realmente una disputa entre Fidel y el líder soviético Nikita Jruschov durante la Crisis de Octubre? Graduado del Instituto de Idiomas Máximo Gorki en 1964, traductor y profesor jubilado de la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de La Habana, Bárcena reconoce que el tema apasiona porque lo tocó de cerca.
«¿Se imagina a un muchachito recogiendo café por esos días en la Sierra Maestra?» —pregunta—. Era mi segunda vez allí. Un año antes había alfabetizado; y en el 62 volvimos porque hacía falta cosechar el café o porque, eso se comentó, Fidel indicó llevar a los estudiantes a las montañas para salvarnos si pasaba algo. El caso es que pasé la Crisis allá arriba, escuchando todo por un radiecito de pilas».
Al igual que a muchos cubanos, el episodio lo llenó de preguntas. Después, ya como profesional, Bárcena intercambió con soldados y oficiales soviéticos que estuvieron emplazados en Cuba.
«¿Qué ocurría en las conversaciones? Pues que siempre aparecía un tema subyacente. Nunca se hacía explícito, pero ahí estaba. Que si tú dijiste esto, que si yo dije lo otro. Que si tú intentaste inducirme a que yo hiciera aquello. Era un ir y venir. Una nebulosa.
«Así estaban las cosas hasta que un día Serguei Jruschov, el hijo de Nikita, publicó las memorias del padre y en la parte de la Crisis de Octubre se dijo que Fidel había sugerido a la Unión Soviética iniciar el ataque nuclear. Y como se dice en buen cubano: a partir de aquel momento se armó el jelengue».
¿Dónde están las cartas?
La Crisis de Octubre es también la historia de una polémica que, en buena medida, ha durado hasta nuestros días. En varias oportunidades el Comandante en Jefe insistió en que él nunca pidió el ataque. Incluso, a raíz de una larga entrevista con el cineasta estadounidense Oliver Stone, el Líder cubano defendió con fuerza su posición.
«En una ocasión —cuenta el profesor Bárcena Luis—, me encontré con Alexander Alexeiev, el embajador soviético durante la Crisis. “¿Se dice que hay problemas en la traducción de las cartas entre Fidel y Jruschov? —pregunté—. ¿Quién tradujo esas cartas? ¿Fue usted?”. “No —respondió—, yo copié lo que me dictó Fidel cuando estuvo en la embajada, al menos en el caso de la primera carta; pero la traducción la hicieron los traductores de la embajada”.
«¿Quiénes eran esas personas? Nunca he podido averiguarlo. El caso es que las cartas no aparecían, hasta que en 2012 el periódico Granma publicó las misivas. Y ahí surgieron las primeras evidencias para investigar; pero, ojo, con un detalle importante: esos eran los documentos que la parte cubana reconocía como lo que yo mandé y lo que a mí me llegó.

El profesor Antolín Bárcena Luis analizó la correspondencia entre los líderes de Cuba y la URSS. Foto: Luis Raúl Vázquez Muñoz
«¿Qué faltaba? El texto en ruso de la traducción de los mensajes de Fidel. No aparecían. Entonces, me entero que Sergó Mikoyán, el hijo de Anastas Mikoyán, presidente del Soviet Supremo de la Unión Soviética durante la Crisis, había publicado lo que puede ser uno de los textos más completos aparecido en Rusia sobre los hechos de 1962.
«Es esto...». Extiende el brazo hacia una mesita y toma un libro inmenso, con más de mil páginas. «En ruso se titula Anatomía de la Crisis del Caribe. ¿Qué tiene?». Lo hojea, se detiene en una página y pone una mano sobre ella. «Las traducciones al ruso de las cartas enviadas por Fidel. Ahora sí podía trabajar».
Un viaje que nunca llegó
—Profesor, si ya se tenía una versión oficial de las cartas, ¿por qué era necesario el texto en ruso?
—Para asentar los dos idiomas. Se dice que el traductor es un siervo con dos amos: el que emite y el destinatario del mensaje. Por esa razón, traducir implica llevar la idea real, el sentido del mensaje. Pero también se debía analizar un punto: qué términos se utilizaron, para luego compararlos. Por eso se necesitaban los dos documentos.
—¿Cómo realizó el estudio?
—Hicimos un análisis léxico, entre otras valoraciones y creamos un glosario de palabras en las dos versiones: esta fue la que se envió en español y esta su equivalente en ruso; porque nuestro objetivo principal siempre fue uno: precisar lo que dijo Fidel en español y lo que le tradujeron a Nikita.
—¿Y qué encontró?
—Que las traducciones no fueron del todo exactas. Cuando se traduce aparecen riesgos. Uno de ellos es apegarse demasiado a la lengua desde la que se traslada el mensaje. En este caso se corre el peligro de quedarse en la superficie. Te pegas tanto a lo que quieres traducir, que no eres capaz de atrapar y llevar la sustancia del contenido. Ese fue uno de los problemas.
—¿Uno? ¿Cuáles fueron los otros?
