A los de mi tiempo nos toca seguir abrazando montañas, porque la aventura de la Revolución no termina, continúa, y falta bastante ladera y quebrada por recorrer.
Eso sentí mientras descubría cada detalle e imagen del VI Congreso del Partido, que se desarrolló en días de remembranzas de Playa Girón, con el simbolismo que entraña que en jornadas semejantes, medio siglo después, se venciera a quienes les pronosticaron a esta Isla otros destinos que no fueran los del socialismo.
Desde la revista militar y el desfile de pueblo que crispó la Plaza, se inscribió en mi corazón que estos son días también de historia, aunque tal vez deban ser medidos otros 50 años después, cuando esas líneas que ahora alumbran hacia otros horizontes demuestren la valía que tuvieron para elevar a Cuba por sobre este parteaguas.
Como joven quedé prendada de cada concepto planteado en el Informe Central, con cada palabra de Raúl apuntando hacia lo urgente y cardinal que hay que transformar, y hacia las esencias que nos toca defender.
También Fidel puso a prueba nuestras emociones advirtiéndonos en una de sus últimas Reflexiones que nuestra tarea es todavía más difícil que la asumida por su generación cuando se proclamó el socialismo en Cuba, a 90 millas de Estados Unidos.
Por ello, persistir en los principios revolucionarios —nos dijo desde ese recóndito lugar del sentimiento— es el principal legado que podemos dejarles. No hay margen para el error en este instante de la historia humana. Nadie debe desconocer esa realidad.
«La nueva generación está llamada a rectificar y cambiar sin vacilación todo lo que debe ser rectificado y cambiado —nos exhortó—, y seguir demostrando que el socialismo es también el arte de realizar lo imposible».
Fidel, quien nos condujo a la emancipación nacional y combatió por la dignificación humana sin exclusiones, nos colocó ante las coordenadas de ajustar los pasos para seguir siendo la utopía de los que luchan y de los que tienen esperanzas.
Su proposición se extendió hacia la luz de hacerlo sin ingenuidades, prefigurando situaciones y actuaciones, organizando los actos concretos que harán avanzar los proyectos.
Fidel y Raúl nos situaron en el camino de utilizar todas las fuerzas y potencialidades de las personas y de la nación para lograr los objetivos aprobados en esta cita preñada de momentos memorables, porque mantener en pie y desplegar esta sociedad libre y socialista es claro deber con nosotros mismos.
Asomada al mañana del país regresaron, recurrentes, las claves que compartió un destacado intelectual cuando me estrenaba en esta profesión: Hay que afilar las armas del socialismo, incluso buscar otras nuevas, porque todos los días hay que ganar las batallas que creíamos haber vencido.