En esta edición los realizadores más noveles pudieron beber de la sapiencia de aquellas figuras consolidadas en materia cinematográfica. Autor: Adán Iglesias Publicado: 19/04/2025 | 07:41 pm
GIBARA, Holguín.— «Cine pobre no quiere decir cine carente de ideas o de calidad artística, sino que se refiere a un cine de restringida economía que se ejecuta tanto en los países de menos desarrollo o periféricos, así como también en las sociedades rectoras a nivel económico-cultural».
Así se lee en el Manifiesto del Cine Pobre, promulgado por Humberto Solás y sobre cuyas bases se gestó el Festival Internacional del Cine Pobre de Gibara, que del 15 al 19 de abril desarrolló su edición 19 en ese territorio de la provincia de Holguín, retomando la esencia de su fundación.
El certamen regresó a su fecha inicial y nombre original, respaldado por la solidez adquirida a fuerza de madurez y con un programa multicultural que engloba diferentes manifestaciones artísticas en torno al cine para el disfrute de quienes por estos días se encuentran en la Villa Blanca.
«Esta reconstrucción se articula en un contexto que nos convida a ser creativos, a no detenernos y a seguir potenciando la cultura como motor de transformación individual y desarrollo local. Pragmatismo es la palabra que define este camino», dijo Sergio Benvenuto Solás, presidente del comité organizador del evento.
Una amplia diversidad de espacios teóricos distinguió esta edición, en los que los realizadores más noveles pudieron beber de la sapiencia de aquellas figuras consolidadas en materia cinematográfica, al tiempo que disfrutaron de los encantos de esa locación costera, reconocida por no pocos como un pueblo de película.
Luego de un exhaustivo proceso de selección, en el que se analizaron alrededor de 500 obras de más de 30 países de diferentes continentes, 90 materiales compitieron por los Premios Lucía en las diferentes categorías convocadas, que se entregaron la noche de este sábado.
Una fiesta
Para Raúl Nogués, periodista del Sistema Informativo de la Televisión cubana, esta es su segunda visita a tierras gibareñas y asegura que se repitió la buena energía con la que recordaba ese enclave costero y que mucho tiene que ver con sus pobladores.
«Quiero augurarle a este festival muchas más ediciones. El hecho de que se continúe apostando por la cultura y por el arte es suficiente para seguir apuntalando el evento. En esta oportunidad, vine con el documental Marta Valdés, soberana del tiempo, que constituye un acercamiento a su figura con testimonios de personas cercanas.
«Gibara es una fiesta. Este espacio es mágico naturalmente por su ubicación geográfica y la calidez de su gente. Siempre hay que plantearse cosas a futuro y no rendirse, y el festival es una prueba de eso», aseveró.
Junto a él participó el también documentalista y periodista Juan Carlos Travieso, quien confirmó que el evento da la posibilidad de mostrar sus obras e intercambiar con colegas de diferentes exponentes artísticos, lo cual permite repensar sobre los modos de hacer. «Volver aquí me trajo muchos recuerdos, es un compromiso sobre lo que se debe hacer y la proyección de cómo hacerlo mejor».
Un prestigioso jurado tuvo a su cargo la evaluación de las propuestas fílmicas en competencia. En sus filas hubo representación de países como Cuba, España y Francia, pero también se pudieron encontrar a varios jóvenes que confirman la necesidad de evolucionar, a la par de los tiempos.
Tal es el caso de la periodista Ada María Bruceta, quien en su condición de jurado atendió la parte de animación y cine experimental, y junto a sus compañeros aportó a la visión de experimentadas figuras de la filmografía. «Mantener un festival tan lejano de la capital del país es un reto enorme para todos.
«En estos días, Gibara retomó su esplendor como epicentro del cine, lo que enaltece los valores del pueblo. Pese a las dificultades, conservamos viva la memoria de Humberto Solás. No podemos perder este evento, sobre todo, por Gibara», enfatizó.
Filmar el Oriente
En este 2025 hubo varias novedades, como el desarrollo de un foro tecnológico y el tratamiento a temáticas vinculadas con la perspectiva de género y las culturas originarias. Además, el cine en construcción, que promueve el apoyo a la realización de proyectos fílmicos, se fortaleció con el respaldo de los estudios mexicanos Churubusco y los italianos Orizzonti.
Asimismo, la Factoría del Cine Pobre regresó por segundo año consecutivo como una suerte de mecenazgo para quienes anhelan ver materializados sus proyectos, desde las provincias orientales y Camagüey. Uno de los jóvenes que participó en esa modalidad es Yasmani Castro, santiaguero, cineasta y profesor de la Facultad de las Artes de los Medios de Comunicación Audiovisual, quien desea contar la historia del maestro Andrés Gutiérrez, una figura reconocida del mundo de la dirección del espectáculo en Cuba.
«La Factoría tiene un propósito propio: filmar el oriente. El cine cubano se suele contar desde La Habana y con este espacio se quieren visibilizar las historias de la región oriental hasta Camagüey, debido a las potencialidades con las que se cuentan aquí.
«No nos podemos permitir un freno cultural. En los momentos más difíciles eventos como estos son necesarios, pues ayudan a cambiar la realidad y el pensamiento. La esencia de la cultura también es regalar felicidad y eso se percibe en esta semana.
«Como cineasta joven, quiero contar historias. Tenemos muchas limitantes y, en ocasiones, no existe un diálogo fluido con algunas instituciones vinculadas con la producción. Todos somos marineros del mismo barco y todos queremos crear belleza, desde el cine», reflexionó.
Dentro de la Factoría también tuvo dos proyectos Karla Cecilia González, estudiante de 2do. año de Producción en la filial holguinera del ISA, que fueron filmados en la Sierra Maestra. «La Factoría es la esperanza de hacer cine desde el oriente, para llevar a cabo y materializar nuestras obras. Es sabido que el grueso de la producción está en La Habana.
«En esta edición volvimos a las raíces, a la esencia pura del festival, donde se promueve ese cine independiente y menos apoyado por grandes instituciones. El festival tiene que perdurar, no solo por los jóvenes, sino por los cineastas en general. Tenemos ese deber como país para mantener nuestro cine vivo. Cada año, Gibara te acoge de donde vengas».
Revivir emociones
Grandes emociones se vivieron en ese enclave costero en las jornadas del Cine Pobre. La entrega de los Premios Lucía de Honor, sin dudas, constituye uno de los momentos cumbres de cada edición, por ser un homenaje a trayectorias artísticas consolidadas.
Este año, el cine Jibá se vistió de gala para reconocer con ese galardón al proyecto Casa Gitana, al crítico e investigador Luciano Castillo, director de la Cinemateca de Cuba, y a la primerísima actriz Verónica Lynn, a quien el público recibió de pie y con una ovación cerrada.
Y es que el evento también se trata de revivir pasiones como si fuera la primera vez, de compartir muy de cerca con figuras imprescindibles de las pantallas, de rencuentros y alegrías, con la complicidad del mar como perenne testigo de lo que allí acontece.
«Lo más importante es que en medio de este contexto, la realización del festival es una prueba de la voluntad de política cultural que el país sostiene y del empeño de sus organizadores», resaltó Alexis Triana, presidente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, quien añadió que «pase lo que pase, nuestro sentido de la resistencia creativa es que no nos vamos a rendir jamás en una utopía, como fue fundar en Gibara un Festival Internacional de Cine».