—En una primera lectura, enseguida notas el excesivo apego a la sintaxis rusa y, en ocasiones, errores en el empleo de tiempos verbales, preposiciones y artículos. Al final, el texto queda como envuelto en una camisa de fuerza. ¿A qué conduce eso? A que el documento original se imponga sobre el contenido y las sustancias del mensaje se queden atrapadas en el original. Es como un viaje que nunca llega; pero ese no fue el problema principal.
El orden perdido
«La más problemática de todas fue la primera carta. Al inicio la traducción se reflejó de forma adecuada. El mayor problema comenzó cuando se listaron las posibles vías de agresión. Refiriéndose a la posibilidad de invasión, el Comandante dictó: “Entiendo que la realización de esta variante exigiría gran cantidad de fuerzas y es, además, la forma más repulsiva de agresión, lo que puede inhibirlos”.
«En ruso, sin embargo, se sustituyó “repulsiva” por “indignación”, lo que hace perder fuerza y sentido al mensaje. Además, se añadió una oración: cuando se lee que la invasión directa al país sería recibida con gran indignación por la opinión pública mundial. Esa idea no estaba en el original.
«Luego viene otro dilema. Fidel dijo: “Puede estar seguro de que resistiremos firme y decididamente el ataque sea cual fuere”; pero en el ruso la afirmación categórica se sustituyó por “Mozhet byt”, que en español significa “Tal vez, quizá”. ¿Qué leyeron en Moscú?: “Tal vez (o quizá) usted esté seguro de que resistiremos firme y decididamente la agresión sea cual fuere”. La determinación y firmeza del mensaje se perdieron por completo».
Las palabras no llegaron
«Lo más problemático ocurrió en el sexto y séptimo párrafos —señala el profesor Bárcena Luis—. En esa parte Fidel precisa que si los norteamericanos llegan a invadir con el fin de ocupar a Cuba, ese sería el momento en que la Unión Soviética no debería permitir que descargaran contra ella el primer golpe nuclear.
«En ruso, sin embargo, se cambió invadir (vtorgatsia o vtorzhenie) por atacar (napadat). Ya eso desvirtuó el original. En la misiva sí se establece con claridad la opinión personal de Fidel de que si el país fuera invadido, la Unión Soviética no debería permitir jamás que descargaran contra ella el primer golpe nuclear. Era un criterio. No una indicación y mucho menos la solicitud.
«¿Cuál es el problema de los términos? Que no es lo mismo ataque que invasión. Se podía atacar, por ejemplo, con bombardeos de todo tipo; pero, a diferencia del ataque, invadir sí conlleva la intención de desembarcar y ocupar el país.
«De ahí se desprende otra dificultad. Después de hacer las observaciones sobre una invasión, Fidel argumentó que la agresividad imperialista era muy grande y que un acto de ocupación borraba cualquier norma jurídica y moral, por lo que ese era el momento, nunca antes, para eliminar el peligro del golpe nuclear.
«En la traducción se alteró el orden de las oraciones: se independizó la idea de que la agresividad era muy grande con respecto a lo demás y el mensaje en ruso no transmite con precisión el sentido. Al final, lo que se deriva de la lectura es que se sugería en el golpe nuclear si los norteamericanos atacaban; sin condicionante alguna.
«Los traductores debieron usar invadir y no lo hicieron, más aún porque en el Comandante sí estaba claro cuál era la diferencia entre invadir y atacar. Son matices que no se pueden olvidar. Por eso la idea transmitida fue que Fidel sugería comenzar la guerra termonuclear si éramos atacados. Y ese error generó toda la confusión que vino después, cuando Nikita hizo la recriminación por haberlo incitado a iniciar el ataque atómico».
El temor andante
—¿Y cómo fue posible caer en ese error?
—Mire, traducir es una operación muy compleja sobre la que gravitan innumerables circunstancias. Es muy fácil hablar ahora, pero yo no quisiera haber estado en los zapatos de esos traductores. El país estaba en guerra y el mando de las tropas soviéticas en Cuba había cursado un mensaje, alertando a Moscú de que un ataque era inminente.
—La presión estaba, pero aún así: ¿se pudieron haber evitado los errores? ¿O es que los traductores están desprotegidos en estos casos?
—Es evidente que en el envío de las cartas existió una premura muy grande. Por eso en mi opinión, los mensajes debieron ser revisados por un nativo de habla española. Un dilema de la traducción es que cuando más temes caer en el error, más te equivocas porque te pegas al texto y no a su sentido. Un nativo del español hubiera alertado de algunas cuestiones. También se debió consultar a Fidel para perfilar mejor la traducción. ¿Se hizo? Todo indica que no.
—Es decir, a su criterio el problema estuvo en la presión del momento y el temor a errar.
—No sabemos lo que sucedía en la embajada; pero sí: creo que el temor a apartarse del original, los llevó a confusiones con la interpretación del contenido. Ahora, de lo que sí no hay duda es que Fidel no pidió el ataque atómico para que el mundo se hundiera con Cuba. Ese nunca fue el sentido de sus mensajes. Y ahí están las cartas.

Baterías antiaéreas emplazadas en La Habana. Foto: Archivo de JR
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