Ebullición social y una represión que ha dejado a cientos de detenidos desde 2019 y causó la pérdida parcial de la visión a decenas de manifestantes preceden estos comicios Autor: EFE Publicado: 20/11/2021 | 07:29 pm
Dicen que estas serán las elecciones presidenciales más polarizadas de la historia reciente chilena, atendiendo a que las mayoritarias preferencias estarían acaparadas por el joven de la izquierda Gabriel Boric (Apruebo Dignidad) y el ultraderechista José Antonio Kast (Partido Republicano), los contendientes de los dos «extremos», quienes dejarían atrás a los otros cinco candidatos que se presentan.
Pero hace cuatro meses, cuando Boric, proveniente del Frente Amplio, se impuso al comunista Daniel Jadue en las primarias de su coalición, y en el bloque de derecha (Chile Vamos) se escogió a Sebastián Sichel sobre contendientes más radicales, los observadores dijeron, por el contrario, que el electorado se inclinaba por «la moderación», pues uno y otro eran los aspirantes más alejados de la radicalidad en sus respectivas coaliciones.
Ahora, sin embargo, el propio Sichel parece con menos perspectivas ante un hombre del ultraconservadurismo como Kast…
Entre la moderación y la polarización, sin embargo, hay muchas razones de mayor peso para considerar el preámbulo de estos comicios, ciertamente, como inédito.
Una explosividad social expresiva de hastío, y con fuerza para conseguir un proceso constituyente ahora en marcha, precede a este encuentro con las urnas; la represión, que no se veía tan cruda y cruenta desde la dictadura, ha dejada cientos de detenidos desde finales de 2019 y decenas de jóvenes con pérdida visual parcial, causada por perdigonazos disparados directo a los ojos; y hasta el Presidente estuvo a las puertas de un juicio: también Sebastián Piñera ha sido acusado por los Papeles de la caja de Pandora, en virtud de la venta ilegal de una mina y el resguardo de los millones recaudados en Islas Vírgenes británicas, consideradas un paraíso fiscal.
Para completar el cuadro, las elecciones presidenciales, legislativas y para consejeros regionales de hoy tienen lugar en medio de un estado de excepción prorrogado en el sur del país, lo que mantiene militarizadas amplias zonas de la Araucanía, donde se asienta mayoritariamente la población mapuche, lo que ha provocado la muerte de, al menos, tres indígenas en las semanas recientes.
Viendo este panorama puede resultar difícil entender que un hombre como Kast, proveniente de la UDI, tan cercana a Pinochet, y declarado admirador del General golpista —como lo dejó ver en el último debate televisivo de cara a esta elección—, aparezca en las llevadas y traídas encuestas como uno de los candidatos con más posibilidades de obtener la mayoría junto a Boric, lo que ha puesto en la balanza de posibles aspirantes mejor votados al más derechista y al más de izquierda entre siete candidatos.
Aunque se trata de otro contexto, la eventual mayoría que pudiera obtener Kast invita a pensar que ahora también tiene razón el documentalista Patricio Guzmán, director de El caso Pinochet, quien en reciente entrevista ha confesado estar atrapado por el tema de la memoria histórica en su país.
«La cortina de olvido es muy fuerte porque, detrás, está el terror: no te acuerdes, porque te llegará un palo de la policía», dijo en alusión a los desmanes de la dictadura, que parecieron tan vívidos durante el enfrentamiento a los manifestantes en 2019 y 2020.
«(…) Toda la obra que hice después es a partir de la tragedia chilena. Cómo el país fue olvidando y luego recordando, poco a poco».
Seguro sería frustrante para esas amplias capas poblacionales «que recordaron» y para los jóvenes que «quieren saber», como dice Guzmán, que el esfuerzo popular por la Constituyente y su abrumadora aprobación de más del 80 por ciento en plebiscito —comparable únicamente al voto Sí que en 1988 selló la salida del dictador— no logre cristalizar en la escogencia de un ejecutivo capaz de materializar los cambios que ellos esperan con la nueva Carta Magna. O que quienes así piensan no hallen ese mandatario ideal entre los postulados.
Otra probabilidad también tiraría por tierra la oportunidad que abren las urnas: que los indecisos, calculados en un 23 por ciento por las encuestas hace unos días, se decanten por la abstención, y dejen el paso libre para que los pinochetistas sobrevivientes de la llamada vuelta a la democracia, sean quienes decidan.
Se dice que los jóvenes votarán por el candidato de Apruebo Dignidad debido a un sentimiento generacional —Boric tiene 35 años y proviene de las capas de estudiantes que protagonizaron las «revoluciones de los pingüinos» en 2006 y 2011—; mientras los más adultos lo harán por el postulado del Partido Republicano, por similar motivo.
Pero hay demasiado en juego para dar por sentado que el electorado se inclinará movido únicamente por meras simpatías con sus coetáneos. Más lógico sería pensar que cada generación tiene aspiraciones distintas.
En efecto, los programas de gobierno de uno y otro candidato son tan distantes como los modelos que representan.
Boric lleva propuestas que fueron recopiladas por Apruebo Dignidad de su contacto con la gente, mediante el establecimiento de 603 denominadas Mesas Ciudadanas de donde emergió que las mayores preocupaciones están en la salud y la educación pública, la reactivación económica, el respeto a los derechos humanos y la crisis climática.
En consonancia, su plan de gobierno propone cuatro reformas: acceso garantizado universal a la salud; pensiones dignas sin AFP (las criticadas aseguradoras financieras de pensiones); un sistema educativo público, gratuito y de calidad, y «la conformación del primer gobierno ecologista de la historia de Chile».
Del otro lado, Kast critica lo que llama «la polarización, el debilitamiento institucional, el estancamiento económico producto de años de reformas de «corte socialista»; achaca las manifestaciones de 2019 a «la fragilidad de fundamentos como la libertad, el orden, el estado de derecho, la propiedad privada y la economía de libre mercado, todos los anteriores cimientos en los que se sostuvieron décadas más exitosas en la historia de Chile», y acusa al ejecutivo de Piñera de «hacer propias las banderas» de lo que considera como ¡«la nueva izquierda»!
Con ello basta para saber qué trae en carpeta.
De cualquier modo, no puede obviarse al resto de los competidores, por cualquier susto.
Algunos sondeos, por ejemplo, estiman que puede sorprender desplazando a Boric, la heredera de la otrora Concertación para la Democracia, Yasna Provoste (Nuevo Pacto Social), aunque ella represente el desencanto con la coalición de gobierno que tuvo sobre sus hombros la controvertida transición hacia la democracia en Chile.
Compiten, además, Sebastián Sichel, el seguramente avergonzado sucesor de Piñera que enarbola las banderas de Chile Vamos (ahora se llama Chile Podemos Más); el repitente Marco Enríquez-Ominami, del Partido Progresista; y dos caras más nuevas: el candidato de la Unión Patriótica, Eduardo Artés, y Franco Parisi, del Partido de la Gente.
Ni a Boric ni a Kast les auguran las encuestas mucho más del 30 por ciento de los sufragios como tampoco a Provoste, en la eventualidad de su irrupción entre los dos más votados, por lo cual se da por descontada la segunda vuelta ya que ninguno obtendría el requerido 50 por ciento más uno de los votos.
Para esa jornada, prevista el 19 de diciembre, podrán moverse las coaliciones y apoyos. Pero habrá que sacar las mismas cuentas.
Los candidatos, de izquierda a derecha Boris,Kast, Provoste, Sichel, Artés y Ominami, durante el último debate electoral. Falta Parisi, aquejado en ese momento de Covid en EE.UU. Foto AFP