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¿El Atlántico muta en el mayor océano del mundo?

La OTAN abrirá oficina en Japón y Estados Unidos se afianza más aún para convertir el Indo-Pacífico en otra jurisdicción tutelar del bloque bélico

Autor:

Juana Carrasco Martín

Con los lazos cada vez más fuertes entre Estados Unidos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte y los cuatro del Pacífico (Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur) más el camelado régimen de Taiwán, la soga se aprieta para China. Pasos peligrosos están tornando al Atlántico como el océano más grande del mundo —o el único—, cuando todo parece indicar que con la expansión de la OTAN también se tragará al Indo-Pacífico.

Nikkei News reveló que el bloque militar de 31 países (europeos más EE. UU. y Canadá), planea abrir oficina de enlace en Japón y su propósito es «permitir que la alianza militar realice consultas periódicas con Japón y socios clave en la región, como Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, a medida que China emerge como un nuevo desafío junto con su enfoque tradicional en Rusia».

Las cartas están sobre la mesa cuando agrega que la OTAN y Japón tomarán más medidas para aumentar la cooperación mediante la firma de un acuerdo conocido como Programa de Asociación Adaptado Individualmente. Y el apuro por la rúbrica es tanto que la quieren antes de la cumbre de la OTAN que se llevará a cabo en Vilnius, Lituania, en junio.

A su vez, Tokio también planea abrir una misión independiente ante la Alianza Atlántica, que no forme parte de su Embajada en Bélgica, detalla Nikkei Asia, lo que fue confirmado desde enero por el propio secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. De la activa relación otaniana con los AP4, como denomina a los cuatro países concernidos en el cerco a Beijing, da fe la foto de Stoltenberg con los representantes de Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur tras su reunión al margen de la Cumbre de la OTAN en Madrid, confirmación del Concepto Estratégico 2022 y su enfoque de 360 grados para garantizar, dice, la libertad y la seguridad por medios políticos y militares.

No debiera sorprendernos esta expansión cuando en el emblema o escudo está la rosa náutica con las espinas apuntando a cada punto cardinal: Norte, Sur, Este y Oeste, y ahí la presencia también en América Latina y el Caribe, acentuada en los últimos tiempos con bases militares estadounidenses y maniobras de la OTAN en esas aguas.

Por demás, responde a una reconfiguración geopolítica en un mundo que se levanta exigiendo multipolaridad y multilateralismo, y no es un secreto que Rusia y China encabezan ese complejo esfuerzo que busca equilibrio y sobre todo, más equidad en las relaciones.

 

Stoltenberg se reunió con los representantes de Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur.

 ¿Fortaleza o debilidad de EE.UU.?

La expansión de la OTAN es un elemento clave para hacer avanzar y garantizar los intereses de Estados Unidos, con su apéndice europeo, estableciendo nuevas fronteras que constituyen amenazas de fuerza, las que van acompañadas además de sanciones de todo tipo para hacer pagar un precio muy alto a los que considera enemigos, llámenlos «desafío sistémico» en el caso de China y la «amenaza más significativa y directa» cuando define a Rusia.

Para ambas naciones o contra ellas, la vía es «debilitarlas», de ahí la amenaza renovada de una guerra para obligarlas a poner parte importante de sus esfuerzos económicos, científicos y de modernización en las industrias y servicios militares, improductivas por antonomasia. En el caso de China está claro que nada empequeñece más a Estados Unidos y sus aliados que el empuje del gigante asiático, que desarrolla con éxito todas sus capacidades económicas, diplomáticas y cooperativas, sobre todo, con el mundo del Sur.

De ahí los temblores y la utilización como respuesta del blindaje otaniano. El Concepto Estratégico acordado por la OTAN acusa a China de emplear «una amplia gama de herramientas políticas, económicas y militares para aumentar su alcance global», lo que —según su visión hegemónica— solo es potestad de EE.UU. y sus aliados europeos, y tampoco le agradan los crecientes lazos de Moscú y Beijing, porque, dicen, es un esfuerzo mutuo de socavar el orden internacional y «van contra nuestros valores e intereses».

Retornando entonces a la revelación de Nikkei News sobre la oficina de la OTAN en territorio nipón, la publicación agregó que el embajador danés en Japón, Peter Taksoe-Jensen, les dijo en una entrevista telefónica que esta oficina de enlace de la OTAN sería la primera de su tipo en el Indo-Pacífico y algo más que simbólico. Pero ojo, cuando vemos los avances provocadores de la OTAN, pensemos más en quién maneja los hilos.

Es evidente la similitud de la Estrategia de la Alianza Atlántica con los postulados de la Estrategia de Seguridad Nacional del Gobierno de Joe Biden, con la diferencia de que esta lo dice claramente, se trata de garantizar los intereses estadounidenses en el mundo y para ello construir la coalición de naciones más sólida posible, de ahí la incrementada presencia en los mares y océanos asiáticos, que presuponen modernizar y fortalecer las fuerzas militares, en lo que consideran una era de competencia estratégica, pues Washington no admite otros poderes cuando su basamento político-cultural como nación sigue siendo el Destino Manifiesto.

Por tanto, que no se anime Europa porque esa idea acuñada por primera vez en 1845 en un artículo del periodista John O´Sullivan, expresa en toda su magnitud la creencia imperialista de que Estados Unidos es la nación elegida o predestinada por Dios para crecer y expandirse, y para ellos está en plena vigencia. Por supuesto, China no está de brazos cruzados, ni hizo oídos sordos. Por ahora son las advertencias hechas por Mao Ning, la portavoz de la Cancillería china, cuando en conferencia de prensa del reciente 4 de mayo la agencia Tass la interpeló: «Nikkei informó el miércoles que la OTAN planea abrir una oficina de enlace en Japón el próximo año. La estación permitirá a la alianza militar realizar consultas periódicas con Japón. ¿Tienes algún comentario?

Mao Ning contestó: «Asia es un ancla para la paz y la estabilidad y una tierra prometedora para la cooperación y el desarrollo, no un campo de batalla para la competencia geopolítica. La continua incursión de la OTAN hacia el este en Asia-Pacífico y la interferencia en los asuntos regionales socavarán inevitablemente la paz y la estabilidad regionales y avivarán la confrontación campal. Esto exige una gran vigilancia entre los países de la región».

«La OTAN debería dejar de trazar líneas ideológicas, avivar la confrontación política o intentar iniciar una nueva Guerra Fría», dijo a su vez Zhao Lijian, subdirector del Departamento de Información del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, quien añadió: «Debe descartar la mentalidad de la Guerra Fría y la mentalidad del juego de suma cero y dejar de crear enemigos. La OTAN ya ha trastornado a Europa. No debe buscar desestabilizar Asia y el mundo».

Y por qué no, aunque parezca aún utopía frente a la distopía que edifica Washington, quizá tenga razón el periodista y analista indo-estadounidense Fareed Zakaria cuando afirma que «uno de los rasgos definitorios de la nueva época es que es postestadounidense. Con esto quiero decir que ha concluido la pax americana de las últimas tres décadas». En ello aplica el ascenso del resto del mundo, que pudiera poner fin al orden imperial. Este siglo XXI puede ser definitorio en ese sentido, si no es destruida la Humanidad.

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