Por tres décadas a la unidad militar élite de Indonesia, el Komando Pasukan Khusus, o Kopassus, no hubo líder sindical, estudiantil o movimiento independentista en Asia Pacífico que se le escapara. Muchos fueron objetos de su asedio. No pocos murieron torturados. Reconocida y famosa por el empleo de prácticas brutales desde los 70, particularmente en Timor Leste, Aceh en la isla de Sumatra, Papúa y Java, podría contar nuevamente con la asesoría y entrenamiento de Washington.
Luego de algunos años de distanciamiento por los desmanes cometidos —secuestros, asesinatos y toda clase de torturas—la Casa Blanca podría levantar el «castigo» y volver a ocupar el sitio de maestro. A fin de cuentas, después de Abu Ghraib no caben dudas de su capacidad para sentar cátedra en materia de atropellos.
Según IPS, los dirigentes de las controvertidas fuerzas especiales de Indonesia estuvieron la semana pasada en EE.UU. para discutir la propuesta y tal vez adelantar un trato. De todas maneras, la próxima visita de Barack Obama a esa nación tiene previsto lanzar la Asociación Integral Estados Unidos-Indonesia, una estrategia bilateral para potenciar la cooperación en materia de seguridad y economía. Quizá el entrenamiento en EE.UU. de los ya temidos militares se incluya en el paquete.
Es cierto que varias organizaciones de derechos humanos han acusado a las tropas especiales de atrocidades y también que, en el marco de la Ley Leahy de 1997, Washington tiene prohibido entrenar o brindar otra clase de asistencia a cualquier unidad militar extranjera si hay «evidencia creíble» de que ha cometido «flagrantes violaciones a los derechos humanos». Sin embargo, al parecer estos detalles dejan de tener peso cuando se trata de regresar a un enclave estratégico en el continente.
La secretaria de Estado Hillary Clinton declaró la semana pasada en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado que el gobierno espera expandir su asociación militar con Indonesia y potenciar la cooperación contra el terrorismo. Por supuesto, lo importante es «cooperar» para «combatir el terrorismo», ese enemigo invisible pero omnipresente.
La campaña para reanudar el entrenamiento estadounidense de unidades del Kopassus constituye otro paso en un acercamiento entre las fuerzas armadas de EE.UU. e Indonesia (la Tentara Nacional Indonesia, TNI), cuyas relaciones iniciaron a partir de la década del 50.
Cuando la TNI, el Kopassus y sus contingentes locales arrasaron con Timor Leste, luego de que su electorado votó para independizarse de la nación asiática en 1999, el gobierno del ex presidente Bill Clinton rompió todos los vínculos con la TNI, aunque después los restableció silenciosamente.
Sin embargo, los atentados del 11 de septiembre le sirvieron a Mr. Bush para lo «humano y lo divino»… Con el comienzo de su cruzada particular eludió la prohibición de apoyar a la TNI y comenzó a brindarle asistencia antiterrorista. Por lo menos en esa ocasión no incluyó al Kopassus, pero solo por la mencionada ley. Para 2005, EE.UU. revocó el embargo de armas que había impuesto a Yakarta y, desde entonces, los vínculos entre ambas fuerzas armadas se han incrementado.
No es nada descabellado retomar el entrenamiento al comando élite con cinco regimientos activos, particularmente violentos, ignorantes de toda ética marcial, si ello puede servir para profundizar las relaciones en un archipiélago que abarca miles de kilómetros, incluye cientos de islas y posee rutas marítimas esenciales.
La Casa Blanca seguro calculó los beneficios y es fácil adivinar la inclinación de la balanza. ¿Qué pueden importar los muertos que cargan en la conciencia los futuros alumnos de los comandantes estadounidenses? Tendrán que esforzarse menos. Tratarán con aventajados.