Un punto de recogida de personal sin inspectores es el examen de conciencia más difícil que puede enfrentar un chofer estatal. A esa hora se demuestra cuál de ellos recoge pasajeros por obligación y quién por sensibilidad.
Para comprobarlo bastaron 40 minutos. El tiempo que estuvo sin inspectores el viernes 1ro. de septiembre el capitalino punto de recogida de personal ubicado en el puente de Santa Fe, en el municipio de Guanabacoa.
A las 12 y 40 p.m. comenzó una ligera llovizna y los funcionarios del transporte fueron a resguardarse. La mayoría de los viajeros se quedaron bajo un árbol que los cubría poco, aunque abrigándose con la esperanza de que algún conductor los recogería.
Lo que en realidad comenzó fue un desfile de carros que, acostumbrados al rigor de los inspectores populares, disminuían velocidad antes de llegar al lugar, sin embargo, al percatarse de que no estaban aceleraban nuevamente, y... ¡ojos que te vieron ir...!
¿Por qué no nos recogen si está lloviendo?, preguntaba constantemente una niña de seis años a la madre. Unas suaves caricias sobre el pelo empapado de la muchachita era lo único que tenía como respuesta aquella madre. Ella también tenía la misma interrogante.
El primero de los choferes que aprovechó la ausencia de los inspectores para burlarse de los pasajeros fue el del carro con matrícula HAH 831, que a las 12:50 p.m. pasó por el citado lugar, con capacidad para llevar a algunas personas, y ni siquiera hizo el alarde de frenar.
A los tres minutos pasó un Lada blanco con chapa HWB 609; tampoco recogió a nadie. Cinco minutos después el conductor del HSB 680 hizo lo mismo, al igual que el del MSB 622 y el chofer de la guagua HTS 612, que no recogió a nadie, pese a transitar prácticamente vacía.
La lista de choferes insensibles siguió extendiéndose. A la 1:07 p.m. le tocó el turno al del vehículo H22 50P. Ocho minutos después al del HTM 253. Dos minutos más tarde al HAF 938, y seguidamente al del HVZ 991.
Pocos conductores de los que transitaron por aquel sitio en el que las personas pedían su ayuda bajo la lluvia, aprobaron aquella especie de prueba de honestidad individual.
En aquellos 40 minutos, más de diez carros siguieron su imperturbable viaje hacia el egoísmo, mientras solo cuatro lo hicieron por la ruta del bien. Estos últimos, con chapa H07 92P, HSX 248, HTS 639 y HTU 263, demostraron una alta dosis de humanidad y carencia total del masoquismo de tablilla y silbato que tanto se ha extendido entre los conductores.
Su noble aunque minoritario gesto de parar bajo la pertinaz lluvia para recoger pasajeros demostró que se está convirtiendo en excepción lo que debería ser regla.
A la 1:20 p.m. una guagua del Ministerio del Interior recogía a todas las personas que quedaban en aquel punto. Entonces otra nube, no precisamente aquella que les había empapado el cuerpo durante 40 minutos, ocupó, de seguro, la mente de los pasajeros, incluido este periodista: El ser humano, a veces, es más inclemente que la naturaleza.