Transcurrió casi un año para que la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF por sus siglas en inglés) se pronunciara ayer acerca del «caso» Caster Semenya, quien podrá seguir corriendo.
El largo pleito de verificación de sexo comenzó incluso poco antes del triunfo de la atleta sudafricana en la prueba de 800 metros durante el Campeonato Mundial Berlín 2009.
Las sospechas con respecto al género surgieron no solo por su aspecto, sino porque durante los campeonatos africanos de 2009 rebajó en ¡siete segundos! su marca personal en 800 para dejarla en 1:56.72, la mejor del mundo ese año.
A partir de entonces se puso en marcha para la joven de 18 años un engorroso proceso que siempre estuvo acompañado de seguidores y detractores.
A ella le tocó la parte más lacerante y quizá sintió como nadie más el peso de horas, días, semanas, meses que invirtieron los especialistas para determinar su sexo.
La controvertida medida, aún sin conocerse cuánto tiempo demoraría deshojar la margarita, devino escándalo mayúsculo a tal extremo que en Sudáfrica el presidente Jacob Zuma se mostró descontento con la IAAF y denunció ante el mundo la humillación a que era sometida la deportista.
No obstante los innegables avances de la ciencia para adoptar una decisión al respecto, transcurrieron más de 300 días para que la máxima entidad del atletismo se pronunciara.
Ya desde noviembre pasado se había producido un acuerdo entre la IAAF y las autoridades de Pretoria que garantizaba de antemano que el título mundial de la Semenya quedaría en sus manos sin tener en cuenta la entonces pendiente decisión médica.
Asimismo, el citado organismo se comprometió a que este examen científico fuese tratado de manera confidencial entre la paciente y los médicos.
Ya se hacen planes acerca de la posible reaparición en las pistas de la fornida morena. Incluso se especula que será en el Campeonato Mundial Juvenil que se realizará este mes en Canadá.
En fin, sea donde sea, ahora todo transita sobre pétalos de rosas. Atrás quedaron azarosos momentos, pero lo más importante en todo el pleito es poder aquilatar en su real dimensión los daños psíquicos que pudo sufrir la atleta.
Al país que ha organizado con ribetes de excelencia el actual Mundial de Fútbol le queda un consuelo en medio de tanta algarabía, y es que al fin una de sus innegables figuras del atletismo podrá retornar a las pistas y encarar el futuro con la misma entereza con que supo mantenerse erguida entre las penumbras.
Tengamos presente que a Caster Semenya no le quedó otra alternativa que armarse de tremenda paciencia cuando, en plenitud de forma, fue lanzada a un abismo cuyo final estaba mucho más lejos de lo que todos deseábamos.
¿Solo un comunicado salda ese daño?