Fernando Lugo renunció a su cargo de obispo para aspirar a la presidencia paraguaya. Lo que con más fuerza ha trascendido es la renuncia del ex obispo paraguayo Fernando Lugo a los hábitos, para postularse como candidato en los comicios de 2008. Pero lo que más parece preocupar al empresariado y a los partidos tradicionales de Paraguay —según los reportes cablegráficos—, es «lo que pueda hacer si llega a la presidencia», según confesó el vicepresidente Luis Castiglioni, citado por PL en medio de lo que el cable calificó como «una lluvia de epítetos poco amigables» contra el ex prelado.
Habida cuenta de su tan reciente irrupción en la vida política y el más de un año que aún falta para el torneo electoral, quizá no sea del todo apropiado pretender desde ahora calibrar las posibilidades, o las intenciones de Fernando Lugo. Lo que llama mucho la atención es el fenómeno que él representa.
El Movimiento Un Paraguay Posible, que Lugo lidera y fue presentado este jueves a la opinión pública, es descrito como un conglomerado diverso en cuya fundación —reportó el diario La Nación— participaron representantes de organizaciones sociales, civiles e indígenas. Según el hermano de Fernando, Pompeyo Lugo, el propósito es formar «un frente amplio, abierto, pluralista», hacedor de una política «responsable y punto equilibrado para cambiar el rumbo del país». «La rebelión de la conciencia nacional está en marcha», anunciaron los fundadores.
Resulta interesante lo que han valorado analistas paraguayos citados por otros medios locales, como Nilda Rivarola, quien señaló que la—casi segura— candidatura de Lugo «refleja la crisis de los partidos y la desconfianza de la ciudadanía en las instituciones públicas».
Todo indica que la región podría estar ante un nuevo intento de cambio que parte del sentir profundo de las masas agrupadas en los movimientos sociales, convertidas luego en sujeto político. Es lo que más se asemeja al contundente Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia, y a la Alianza País que respalda al presidente electo de Ecuador, Rafael Correa... Aunque no puede decirse que haya recetas prehechas.
Donde no está en marcha el cambio marcado por el sentir popular en las urnas, existe el deseo. Y parece que se han sacado las lecciones necesarias para convertir los propósitos en hechos, dos décadas después de implementarse el fracasado modelo neoliberal, y luego de demostrarse que no se había acabado la historia.
Un vistazo más general en América Latina permite concluir que muchos han leído en la vida lo imprescindible que resulta la unidad para cualquier transformación profunda. En Guatemala, donde habrá elecciones el año que viene, el frente MAIZ reúne a distintos movimientos sociales y sindicales junto a la URNG, el único partido político que la integra. En Perú, el Partido Comunista Patria Roja ha enarbolado también la bandera unitaria, y recuerda la necesidad de las confluencias.
La revista mexicana Proceso afirma que a Fernando Lugo se le conoce por su lucha a favor de los campesinos sin tierra, y que emergió como figura pública cuando encabezó una manifestación antigubernamental a la que acudieron 50 000 personas.
De las declaraciones que formuló en entrevista concedida a esa publicación, se desprende que hay «muchas peticiones de sectores sociales y políticos» avalando su renuncia al sacerdocio y el lanzamiento de Paraguay Posible.
Convergencia de todas las fuerzas sociales y políticas para un liderazgo compartido, reforma agraria integral, reactivación económica y justicia autónoma fueron algunos de los propósitos que el ex obispo enumeró, cuando se le preguntó por su probable programa de gobierno.
Según los tempranos sondeos de las firmas encuestadoras, Lugo cuenta con el favor del 47 por ciento de los consultados frente a un 33 por ciento que se pronunció por el presidente, Nicanor Duarte, y su propósito de acudir a la reelección.
Falta más de un año para los comicios presidenciales paraguayos... Los empresarios, los partidos tradicionales y la alta jerarquía católica paraguaya ¿tendrán razones para preocuparse, o no?